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DELÉITATE EN EL DIOS QUE NOS LLENA
“Nadie
puede estudiarse a sí mismo, sin que inmediatamente se vuelva a la
contemplación de Dios en quien vive y se mueve.”[1] Esto es especialmente cierto después de
haber visto que muchas de nuestras necesidades serían mejor llamadas “deseos”,
y los objetos de estas necesidades son llamados “ídolos”. A medida que crecemos en el conocimiento de
nosotros mismos, deseamos tener ese
conocimiento entretejido con nuestro conocimiento de Dios. Por lo tanto, habiéndonos arrepentido en las
áreas donde era necesario, debemos escuchar de nuevo lo que Dios dice acerca de
sí mismo.
Cuando
escuchamos a Dios después de una introspección difícil, Dios se revela a sí
mismo como alguien con los brazos abiertos para dar la bienvenida. No nos dice un “ya ves, te lo dije”. No nos hace tener “tiempos-fuera” en un
cuarto de aislamiento espiritual. Al
contrario, Dios se regocija que hayamos vuelto a él de todo corazón. Dios promete al arrepentido, “Todas las
ofensas que cometió, no le serán recordadas” (Eze. 18:22).
Si
no crees eso, deja de leer inmediatamente.
No digas, “¿Cómo puede perdonarme Dios por eso” (sea lo que sea eso). No pienses que el perdón de Dios es un perdón concedido de mala gana y
con ese pensamiento niegues algo del amor glorioso de dios. Y no pienses que las promesas de Dios sólo
son para otras personas. Si es así como
estás pensando, debes darte cuenta que tus propios pecados, sin importar qué
tan grandes sean, no son más grandes que el placer de Dios al perdonar.
Este
es un momento en el que debes ser controlado por la verdad de Dios más que por
tus propios sentimientos. La Palabra de
Dios, no los sentimientos, son nuestro estándar. El ser llevados por nuestro sentido fluctuante de bienestar puede
parecer algo espiritual, pero está equivocado.
Eso exalta nuestra interpretación por encima de la de Dios. Por eso es tan importante volverse hacia
Dios después de cualquier introspección guiada por la Biblia. Cuando escuchamos a Dios, él habla palabras
que llenan un alma vacía.
¿Recuerdas
los tres aspectos del temor al hombre?
1. Tememos a la
gente porque pueden exponernos y humillarnos.
2. Tememos a la
gente porque pueden rechazarnos, ridiculizarnos, o despreciarnos.
3. Tememos a la
gente porque pueden cazarnos, atacarnos o amenazarnos.
Dios no ha
olvidado a los avergonzados, rechazados, y amenazados. Ya hemos discutido cómo bendice y libera al
decir: “témanme a mí nada más”. Esto es
exactamente lo que necesitamos. Nos da
el privilegio de ser controlados por nuestro justo y amante Salvador en vez que
por los demás.
También
encontramos que nuestros corazones pecaminosos intensifican toda la vergüenza,
amenaza, rechazo y, de nuevo, nuestro Dios provee el tratamiento: “Confiesen
que han sido leales a sus propios deseos en vez que a los míos”. Esto nos da el privilegio de temer a Dios
debido a su amor inmenso y perdonador.
Hasta
este punto podemos pensar que Dios ha hecho más que suficiente, y en
ciertamente así es. Pero el amor de
Dios no conoce límites: su gloria no tiene fin. El sabe que todavía podemos experimentar vergüenza, temor, y
rechazo en esta vida. Estas cosas ya no
nos gobiernan, pero ciertamente nos lastiman.
Es entonces cuando Dios nos abruma aun con más bendiciones.
1. A los
avergonzados y humillados, los cubre y los glorifica.
2. A los
rechazados, los acepta y los glorifica.
3. A los
amenazados, los protege y los glorifica.
Paso 6: Regocíjate de que Dios ha cubierto tu vergüenza, te ha protegido del peligro, y te ha aceptado. Te ha llenado con su amor.
En
otras palabras, Dios nos llena. Derrama
su amor en nuestros corazones por medio de su Espíritu Santo que nos ha dado.
(Rom. 5:5). Dios en verdad nos baña con
él mismo.
¿Por
qué no hablamos de esto antes? ¿No son estas noticias demasiado buenas como para
mantenerlas en secreto? La razón por la que las estamos considerando hasta
ahora es porque existe una condición para estas bendiciones. No están disponibles para nosotros cuando
asumimos la forma de una taza de necesidades psicológicas. Es decir, si deseamos ser llenados para que
podamos sentirnos felices y mejor con respecto a nosotros mismos, entonces
nunca estaremos verdaderamente inundados con el amor de Dios. La taza de nuestros propios deseos nunca es
capaz de captar el diluvio del amor y bendición de Dios. Al contrario, hace que el amor redentor de
Dios sea menos accesible para nosotros.
Cuando
esta copa de los “Yo quiero” se quiebra, nos deja con cierto número de formas o
identidades que Dios nos ha dado: sacerdotes, embajadores, hijos de Dios, y
Cristianos. Otra es que somos vasijas
vacías, humildes y necesitadas. Somos
tazas vacías. Sin embargo, esta taza
representa nuestra necesidad espiritual
del perdón de pecados, de cobertura de nuestra vergüenza, de protección de los
opresores, y de aceptación en la familia de Dios. Es una vacío que dice, “Necesito a Jesús”. En un vacío que necesita el amor de Dios.
Así
que sí necesitamos el amor de
Jesús. Puesto que fuimos creados por el
Amante Divino, nunca estaremos bien a menos que conozcamos profundamente ese
amor. Sin este amor estamos muertos
espiritual y físicamente.
Esto
quiere decir que nuestros deseos o anhelos egoístas no son la única explicación
para nuestro deseo de amor. Típicamente
son la razón prominente, pero no es la única.
Algunas veces el deseo de amor es el residuo contaminado de nuestro
conocimiento de Dios. Cuando estamos
perdidos en pecado, sin puntos claros de referencia espiritual, mal
interpretamos y distorsionamos ese conocimiento. Pensamos que es más seguro y más efectivo mirar a otras personas
para aliviar nuestro vacío. En algunos
casos, cuando el amor es dulce, podemos pensar inclusive que lo hemos
encontrado. Tristemente, este sentimiento
nos confunde. Refuerza nuestra idea
pecaminosa de que la gente puede ser la respuesta para nuestra necesidad, así
que la buscamos obsesivamente. El amor
que deseamos, sin embargo, sólo puede ser hallado en el Dios verdadero.
Una de las revelaciones más grandes del amor de Dios para nosotros la encontramos en el libro de Oseas en el Antiguo Testamento. El libro realmente son dos historias de amor que se desarrollan paralelamente. La historia real es la de Dios y su amor por su pueblo. La analogía terrenal es la historia de Oseas y Gomer. Oseas y Gomer nos apuntan al consuelo que Dios da y su amor hacia los avergonzados, amenazados y rechazados.
La
historia de Oseas está llena de muchas preguntas. ¿Por qué Dios le dijo a Oseas que se casara con Gomer, una mujer
que probablemente había sido una prostituta y no tenía planes de dejar de serlo
después de casarse con Oseas? ¿No le importa a Dios el matrimonio? ¿No debe ser
el matrimonio una unión con compromiso?
Estas
preguntas eran exactamente el punto de la historia. Ninguno de nosotros podría imaginar casarse con alguien semejante
a Gomer. Ella no tenía algo
atractivo de principio a fin. No obstante, esta era la manera en la que
Oseas tendría un atisbo del corazón de Dios, porque Dios sí se casó con alguien semejante a Gomer.
Dios
le estaba diciendo a Oseas, en efecto, “tú y yo le vamos a entregar
completamente nuestros corazones a alguien que nos rechazará
absolutamente. Daremos todo nuestro
corazón, energía, tiempo, dinero en su búsqueda. Al hacer esto, tú, Oseas, entenderás mi amor fiel para ti y tu
pueblo. Como ves, Yo soy el
esposo. Tu vida será acerca de mi
amor. Tu dolor señalará el mío. Y tu fidelidad será una réplica de la mía”.
Esta
fue la ordenación de Oseas para el ministerio. Mientras Isaías fue llevado ante
el trono y presenció la majestad y pureza del Santo, Oseas conoció a Gomer en
la silla de pecadores y presenció el amor incomprensible del Santo. Ese amor iba a ser el mensaje de Oseas para
Israel.
“El principio de la palabra de Jehová por medio de
Oseas. Dijo Jehová a Oseas: Vé, tómate una mujer fornicaria, e hijos de
fornicación; porque la tierra fornica apartándose de Jehová. Fue, pues, y tomó a Gomer hija de Diblaim, la cual
concibió y le dio a luz un hijo.” (Oseas 1:2-3)
El dolor del rechazo y
la traición comenzó pronto para Oseas.
Al menos al tiempo en que nació su segundo hijo, Gomer era una
prostituta consumada. El segundo hijo
de Gomer fue llamado Lo-ruhamah, que significa “No amada”. Existe la posibilidad de que esta hija ni
siquiera era de Oseas. Con el tercer
hijo no tenemos ninguna duda. Su
nombre, Lo-Ammi, significa “No mi pueblo”. En este tiempo Gomer estaba yendo y
viniendo como le placía.
A medida que leemos
acerca de este “matrimonio”, nuestras mentas brincan de Oseas y su dolorosa
situación a la paciencia santa y fidelidad continua de Dios hacia
nosotros. Comenzamos a pensar, ¿Cómo
pudo Dios pedirme como su esposa? Sin duda, la mente de Oseas también estaba
brincando de su propia situación a un entendimiento más profundo del gran amor
de Dios.
Pero los problemas de
Oseas no se habían terminado. Después
de haber deshonrado tanto a Oseas como a ella misma, Gomer tiró por la ventana
las apariencias del matrimonio y dejó a Oseas.
Engañada por sus pasiones, pensó de alguna manera que podía obtener algo
mejor. Dijo: “Iré tras mis amantes, que
me dan mi pan y mi agua, mi lana y mi lino, mi aceite y mi bebida” (Os. 2:8).
Evidentemente,
cuando Gomer se fue, Oseas se aseguró que ella tuviera provisiones. Sabía que a sus amantes ella no les
importaba. Dada la situación, la
dejarían morir de inanición. Así que
Oseas proveyó para Gomer, aun cuando ella le atribuyó estas provisiones a sus
amantes. Para Gomer, Oseas estaba
totalmente olvidado, no obstante tanto Oseas como Dios dicen, “Ella no
reconoció que yo le daba el trigo, el vino y el aceite, y que le multipliqué la
plata y el oro” (Os. 2:8).
Aun con el apoyo de
Oseas, Gomer eventualmente fue desechada por sus amantes. Sólo podemos adivinar el grado de abuso que
recibió de parte de estos hombre. Violación, prostitución forzada, y golpes probablemente fueron la
norma para ella. Fue tratada como
basura. Todo lo quedaba para ella era
la esclavitud.
Gomer estaba
acabada. Sus adulterios casi la
llevaron a la tumba. Era una
despreciada, sin ninguna esperanza. Su
vergüenza, temor y rechazo no pudieron ser más intensos. Estaba parada en el mercado de esclavos,
desnuda para poder ser inspeccionada por un comprador potencial. ¿Quién sería el siguiente en abusar de ella?
“Me
dijo otra vez Jehová: Vé, ama a una mujer amada de su compañero, aunque
adúltera, como el amor de Jehová para con los hijos de Israel” (Os. 3:1)
El precio nunca se elevó
mucho. Aparentemente, nadie estaba
impresionado con la mercancía. Gomer
fue vendida por el precio de una esclava común. Después haber pagado el precio, Oseas se dirigió hacia Gomer e
hizo algo que debió haber dejado a la gente murmurando: él cubrió su
desnudez. Quizá Gomer ni siquiera
reconocía a Oseas todavía, pero no
importaba. Siguiendo el mandato de Dios,
Oseas la trató inmediatamente como su esposa.
Reafirmó su pacto de matrimonio con ella. Esencialmente dijo, “Soy tuyo y tú eres mía. Te pertenezco sólo a ti, tú me perteneces y
no alguien más”.
Muy cerca del evangelio
de Cristo, esta es la historia de amor más grandiosa que se haya contado. ¿Has sido testigo de este tipo de amor? He
tenido atisbos de él. Existe a través
de toda la Iglesia. Pero nada
verdaderamente se compara con la historia de Oseas y la historia celestial
detrás de ella. Este es un amor
santo. Gomer era leal a sus propios
deseos. Buscó en donde fuera con tal de
ser satisfecha. Oseas estaba
comprometido a ser un reflejo del Esposo Divino. Sabía que era imposible satisfacer los deseos de su esposa, pero
la siguió cortejando, implorándole que se alejara de sus propios deseos y
encontrara satisfacción en el amor marital.
Finalmente, la redimió. La trajo
de vuelta.
¿Cómo fue todo esto para
Oseas? No lo sabemos en realidad. Debió
haber sido una vida dolorosa, llena de vergüenza y dolor, pero Oseas no nos
ofrece sus reflexiones personales. Lo
que reporta simplemente es que se sometió a su Señor y obedeció.
¿Cómo ha sido todo esto
para nuestro Dios Santo? En contraste con Oseas, Dios sí nos ha dado un
entendimiento profundo de su corazón.
Podemos encontrarlo en Oseas 11.
Pero antes de considerar el corazón de Dios por su pueblo, considera no
tiene precedentes el hecho de que alguien comparta públicamente sus
sentimientos más profundos en medio de un amor doloroso. ¿No es humillante que la gente sepa que eres
el buscador apasionado que ni siquiera es reconocido por aquella quien es
buscada? Te sientes como un tonto. No
obstante, Dios se abre a nosotros en uno de los pasajes más dramáticos de la
Biblia.
En el pasaje que sigue,
recuerda que nosotros mismos somos Efraín; nosotros
somos Israel.
“¿Cómo
podré abandonarte, oh Efraín? ¿Te entregaré yo, Israel? ¿Cómo podré yo hacerte
como Adma, o ponerte como a Zeboim? Mi corazón se conmueve dentro de mí, se
inflama toda mi compasión. No ejecutaré el ardor de mi ira, ni volveré para destruir a
Efraín; porque Dios soy, y no hombre, el Santo en medio de ti; y no entraré en
la ciudad.” (Oseas 11:8-9)
Dios
comienza haciendo una pregunta, “¿Cómo podré abandonarte?” Luego le responde
inmediatamente, “¡No puedo! Es imposible.
Tú eres mío”. Dios dice que no
tratará a su pueblo rebelde de la misma manera como permitió que fueran
destruidas dos ciudades gemelas de Sodoma (Deut. 29:23).
Ahora
nota la palabra “conmover”. Es la
palabra que Dios usa para describir su propio corazón, “Mi corazón se conmueve
dentro de mí”. Esta palabra raras veces
es usada en la Biblia como una descripción de la experiencia emocional de
alguien. En vez de eso, usualmente se
usa para describir la conquista y destrucción de una ciudad. Como tal, cuando se usa para describir una
experiencia emocional, tiene la connotación de algo que remueve las
vísceras. Dios está diciendo que su
interior están alboroto por su pueblo.
No es tanto una expresión del dolor de Dios por la traición como lo es
de su intensa compasión por su pueblo.
Revela la profundidad de su deseo de traer a su pueblo de regreso hacia
él.
¿Te
sorprende esto? A mí sí. Todavía a veces siento que Dios apenas me dejo
escurrirme por la puerta de su Reino.
Los chicos buenos ya están adentro.
Yo entré porque Dios tuvo que
dejarme entrar. Había profesado fe en
Jesús como el Señor resucitado y Cristo, y por lo tanto, Dios no tuvo otra
opción.
Sin
embargo, Dios sí tuvo otra opción, y él escogió amarnos con un amor apasionado
y fiel. La razón por la que
ocasionalmente lo dudo es porque pienso que Dios es como nosotros – o como
yo. Si Gomer fuese mi esposa, mi
instinto sería dejarla ir y decirle: “buen viaje”. Yo querría terminar con mis pérdidas y evitar la humillación de
estar buscando a alguien que me ignora.
Pero el pasaje dice que Dios no es como yo. Dios es Dios, no es un hombre.
“Si somos infieles, él permanece fiel, él no puede negarse a sí mismo”
(2 Tim. 2:13). Además, esta no es una
fidelidad estoica. Es vulnerable y
apasionada. Es una fidelidad tan
intensa que Dios la describe desgarrándole su interior.
Por
esto puedes entender cuán confuso es juzgar a Dios desde la perspectiva de lo
que nosotros haríamos en una situación.
Lo temporal y pecaminoso nunca puede ser el estándar para lo santo. Si juzgamos por nuestra propia experiencia,
asumiríamos que Dios eventualmente se hartará de nosotros y nos dejará desnudos
en el mercado de esclavos. Pero Dios
nos dice, “Porque Dios soy, y no hombre, el Santo en medio de ti; y no entraré
en la ciudad”.
¿Qué
retiene su ira, considerando
especialmente que Dios es Amor Santo y Justicia Santa? La razón por la que no vino en ira fue que
su justicia santa estaba esperando el tiempo cuando Jesús se convertiría en el
esclavo por nosotros. El llevaría la
vergüenza y rechazo que eran nuestros justamente. Nos perdonaría completamente y nos justificaría. Aun más, nos glorificaría (Rom. 8:30). Nos exaltaría.
Dios
mira su creación desde la perspectiva de la consumación. Desde ese punto de vista ve lo que será su
Gomer. Será una novia radiante, honrada
y glorificada. Será presentada delante
de la gloriosa presencia de Dios sin mancha, y será recibida por él con sumo
gozo (Judas 24). Si Dios está
apasionado con respecto a la búsqueda de una esposa adultera, puedes estar
seguro de que habrá una gran celebración, risa y gozo cuando su esposa sea
glorificada y esté en su presencia para siempre.
La
escena será similar a algunas de las mejores ceremonias nupciales que has
visto, pero puesto que es una boda santa, será diferente a aquellas que has
visto. Una diferencia será el punto
focal del evento. En las bodas
occidentales tradicionales, la novia es a quien se honra. Todos en la boda hablan acerca de lo hermosa
que es. Todos los ojos están puestos
sobre ella. Sin embargo, en la
ceremonia eternal del cielo, nuestra mirada estará fija en otro. La novia, ciertamente, será exaltada,
honrada y glorificada, pero su belleza exaltará aun más al trino Dios. Fue él quien la buscó, enamoró, la trajo y
la transformó. Cualquier belleza de la
novia es un reflejo de la belleza aun más grande del novio.
¿Ya te
estás sintiendo lleno? Esto es lo que Cristo da a aquellos que han llegado a
conocer a Cristo a través de la fe:
·
La vergüenza ha sido cubierta y glorificada. Ya no tienen que esconderse de la mirada de
los demás o la de Dios. Son vistos
desde la perspectiva de la eternidad. A
ellos, dice Jesús: “Venid, venid”.
·
Los amenazados son consolados y glorificados. Son consolados porque saben que su esposo es
el Rey soberano de toda la tierra.
¿Habrá sufrimientos? Sí. El
permitirá que venga sufrimiento purificador sobre su novia, pero será sufrimiento
que lleva al bien. Enseñará a su novia
a confiar sólo en él. Como resultado,
la bendición sobrepasará al dolor. La
bendición de ser más como Jesús es mayor que la dificultad del fuego
purificador.
·
Los rechazados son aceptados y glorificados. Estarán maravillados de que Dios está
apasionado por ellos. Su aceptación no
es hipócrita. Al contrario, está
acompañada con su regocijo y canto.
Nuestro Dios ya no nos
llama esclavos. A través de Jesús, nos llama amigos, hijos,
y su esposa. A través del Espíritu, nos
concede el más grande regalo que jamás hemos tenido. Él mismo se nos entrega.
Él dice, “Yo estoy con vosotros” (Juan 14.27-28). “no te desampararé, ni te dejaré; de manera
que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré Lo que me
pueda hacer el hombre “ (Heb. 13:5-6).
Conocí
a un hombre que decidió en el momento que su esposa lo dejó que nunca más
confiaría en alguna persona. Nunca se
abría con nadie. Nunca se acerca a los
demás, ni permitía que alguien se le acercase.
Por supuesto, se daba cuenta de que todavía estaba siendo controlado por
su esposa, pero pensaba que esta manera de ser por lo menos sería menos
dolorosa.
A la
luz de Oseas, tal estrategia no es ni siquiera una opción para el
cristiano. El amor de Dios es una amor
costoso. Nunca toma el camino fácil de
alejarse de las relaciones. Al
contrario, planea como moverse rumbo a los demás. Piensa en maneras creativas de sorprenderlos con amor.
El
camino del amor de Dios no es uno sin sufrimiento. De hecho, aquellos que aman más, sufrirán más. No obstante, el camino del amor de Dios es
un camino que nos deja rebosantes.
Nuestra taza no puede contener lo que Dios derrama sobre nosotros. Entonces, simplemente es natural que el
consuelo que recibimos de Cristo rebosará hacia las vidas de otras personas (2
Cor. 1:3-7). Nuestra meta es amar a la
gente más que necesitarla. Somos jarras
rebosantes, no tazas con agujeros.
Para Pensar
Mucha
gente pregunta, “¿Cómo puedo conocer realmente el amor de Dios? Yo quiero conocerlo, pero parase estar tan
distante” La respuesta es arrepiéntete de estar buscando a Dios para sentirte
mejor contigo mismo. Luego piensa en
Jesús a través de la historia de Oseas.
Pídele a dios que te enseñe acerca de este amor, para que puedas tanto
conocerlo como darlo. Pide a otras
personas que oren por ti en tanto lees.
Dios promete que él te enseñará.
[1] Juan Calvino, Institutes of the Christian Religion, trans. J. Allen (Philadelphia: Presbyterian Board of Christian Education, 1936), 1. 1. 1.