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CRECE EN EL TEMOR DEL SEÑOR
El problema es claro: La gente es muy grande en nuestras vidas y Dios es demasiado pequeño. La respuesta es directa: debemos aprender a conocer que nuestros Dios es más amoroso y más poderoso de lo que imaginábamos. Sin embargo, esta tarea no es fácil. Aun si trabajáramos en el parque nacional más espectacular, o la zarza en el patio comenzara a arder sin consumirse, o si Jesús apareciera y peleara algunos “rounds” contra nosotros, no tendríamos la garantía de tener una reverencia persistente hacia Dios. Muy a menudo nuestras experiencias supremas son sobrepasadas rápidamente por el clamor del mundo, y Dios, una vez más, es disminuido en nuestras mentes. La meta es establecer una tradición diaria de crecimiento en el conocimiento de Dios.
El
temor de Dios: Su belleza
Para crecer en el conocimiento del Dios Santo debemos considerar hermoso y atractivo dicho conocimiento. Aquí es donde el libro de Proverbios nos puede ayudar. El corazón del libro es el temor del Señor: es la puerta de entrada, el camino, y el fin de la sabiduría – “El temor de Jehová es el principio de la sabiduría; Y el conocimiento del Santísimo es la inteligencia” (Prov. 9:10).
Puesto que el temor del Señor es el gran tesoro de la vida, Proverbios trata de cortejarnos para ir hacia él. Trata de hacer que el temor del Señor sea tan atractivo como sea posible. Aquellos que temen al Señor no temerán a nadie más (19:23). El temor del Señor alarga la vida (10:27), es una fortaleza segura para el que teme y para sus hijos (14:26). Es una fuente de vida (15:16), trae honor (22:24), y debe ser alabado cuando lo veamos (31:30).
¿Qué apariencia tiene el temor del Señor? Se ve como el amor al bien y el odio al mal. “El temor de Jehová es aborrecer el mal” (8:13). Se ve como la confianza en Dios (reverencia) y la obediencia a él.
¿Puedes darte cuenta de que el temor del Señor es una bendición? Sólo imagínate como sería un odio verdadero hacia el pecado, el nuestro y el de otros (Mat. 7:3-5). ¿Qué ocurriría con las peleas matrimoniales? Serían casi imposibles. Los cónyuges estarían demasiado ocupados otorgando y pidiendo perdón por su propio egoísmo. ¿Qué pasaría con las pequeñas pandillas en el patio de la escuela? Estarían contando historias buenas de los demás. ¿Qué pasaría cuando alguien pecara en nuestra contra? Ya no tendríamos que asesinar a la persona en nuestro propio corazón. Al contrario, cubriríamos el pecado en humildad y amor, o confrontaríamos a la persona en el mismo espíritu.
Al leer las siguientes historias, trata de tener en mente algunos ejemplos de tu propia vida cuando las personas han sido más grandes que Dios. Y recuerda que esas personas que te controlan son gatitos inofensivos cuando se les compara con el León de Judá.
El
temor del Señor: Las preguntas de Dios
“¿Has considerado a mi siervo Job?” el Señor le preguntó a Satanás. Job es el ejemplo casi perfecto de una persona que teme al Señor. Si quieres saber si temes o no a Dios, toma nota de tu reacción cuando te quitan alguna cosa buena. ¿Cómo reaccionas ante la pérdida financiera, la muerte de un miembro de la familia, o la pérdida de amor? ¿Cuántos de nosotros, después de experimentar tal sufrimiento intenso estaríamos persuadidos de que Dios es más grande que nuestro sufrimiento? Sin duda Job lo estaba. Después de haber perdido todo dijo, “Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá, Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito” (Job 1:21). Luego, después de que su propio cuerpo fue afligido severamente, dijo, “¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos?” (Job 2:10). Job es el primero en hablar específicamente acerca de la sabiduría y el temor del Señor cuando dijo, “He aquí que el temor del Señor es la sabiduría; y el apartarse del mal, la inteligencia” (Job 28:28). Pero aun considerando estas declaraciones, no son las palabras de Job las que más nos instruyen.
Además de cuando Dios dio la ley, el discurso más grande de Dios en toda la Biblia está en los cuatro últimos capítulos de Job. Es un discurso que tiene la intención de causar que Job crezca aun más en el conocimiento de la grandeza de Dios. Si lees estos capítulos todos los días por un mes vas a encontrar que son un tratamiento para combatir casi cualquier cosa. ¿Le temes a la gente? ¿Estás sufriendo? ¿Estás ansioso? ¿Deprimido? ¿Luchando con la ira? ¿Tienes dureza de corazón? Escucha estas preguntas salidas de la boca de Dios.
“¿Has mandado tú a la mañana en tus días?” (38:12)
“¿Has visto las puertas de la sombra de muerte? ¿Has considerado tú hasta las anchuras de la tierra?” (38:17-18)
“¿Enviarás tú los relámpagos, para que ellos vayan? ¿Y te dirán ellos: Henos aquí?” (38:35)
El paso de las preguntas de Dios es implacable. Te dejan sin habla. Pero son entregadas con gracia a un hombre justo que atesora el temor del Señor por sobre todas las cosas. El efecto de las palabras de Dios fue exactamente el que se buscaba: la reacción de Job demostró que él entendía que Dios era Santo – Dios estaba por encima de él. El conocimiento de Dios era demasiado maravilloso para ser entendido. Dios era diferente a Job. No era como un hombre que pudiera ser puesto en entredicho. Job se humilló delante del Todopoderoso como evidencia de su crecimiento en el temor del Señor. “Me aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza” (Job 42:6). Tal humildad y arrepentimiento es una señal segura de que estamos aprendiendo del temor del Señor.
¿Puedes recordar tiempos en tu vida cuando dijiste, “Dios es Dios – me someto a su voluntad”? En esos momentos los demás no tienen poder para manipularnos, presionarnos o controlarnos.
El
temor del Señor: Cara a Cara
Aunque la clase para Job sobre el temor del Señor no estaba dirigida específicamente hacia el temor a los demás, la instrucción que Dios le dio al profeta Isaías ciertamente lo estaba. Cuando Isaías fue llamado por Dios, le fue dado un mensaje que garantizaba que sería rechazado y amenazado físicamente por los demás (Isaías 6:9-14). Habrían oportunidades a diario para temer al hombre en vez que a Dios. Como resultado, era esencial que el tuviera el temor del Señor marcado dentro de su corazón, porque el que teme a Dios, no teme a nadie más.
Piénsalo. Dios te dice que hables públicamente en contra de la política nacional de tal manera que serás declarado traidor de la patria. Eres invitado a un banquete y tienes que predicar de la condenación de la gente. Serás la persona menos popular de Israel y Judá, y los reyes desearán tu cabeza. En tales situaciones Dios le da gracia especial a su pueblo. Para Isaías, esta gracia vino como un tipo de sermón de ordenación. El impacto de esta ordenación le dio forma al libro entero, y es la razón por la que Isaías prefiere llamar a su Dios el Santo de Israel.
“En el año que murió el rey Uzías” (Is. 6:1), comienza diciendo Isaías. Con esta introducción, Isaías no está tratando de darnos una marca histórica para los eventos que seguían; sino está presentándonos el temor del Señor.
El rey Uzías fue un rey maravilloso. Habiendo sido instruido en el Temor del Señor por Zacarías (2 Cron. 26:5), el Señor le dio éxito tras éxito. No obstante, no prestó atención a la instrucción de la ley de estar especialmente alerta durante los días de la prosperidad. Cuando llegó a ser poderoso, en su orgullo usurpó una labor delegada específicamente sólo a los sacerdotes. El resultado fue que el Señor le afligió inmediatamente con lepra.
Esto nos trae memorias de Moisés. Tenemos un líder verdaderamente bueno que dio un traspié en un sólo punto y fue disciplinado severamente. A Moisés no le fue permitido entrar a la tierra prometida, y Uzías tuvo lepra hasta el día que murió. Por lo tanto, cuando murió Uzías fue un tiempo de luto nacional, y también fue un tiempo para crecer en el temor del Señor. El Señor era un Dios Santo quien no toleraría el pecado en su pueblo. Así que Isaías estaba temblando aun antes de la visión.
Isaías estaba en el templo, muy probablemente pensando en Uzías, cuando Dios le abrió los ojos para ver las realidades celestiales.
“Vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y
sublime, y sus faldas llenaban el templo. Por encima de él había serafines; cada
uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y
con dos volaban.” (Is. 6:1-2)
Isaías vio al Señor, sentado en el trono, vestido con togas sacerdotales. Su presencia santa dominaba el templo. Era tan dominante que los serafines tenían que revolotear encima del trono. No había espacio alrededor de él.
Estos serafines son mencionados exclusivamente en Isaías. El hecho de que Isaías no estaba familiarizado con ellos hace que la escena sea aun más sorprendente. Un ángel más reconocible y familiar hubiera hecho la escena más fácil para él. “Si pueden estar delante de Dios, tal vez yo también pueda”. Pero Isaías no estaba preparado en lo absoluto para ver a estas criaturas. Ni siquiera había escuchado de ellas alguna vez. La cosa más cercana a estas criaturas eran los querubines que estaban encima del arca del pacto, pero aun éstos sólo se encontraban en el Lugar Santísimo.
Los serafines parecían tener un solo trabajo – declarar la santidad del Señor. Eran tan majestuosos que sus voces estremecieron los quiciales de las puertas del templo. Pero aun con tal condición tan elevada, los serafines tenían la necesidad de cubrirse de la mirada santa de Dios.
Ellos decían el uno al otro: “Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria”. La tríada de “santos” magnifica la santidad de Dios. Cada “santo” intensifica el anterior.
Mi hija me enseñó acerca del poder de tal repetición. Una tarde estaba trabajando en el estudio de mi casa. Cuando estoy allí, prefiero no ser interrumpido. No es una regla escrita ni oral pero probablemente he sido gruñón en el pasado cuando me interrumpen, de tal manera que mis hijas usualmente me dejan solo. Pero esta tarde en particular, Lisa realmente quería jugar conmigo. Me preguntó cuando acabaría, y luego se mantuvo alrededor, mirando sobre mi hombro, esperando que fuera pronto. Tal tentación fue demasiado para mí, así que me tomé la tarde libre y jugué con ella. Esto significaba que tendría que trabajar en la noche, pero valió la pena.
Antes de irse a la cama puso una nota en mi mano.
“Querido papito,
Te quiero mucho, mucho, mucho, mucho, mucho, mucho.
Con amor, Lisa”.
Ella no tenía el vocabulario para decir “sobreabundantemente” o la habilidad poética para usar una metáfora rica. Si la hubiera tenido, la carta hubiera sido menos poderosa. En vez de eso, cada "mucho" intensificaba el anterior. Me estaba diciendo que era imposible para ella amarme más de lo que ya lo hacía.
Así es como aprendí a tener en cuenta la frase "santo, santo, santo".
Isaías hizo lo que cualquiera de nosotros hubiera hecho. Clamó a gran voz, "¡Ay de mí!" Estaba seguro que moriría. El era inmundo, y estaba en la presencia del Santo de Israel quien había castigado a Uzías con lepra.
No obstante, el Señor no había terminado la lección. Esta era la escuela para aprender el temor del Señor, y el pináculo de la enseñanza consiste en la mezcla del poder y juicio con el perdón gentil y amoroso. Por lo tanto, en un acto que apunta hacia Jesús con una claridad sorprendente, el serafín se acerca al hombre que ya se consideraba hombre muerto. El serafín purificó a Isaías tomando un carbón caliente del altar de los sacrificios a Dios, y tocando sus labios con él (1 Juan 1:9).
Luego Isaías hizo lo que cualquiera de nosotros haría en tal situación. Olvidándose de sí mismo, se ofreció como siervo al Dios vivo. Su temor del Señor fue expresado por medio de una obediencia reverente. Esta es una de las grandes bendiciones del temor del Señor. Comenzamos a pensar menos en nosotros mismos. Cuando un corazón está lleno de la grandeza de Dios, existe menos espacio para la pregunta, "¿Qué va a pensar de mí la gente?"
Si has caminado entre pinos gigantescos, nunca serás sobrecogido por el tamaño de un árbol pequeño. O si has estado en un huracán, no tienes nada que temer de una lluvia de primavera. Si has estado en la presencia del Todopoderoso, todo lo que alguna vez te controló de pronto tiene menos poder.
Recuerdo que estuve en un grupo pequeño con un hombre que tenía temor de decir algo que pudiera molestar a alguien. Como resultado, era callado y titubeante con su esposa, raras veces disciplinaba a sus hijos, y su jefe lo aterrorizaba. Nos dimos cuenta que el padre de este hombre había sido impredecible en cuanto a su ira, pero nuestro entendimiento de esta relación pasado no liberó a este hombre. Finalmente, después de semanas de estar tratando de ayudarlo, el grupo se enfocó en algo más. Empezamos a estudiar las imágenes de Dios en el libro de Isaías. Después de cuatro reuniones, este hombre temeroso pidió que se orará por él - él iba a hablar con su jefe acerca de ciertas prácticas en la oficina que él pensaba que eran injustas. El conocimiento de Dios fue el primer paso hacia su liberación del temor del hombre.
Las imágenes de Dios incluyen la escena del trono en Isaías 6, pero hay todavía más. A través de todo el libro vemos imágenes de la justicia santa de Dios y la gran compasión de Dios para su pueblo. Cuando llegas a Isaías 40, los dos temas se alternan hasta que se unen en Isaías 53.
"Consolaos, consolaos, pueblo mío, dice vuestro Dios". Isaías 40 comienza una sección de profecías que culminan en el mensaje de la cruz. El Señor no dijo, "consolaos". El dijo: "consolaos, consolaos". El subraya el cuidado maternal que da a aquellos que están en el exilio. El más grande consuelo que Dios pudo dar fue su presencia con su pueblo. La razón por la que estaban exiliados era que habían dejado la presencia del Santo. Ahoar el Santo estaba regresando a reclamar para sí a su pueblo. Él se estaba acercando.
Entre las voces que anunciaron esto estaba una que clamó, "toda carne es hierba, y toda su gloria como flor del campo" (40:6). Aunque esta voz suena bastante desalentadora, en realidad ofrece palabra de consuelo. El consuelo era que el rey de Asiria - el opresor del pueblo de Dios - pasaría a la historia como las flores se marchitan. Aunque el pueblo se iría al exilio por sus propios pecados, éste no duraría para siempre, debido a que el rey de Asiria era un simple hombre y no era Dios. Su poder no podía deshacer las promesas eternas de Dios para su pueblo.
Dios estaba viniendo a rescatar a su pueblo de las amenazas, ataques y cautiverio. Con el mismo brazo fuerte con el que salvó a su pueblo una y otra vez, y el mismo brazo fuerte que juzgó a Israel, ahora abrazaría cerca de su corazón a las ovejas jóvenes.
"Como pastor apacentará su rebaño; en su brazo llevará los corderos, y en su seno los llevará; pastoreará suavemente a las recién paridas." (Is. 40:11)
Cuando somos oprimidos por otras personas - ya sean enemigos, jefes, o cónyuges - esta es una de las imágenes santas que Dios nos da. Dios dice "La opresión no durará, pero mi compasión durará por siempre". Por supuesto, algunas veces esto es difícil de ver. Se requieren ojos de fe para ver el brazo fuerte de compasión de Dios y esperar la liberación en los tiempos de problemas. Pero la bondad de Dios siempre está cercana, y necesitamos la práctica de verla.
Después de esta imagen preciosa de Dios del cuidado para su pueblo semejante al de un pastor, Dios continúa haciendo preguntas como las que le hizo a Job. ¿Cómo concuerda esto con las imágenes de su compasión inmensa? Ambas imágenes nos dirigen hacia el temor del Señor. El Dios que está sobre todas las cosas, y el Dios que se acerca a su pueblo en misericordia y perdón debe ser temido.
"¿Quién midió las aguas con el hueco de su mano y los cielos con su palmo? . . . Como nada son todas las naciones delante de él; y en su comparación serán estimadas en menos que nada, y que lo que no es" (v.12, 17)
El estribillo que se repite dos veces en esta profecía, resume lo que es el temor del Señor.
"¿A qué, pues, haréis semejante a Dios, o qué imagen le compondréis?" (v. 18)
Aunque estas palabras parecen haber sido sacadas del texto de Job, existe una diferencia importante entre los dos libros. En Job, Dios estaba hablando individualmente. En esta ocasión, el Señor le estaba hablando a todo el mundo. Inclusive se dirigía a las islas más lejanas (Is. 41:1). Dios nunca tuvo la intención de ser sólo el Dios de la tribu de Israel. Su gloria es demasiado grande para ser confinada a un grupo en particular. Su gloria es tal que demanda la atención de toda la raza humana (Is. 40:5). Ciertamente, él es un Dios grande.
La historia de esta gloria mundial nos lleva hacia un clímax en Isaías 52 y 53. No obstante, a primera vista, no es el final que esperábamos. Al contrario, esta historia finaliza con un feo siervo sufriente. Isaías 52 comienza de una manera adecuada. La gente está rebosante de gozo; los cautivos son liberados, las montañas alrededor de Jerusalén son hermosas, y toda la tierra será testigo de la salvación del Señor. Toda esta celebración es el resultado del siervo del Señor quien restaurará las tribus de Israel.
"He aquí mi siervo será prosperado, será engrandecido y exaltado, será puesto muy en alto" (v.13)
Pero abruptamente la situación se torna en algo casi macabro.
"Cómo se asombraron de ti muchos, de tal manera fue desfigurado de los hombres su parecer, y su hermosura más que la de los hijos de los hombres, así asombrará él a muchas naciones; los reyes cerrarán ante él la boca" (v. 14-15).
La gloria será una realidad a través del sufrimiento y la muerte. No nuestro propio sufrimiento y muerte, puesto que el texto claramente apunta a un siervo que nos representa. La exaltación vendrá a través del azotamiento de siervo por parte de Dios. Y todo esto será hecho para nosotros.
"habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores" (53:12)
Este es el cenit de la santidad de Dios. Si tu quijada no se cae cuando lees esto, entonces léelo otra vez. Lee y asómbrate.
Tal asombro te atrae hacia Dios; no te rechaza o te hace sentir avergonzado. Hace que desees venir a él y conocerle. Cuando el temor del Señor madura en ti, Cristo llega a ser irresistible.
¿Te has estado "escondiendo de Dios? o ¿No tienes una relación con Dios? Si es así, Jesús dice, "Ven . . .ven . . .ven " (Is. 55:1). Te invita a acercarte. Te invita a que lo conozcas como el Glorioso. Si esa invitación no te mueve, recuerda que él no dice sólo una vez "ven", sino que te lo repite. No pudo haber expresado su invitación más amorosamente.
El
Temor del Señor: La Ira de Dios.
Jesús, el siervo del que habló Isaías, fue aplastado por nosotros; por lo tanto, no seremos aplastados si creemos y nos volvemos de nuestros pecados. Hemos sido rescatados del peligro de muerte y del dolor eterno. Pero a medida en que nos alejamos del día cuando fuimos rescatados ¿recordamos de lo que fuimos salvados? ¿Recordamos que debimos haber sido aplastados por la ira de Dios? ¿Nos damos cuenta, desde nuestra perspectiva, de que la cruz es la más grande injusticia que se haya cometido? ¿El Perfecto fue aplastado en lugar de los pecadores? ¿Y recordamos que habrá un juicio divino cuando la ira de Dios sea revelada (Rom. 2:5)? El infierno nos enseña acerca del temor del Señor.
Hoy en día, la mayoría de los norteamericanos creen en Dios, en el cielo, y en los ángeles, pero cada vez menos creen que existe el infierno. El infierno no es popular aun entre los estudiantes conservadores de la Biblia. Sin embargo, sospecho, que no es tanto que el infierno no sea popular estos días. Quizá es que es demasiado popular.
Permítanme explicar. Conocemos a Dios, tenemos una consciencia que nos dice lo que está bien y está mal. Sabemos que no llegamos a la medida de la gloria de Dios, y sabemos que merecemos su ira. Pero el pensamiento del infierno es demasiado terrible para ser enfrentado. Recuerda, preferimos pensar acerca de la baja autoestima en lugar de la desnudez delante de Dios. Somos buenos para evadir la santidad de Dios. De la misma manera, existen fuerzas espirituales poderosas que nos llevan a minimizar el terror del infierno.
Jesús, aquel que nos rescata del infierno, también es el que más nos habla acerca de él. El es el predicador que "asusta", el amenazador divino. He aquí algunos ejemplos de sus palabras:
"Cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego" (Mat. 5:22).
" Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego" (Mat. 7:19).
"Si tu mano te fuere ocasión de caer, córtala; mejor te es entrar en la vida manco, que teniendo dos manos ir al infierno, al fuego que no puede ser apagado". (Marcos 9:43-44).
"El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado". (Jn. 3:18)
"Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles" (Mat. 25:41).
Considera Mateo 10:28, "Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno". Juan Calvino dijo que este texto hace que nuestros cabellos se pongan de punta.
Jonathan Edwards fue un predicador que trató de imitar a Jesús. Como resultado, predicó cierto número de sermones sobre el infierno. Su sermón más famoso sobre el infierno dejó a la gente temblando y los llevó a un avivamiento conocido en la historia como El Gran Avivamiento. Jonathan Edwards lo había predicado primero en la iglesia de Northampton, Massachusetts, pero no tenemos registro histórico de la respuesta de la gente. Fue en el lugar de reunión en Enfield, Connecticut, el 8 de julio de 1741, en donde ocurrió el impacto conocido por nosotros del sermón "Los pecadores en las Manos de un Dios Airado". Este sermón ciertamente no era el más aterrador de sus sermones; eran más severos los sermones: "La Justicia de Dios en la condenación de los pecadores" y uno sobre Romanos 2:4. Pero Dios usó "Los pecadores en las manos de un Dios airado" para incitar el temor del Señor. Estos fragmentos ilustran el porqué:
"No hay nada que mantenga fuera del infierno a los hombre perversos, sino el mero placer de Dios . . .La ira de Dios es como grandes aguas que se acumulan en el presente; están incrementando más y más, y se elevan alto y más alto, hasta que se les de salida; y mientras más se retenga la corriente, más rápida y poderosa será cuando se le deje ir.
El Dios que te retiene colgando sobre el abismo del infierno, de manera similar como uno sostiene a una araña, o a un insecto sobre la flama . . .Su ira hacia ti arde como fuego . . .él es de ojos purísimos como para aguantar tenerte a Su vista . . . Le has ofendido infinitamente más que un rebelde terco a su príncipe . . .
¡Oh pecador! Considera el peligro terrible en el que estás: Es una gran hoguera de ira, un abismo amplio y sin fondo . . .Estás colgando de una cuerda delgada, con las flamas de la ira divina ardiendo alrededor."[1]
Sus oyentes tuvieron una respuesta bíblica apropiada. Literalmente lloraron tan fuerte que Edwards tuvo dificultad para continuar. De hecho estaban cayendo de rodillas en los pasillos porque estaban abrumados con las santidad de Dios. Tal vez no fue un temor del Señor maduro, pero fue un buen punto de partida.
Aquí está la verdad acerca del infierno. Cuando una persona muere sin fe en Jesús, no existe liberación posible del infierno eterno (Mat. 25:46). No hay alivio del tormento (Rom. 2:4), y lo peor de todo es que la ira santa de Dios es derramada (Juan 3:36). Tal conocimiento llevó a Pablo a decir, "Conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombres" (2 Cor. 5:11).[2]
Esto es lo que merecemos; esta es la ira y el "aplastamiento" que Jesús llevó sobre sí mismo por nosotros. Deberíamos temblar al pensar en ello. Deberíamos temblar porque pudimos haber sido nosotros los aplastados por nuestro pecado. Deberíamos temblar porque vivimos en la presencia de un amor divino que es absolutamente asombroso. Y, al hacer un contraste con el infierno, deberíamos temblar al pensar en el cielo. ¿Cómo es posible? Nosotros que estábamos desnudos delante de Dios, que merecíamos la ira eterna, somos bendecidos por el Padre a través de la fe. Una cosa es liberar a una persona de la prisión, pero es otra cosa llenar a esa misma persona con todas las riquezas que se puedan imaginar. Pero esto es lo que hizo nuestro Dios. Nos ha dado una herencia "el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo" (Mat. 25:34). ¿Cómo es posible?
¡Oh Señor! ¿Qué es el hombre para que tengas de él memoria? Respondemos a tu misericordia y amor, no con terror o tristeza mundana, sino con una reverencia que nos conduce al arrepentimiento y a un deleite en la confianza y la obediencia.
El
Temor del Señor: Asombro
Existen muchos otros temas bíblicos y pasajes que nos dirigen hacia el temor del Señor. Sin embargo, el evangelio de Marcos es el libro del asombro. Constantemente dice que Jesús asombraba a aquellos que fueron testigos de su ministerio. Este asombro no siempre los llevó a una sumisión reverente, pero es la forma en la que Marcos nos enseña que Jesús es el Santo, es Dios encarnado.
El tema básico de Marcos es que Jesús asombró a la gente tanto por su enseñanza como por sus obras milagrosas. Desde el principio recalca este tema: "Y se admiraban de su doctrina" (Marcos 1:22). El evangelio de Marcos procede a mostrar a Jesús teniendo autoridad sobre los espíritus inmundos (1:27). Luego, cuando Jesús le dijo al paralítico que sus pecados eran perdonados y pudo caminar, todos se asombraron y glorificaron a Dios (2:12).
La siguiente historia de asombro llevó a los discípulos a recordar el relato de la creación y de la palabra creadora de Dios. Las multitudes ya estaban siguiendo a Jesús hasta el punto en que un barco era uno de los contados lugares en donde podía descansar. "Pasemos al otro lado", le dijo Jesús a sus discípulos. Después de haber navegado lejos de la orilla, se levantó una fiera tormenta que amenazaba con hundir el barco. Las olas irrumpían contra la barca y ésta se estaba llenando de agua. ¿Cómo podía dormir Jesús durante un evento como este? Esto, de hecho, ya parecía ser sobrehumano, pero no fue lo que causó asombro. Cuando los discípulos finalmente lo despertaron, Jesús habló a su creación. "Calla, enmudece". Y el agua quedó tan plana como un prado.
Antes de esta ocasión, los discípulos habían visto y escuchado muchas cosas. Habían presenciado muchas sanidades milagrosas, y habían escuchado la enseñanza que había provocado tanto asombro en las multitudes al igual que los milagros. Pero esta es la primera vez que Marcos habla de la reacción de los discípulos.
¿Cómo reaccionarías si estuvieras junto al Dios creador y le escucharas hablar a su creación? No olvides que aun las palabras de los serafines hacían temblar el templo.
"Entonces temieron con gran temor", nos dice Marcos respecto a los discípulos. No sintieron alivio o felicidad de que estaban vivos y ni siquiera perdieron su barco. Ellos estaban aterrados.
¡Qué reacción tan maravillosa! Era la reacción ideal para aquellos que eran aprendices del temor del Señor.
Esto fue sólo el principio. Marcos quiere que sepamos que todo el ministerio de Jesús fue puntualizado con asombro. La gente se asombraba cuando envió a los espíritus inmundos a los cerdos (5:20). Cuando la hija de Jairo fue levantada de entre los muertos, sus padres estaban completamente asombrados (5:42). Cuando Jesús enseñó en la sinagoga muchos que le escucharon se maravillaron (6:2) La gente se maravilló cuando los fariseos trataron de tender una trampa a Jesús y el convirtió la ocasión en una demostración de su sabiduría (12:17). Los discípulos se maravillaron cuando caminó sobre el agua. Cuando sanó a un hombre sordo y mudo, la gente se sobrecogió y maravilló (7:37). La gente se asombraba con simplemente mirar a Jesús (9:15). No obstante, no hay evidencia de que estos asombros se convirtieran rápidamente en fe, excepto en el caso de una mujer en particular (5:26-34).
Hay varios misterios en este último evento. ¿Cómo supo Jesús que había salido poder de él? (5:30), y ¿cómo pudo pensar la mujer que sanaría con tan sólo tocar a Jesús? Las sanidades de Jesús usualmente estaban acompañadas de una palabra o un acto específico. ¿Qué le hizo pensar que la sanaría un toque clandestino?
Ella pensó: "Si tocare tan solamente su manto, seré salva" (5:28). Fue su fe lo que la identificó. Jesús había sido tocado por miles de personas, pero, hasta este punto, sólo hubo una persona identificada como poseedora de fe. Había gastado todo lo que tenía en tratamientos médicos y su sangrado sólo empeoraba. No obstante, cuando escuchó que Jesús estaba viniendo, creyó que él podía sanarla. Ciertamente esto es una gran fe. Después de docenas de tratamientos esta mujer seguramente había perdido la esperanza. Por supuesto que hubiera probado el tratamiento que se le atravesase en el camino, pero no tendría confianza en él. Ya se había convencido de que no existía nada que la ayudase. Pero cuando escuchó que Jesús estaba viniendo, pensó, "si tan sólo tocase sus vestiduras, seré sanada". No pensó "tal vez sea sanada". Esta mujer estaba segura porque conocía a Jesús.
Esta mujer anónima es una maestra del temor del Señor. Primero escuchó a Jesús y vio lo que hacía. Sin duda, estaba maravillada por lo que vio y escuchó. Pero su asombro la llevó a tener confianza de que Jesús era el Mesías, el Hijo de Dios.
¿Qué me dices de ti? Cuando lees estos eventos, ¿Te asombras o sólo son una lección más de Escuela Dominical? Permite que esta mujer te muestre al Hijo de Dios de una nueva manera, más grande que antes. Luego, permite que te enseñe algo más: "No te quedes allí parado con la boca abierta. ¡Cree!" El asombro es bueno, pero debe llevarnos a la fe, y la fe debe llevarnos a la acción.
El
Temor del Señor: "No temáis"
Continuando en el libro del asombro, Marcos nos relata otra historia en la que la gente se asombró. Pero es el tipo de asombro en el que los testigos oculares no podían hacer otra cosa más que quedarse boquiabiertos. El evento fue la transfiguración, en la que Jesús les dio un atisbo de su esplendor divino. Pedro simplemente estaba parado allí boquiabierto. Pero Jesús sabía que las semillas de fe en la vida de Pedro pronto traerían gran fruto, así que le permitió a Pedro estar simplemente asombrado.
La transfiguración no es algo sin precedentes en la Escritura. Por ejemplo, los padres de Sansón presenciaron un evento similar (Jueces 13). Sin embargo, ellos tuvieron una reacción usual: "Ciertamente moriremos, porque a Dios hemos visto". La reacción de Pedro fue única.
¿Por qué Jesús llevó sólo a Pedro, Jacobo y a Juan? No lo sabemos. Pero sí sabemos que Jesús les estaba dando un regalo que recordarían a través de todo su ministerio. Se les recordó que el que vivía con ellos era Dios encarnado. El regalo fue un curso avanzado en el temor del Señor.
"Su rostro resplandecía como el sol. Sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos como la nieve, tanto que ningún lavador en la tierra los puede hacer tan blancos. Y les apareció Elías con Moisés, que hablaban con Jesús. Y hablaban de su partida, que iba a cumplir Jesús en Jerusalén." (Mat. 17:1-3; Marcos 9:1-4; Lucas 9:28-31).
Por supuesto, los discípulos estaban aterrados. Fueron despertados por esta demostración asombrosa de gloria. Pero la reacción de Pedro fue ciertamente única en toda la Escritura. ¿Por qué sugirió que pusiera tres enramadas (una para Jesús, una para Moisés y una para Elías)? Seguramente tuvo sus razones, pero no vale la pena tratar de entenderlas, puesto que el libro de Marcos nos da la razón verdadera. En uno de los comentarios editoriales más humorísticos de la Biblia, Marcos explica la tontería de Pedro: "porque no sabía lo que hablaba, pues estaban espantados" (Marcos 9:6). La mayoría de la gente quedan silenciados cuando están en asombro. Pedro tenía que decir algo. Dios, lleno de gracia, lo interrumpió.
“Mientras él decía esto,
vino una nube que los cubrió; y tuvieron temor al entrar en la nube. Y vino una
voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado; a él oíd. Al oír esto
los discípulos, se postraron sobre sus rostros, y tuvieron gran temor. Entonces
Jesús se acercó y los tocó, y dijo: Levantaos, y no temáis. Y alzando
ellos los ojos, a nadie vieron sino a Jesús solo.” (Mat. 17:5-8; Mar. 9:7-8;
Luc. 9:34-35).
Jesús, el gran pastor,
cuyo amor santo es tan asombroso como su poder, dice, “No temáis”. Las palabras eran conocidas. Los discípulos las conocían por los relatos
de Moisés y Josué, pero nunca antes fueron tan significativas. De nuevo, Jesús nos invita a acercarnos y
conocerle.
El Temor del Señor y el
Evangelio
Todo
esto se estaba dirigiendo a la muerte y resurrección de Jesús. Es bueno estar asombrado por todo en la
Biblia, pero aquí es donde el amor santo y la justicia santa se unen. Como resultado, nuestro temor (reverencia,
fe) siempre debe llevarnos al evangelio.
El amor
santo – él era como un cordero yendo al matadero, en nuestro lugar. “Siendo aún pecadores (enemigos), Cristo
murió por nosotros”.
La
justicia santa – la pena por el pecado es la remoción de delante de la
presencia de Dios. “Mi Dios, mi Dios,
¿Por qué me has desamparado?”
Su
muerte debe producir en nosotros un temor piadoso. No existe ningún otro acto que incluya tal amor santo y justicia
santa.
Tal
muerte trajo asombro, pero debes sorprenderte por quiénes estaban
asombrados. Marcos menciona a algunas
mujeres que estaban mirando, pero no nos ofrece su reacción. No menciona a alguno de sus discípulos. La única reacción personal a la muerte de
Jesús mencionada en el libro de Marcos es aquella del centurión romano. No sabemos qué había presenciado del
ministerio de Jesús. Tal vez sólo presenció
su muerte. Pero lo que dice es
verdaderamente admirable. Suena como asombro
que se extiende hacia la fe.
“Y el
centurión que estaba frente a él, viendo que después de clamar había expirado
así, dijo: Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios” (Marcos 15:39).
Jesús
había hecho y dicho cosas que dejaron asombradas a las multitudes. Después de un tiempo, las multitudes se
maravillaban tan sólo con verle. Pero
el comentario más asombroso en este libro es quizá aquel del centurión, y todo
lo que aparentemente estaba haciendo era presenciar la muerte de tres enemigos
de Roma.
He
leído acerca de la muerte de muchos hombres y mujeres famosos. Algunas personas fueron a la muerte molestos
ya sea al tomar sus propias vidas o agitando el puño hacia Dios. Otros estuvieron rodeados por amigos y
estudiantes, y los testigos oculares comentaron cómo murieron con tanta paz y
tranquilidad. Pero nunca he leído el
relato de alguien que se haya asombrado por la muerte de una persona.
Jesús no predicó ningún sermón desde la cruz, ni aparentemente realizó algún milagro. Sencillamente murió, y el centurión supo más allá de cualquier duda que Jesús era el Hijo de Dios.
Marcos luego testifica del hecho de que Jesús conquistó a la muerte. Su reporte sucinto hace que suene casi anticlimático, como si estuviera diciendo, “Por supuesto, habiendo escuchado a Jesús testificar acerca de sí mismo y validar su testimonio con palabras y hechos, supimos que la muerte no podría contenerlo. Después de todo, Jesús es el Santo que está por encima de la muerte, no debajo de ella”. Pero Marcos no puede evitar citar una reacción más de asombro. Es probable que su epístola termina con estas palabras:
“Y ellas se
fueron huyendo del sepulcro, porque les había tomado temblor y espanto; ni
decían nada a nadie, porque tenían miedo” (Marcos 16:8).
Este
temor (miedo) y espanto pronto se convirtieron en temor (obediencia reverente o
adoración) y confianza.
Todos
estos ejemplos bíblicos apuntan hacia la misma conclusión: El Dios trino se
deleita en mostrarnos su grandeza y santidad, y nunca debemos estar satisfechos
con nuestro conocimiento actual de él.
Por lo tanto, aspira a tener el temor del Señor. Tal deseo ciertamente será satisfecho al
orar:
“Señor,
enseña a tu Iglesia a temerte. Tu
gracia no siempre nos asombra. Somos
muy lentos para odiar nuestro pecado.
Estamos más preocupados por lo que los demás piensen de nuestra
apariencia que por la obediencia reverente ante ti. Deseamos deleitarnos en el temor. Queremos atesorarlo y pasarlo a la siguiente generación. Amén.”
Para Pensar
La
clave para aprender el temor del Señor es permanecer en la Escritura. Cuando estés en la Escritura, ora para que
Dios te enseñe que él es el Santo.
1.
Revisa los Salmos de la creación: Salmo 8; 19; 29; 65;
104.
2.
Medita en los Salmos del Trono: Salmo 95-97; 99.
3.
Memoriza el Salmo 139.
Este salmo declara que la providencia de Dios es tan extensa que penetra
en cada detalle de nuestras vidas.
4.
Revisa un himnario y subraya los cantos que expresan la
majestad y santidad de Dios.
5.
Lee el libro de Habacuc. Es similar a Job en que Dios responde directamente a un hombre
que tenía preguntas acerca de lo que Dios estaba haciendo. Todas las preguntas se resolvieron cuando
Habacuc aprendió el temor del Señor.
6.
Lee La Santidad de
Dios de R.C. Sproul (Wheaton, Ill.: Tundale, House, 1985).
7.
Revisa los pasajes del Nuevo Testamento que tratan
acerca del infierno. Además del que se
menciona en este capítulo, puedes considerar 2 Tes. 1:5-10; 2 Pedro 2:6; y lee
Apocalipsis 14:9-11. Asegúrate de
conversar con otras personas de tu Iglesia acerca de tus meditaciones. Sé de bendición para ellos con lo que Dios
te está enseñando, y escucha a lo que Dios te está enseñando.
8.
Organiza un grupo de oración que tenga el énfasis: “El
termor del Señor” o “Conociendo a Dios”.
9.
Toma tiempo para confesar a Dios, tu temor a la gente y
tu falta de temor del Señor.