Cuando la Gente

Es

GRANDE

y

DIOS

Es

Pequeño

 

Venciendo la presión de grupo,

la codependencia y  el temor al hombre

 

 

 

EDWARD T. WELCH

 

 

1

TANQUES DE AMOR CON UN AGUJERO

 

            “Por algún tiempo, no tenía autoestima”, comenzó diciendo William.  “El único momento en el que me sentía bien era cuando tenía puestos unos tenis de $100 dólares y una sudadera de $60 dólares.  Si no los tenía puestos, no quería ir a la escuela”.

            ¿Quién hubiera pensado que debajo de la imagen “ruda y en onda” de William estaba un ego que podía ser aplastado sencillamente por zapatos baratos y sudaderas simples?  ¡Qué lástima que no lo sabían algunos de sus enemigos! Podrían haber evitado algunos moretones, cortesía de los puños de William.  Ni idea tenían que William era un “Sansón” moderno: su fuerza estaba en los zapatos.  Si le robabas sus zapatos, conquistabas al hombre.

            Por supuesto, los zapatos no eran el problema exactamente.  El problema era la reputación de William.  Era lo que las demás personas pensaran de sus zapatos – y por lo tanto, de él.  Llámale como quieras – reputación, presión de grupo, el “qué dirán”, o la codependencia – la vida de William estaba controlada por los demás.  En esto, no era diferente a la mayoría de la gente.

            Mi propio despertar hacia este problema ocurrió cuando estaba en el último año de la preparatoria.  Siempre había sido tímido e introspectivo, controlado por lo que mis coetáneos pensaran (o pudieran pensar) pero nunca lo consideré seriamente sino hasta el día de la entrega de premios.

            Tenía la posibilidad de ganar un premio, y estaba muerto de miedo por si me lo ganaba.  El auditorio estaba repleto con dos mil estudiantes de preparatoria.  Me gustaba sentarme en las últimas filas y desde allí me parecía que la plataforma estaba a una o a dos millas de distancia.  Todo lo que podía pensar era lo que pensarían de mí mis compañeros cuando caminara al frente.  ¿Acaso caminaría gracioso? ¿Me tropezaría al subir las escaleras? ¿Alguna persona pensaría que yo era un pesado? (oraba para que no lo pensara una muchacha que me gustaba).  ¿Qué pensarían aquellos que también fueran nominados o pensaban que lo merecían? ¿Qué pensarían de mí si yo ganaba en vez de ellos? ¿Qué diría en mi breve discurso de aceptación del premio?

            Oraba: ¡Dios mío, por favor no permitas que me lo gane!

            Después de haber anunciado algunos premios menores, el vicepresidente se dirigió al podium para presentar al ganador.  Comenzó un breve esbozo biográfico algo críptico.  No sonaba exactamente como si fuera yo, pero era tan general que se podía aplicar.  Comencé a sudar, pero permanecía inmóvil por temor de que alguien pudiera pensar que me estuviera interesando.  Finalmente llegó el anuncio: “Y el ganador del premio al mejor estudiante este año es … ¡Rick Wilson!”

            ¡Rick Wilson! ¡No lo podía creer! ¡Nadie pensó que siquiera fuera candidato!

            Pueden imaginar mi reacción.  ¿Alivio? De ninguna manera.  Me sentí un fracaso total.  ¿Qué pensaría la gente ahora de mí?  Sabían que yo era candidato para el premio, y otra persona fue elegida.  Qué fracaso era yo.

            Inmediatamente mi mente comenzó a disparar justificaciones.  Hubiera ganado si no hubiera trabajado todo el año.  Ciertamente tengo potencial, sencillamente no quería ganar.   Me toma tiempo, pero cuando llegue a la Universidad les voy a demostrar quien soy.  Sentía vergüenza de regresar a clase.

            ¡Qué pena! ¿No es así?

            Más tarde ese día repasé los eventos en mi mente.  “¡Qué desastre!” – me dije.  “Vivo como un niño asustado.  Estoy demasiado controlado por lo que piensan o pueden pensar otras personas”.  Pero eso fue todo, no supe hacia donde ir a partir de ese punto.  No tenía suficientes recursos bíblicos para encontrar alguna solución para lo que descubrí acerca de mí mismo.  Hasta donde podía ver, no había salida alguna.  Esta era mi vida.  Retraimiento, ser controlado por las opiniones de otros, o como fuera que se llamara, sólo podía ser controlado, pero no curado.  Quizá algún éxito futuro ayudaría.  O (y pensé que esto era bastante inteligente) podía agregar detalles a alguna de las justificaciones que habían cruzado mi mente ese día.  Podía ser bueno en algo pero nunca estar totalmente dedicado a alguna tarea particular.  Luego cuando no tuviera éxito y mi autoestima estuviera por los suelos, racionalizaría diciendo que pude haber sido el mejor si hubiera trabajado con más ahínco.  Por lo menos, yo podría pensar que estaba bien, si esto me ayudaba algo.

            No tenía respuestas, pero los eventos de ese día ciertamente trajeron estos asuntos al proscenio de mi mente.  Por lo menos, fue un despertar hacia este asunto.

            En la universidad traté de combatir contra esta bestia utilizando algunos cuasi éxitos en lo académico y lo atlético, y utilicé la estrategia “pude-haberlo-hecho-mejor-si-hubiera-querido”, pero este asunto siempre estaba presente.  Era cristiano, pero eso no me ayudó a estar firme en la batalla.  Todavía lo sentía.  Cada rechazo, cada fracaso percibido, cada persona por la que quería ser notada que no lo hacía, me recordaba que todavía era yo aquel muchacho sentado en las últimas filas del auditorio de la preparatoria.

 

“Bastante bien” en Cristo

            Hubo algunos cambios durante mis días en el seminario.  Llegaron durante mi primer año cuando tuve la oportunidad de dirigir un estudio bíblico sobre el libro de Romanos.  Anteriormente había considerado el tema encontrado en Romanos sobre la Justificación por la fe, pero en esta ocasión me pareció muy importante porque hice una conexión entre mi dependencia en las opiniones de otros y la justificación por la fe.  Mi razonamiento, que ciertamente no es original, era que no tenía que alcanzar la medida de la opinión de otros porque la opinión de Dios acerca de mí estaba basada en la obra consumada de Cristo.  En otras palabras, aunque soy pecador, Dios me amó y me declara justo delante de él, por lo tanto ¿qué importancia tiene lo que la gente piensa de mí?

            Esta parecía ser la libertad que necesitaba.  Sentí como si de nuevo me convertía.  No tenía que estar preocupado por la opinión de los demás.  Simplemente tenía que estar consciente de la opinión que Dios tuviera de mí.  Yo era su hijo amado.  Un santo.  Bastante bien en Cristo.  ¡Fabuloso!

            Al paso de los años siguientes todavía me preocupaban demasiado las opiniones de otros, pero rápidamente me recordaba que no tenía que alcanzar la medida que los demás estaban pensando.

            “¿A quién le interesa lo que piensan?” - trataba de persuadirme.  “¿Qué importa si no piensan que soy fabuloso?  Yo ya alcancé la medida por lo que hizo Jesús”.  Me di cuenta de que si Jesús pensaba que yo era fabuloso, entonces eso sería suficiente.

            Pensaba que mi tratamiento estaba funcionando.  Sólo hubieron algunos momentos en los que tenía mis dudas.  Algunas veces pensaba, “¿Realmente estoy parado en Cristo o estoy parado en mi éxito percibido y en la opinión favorable de los demás?”  Después de todo, los demás usualmente me alentaban bastante.  Quizá me sentía bien conmigo mismo porque los demás se sentían bien con respecto a mí.  O quizá me sentía bien conmigo mismo porque había tenido logros respetables en el atletismo, y había tenido calificaciones decentes, por supuesto, comparándome con otras personas.  Quizá me enorgullecía mi aspiración ministerial, que comparaba con las metas menos espirituales de otras personas.  Quizá había encontrado una identidad en el ser “bueno”, o al menos “mejor” que la mayoría de la gente que conocía.  Pero ¿no son acaso “buena gente” todos los que quieren complacer a los demás?  En resumen, tal vez todavía estaba siendo gobernado por las opiniones de los demás, pero puesto que me sentía bien, no tenía mucha motivación para investigar más a fondo.  Ciertamente no iba a conversar de esto con otra persona  - eso hubiera sido muy penoso.

            Fue entonces que me casé.

 

Un gran Despertar

            El matrimonio ha sido un privilegio y una bendición para mí.  También ha sido el contexto para un descubrimiento sorpresivo.  Me di cuenta que estar “bastante bien” en Cristo, no era suficiente para mí.  Cuando recién me casé, sabía que Jesús me amaba, pero también quería que mi nueva esposa estuviera absolutamente enamorada de mí para siempre.  Necesitaba que me amara.  Al final de cuentas, podía manejar pequeñas cantidades de rechazo de otras personas, pero me sentía paralizado si no tenía el amor que necesitaba de parte de ella.  Necesitaba amor incondicional.  Si ella no pensaba que yo era un esposo estupendo, entonces estaría aplastado (y, como pueden imaginar, un poquito molesto).

            Esto me llevó a un segundo despertar.  De pronto me di cuenta que me había convertido en un tanque de amor móvil, una persona que estaba vacía en el interior y que buscaba a alguien para llenarse. Ciertamente, mi esposa había sido dotada con la capacidad de amar, pero nadie podría haberme llenado.  Pienso que yo era un tanque de amor con un agujero.

            Probé con todas las respuestas bíblicas antiguas que me habían funcionado antes de mi matrimonio, pero no fueron de ayuda.  No llegaban los suficientemente lejos.  De hecho, llegaron a ser casi irrelevantes.  Me recordaban los tiempos cuando, después de haber sido rechazado amablemente por alguno muchacha, mis padres me animaban diciendo: “te amamos, pase lo que pase”.  Siempre apreciaba su intento, pero como saben todos los padres e hijos, eso no ayudaba.  Por supuesto, era bueno que mis padres me amaran, y hubiera sido peor si ellos no me amaran, pero yo quería que también alguien más me amara.

            Desde aquellos días he hablado con cientos de personas que han llegado a este mismo punto: están bastante seguros de que Dios les ama, pero también quieren o “necesitan” amor de otras personas – o al menos necesitan algo de otras personas.  Como resultado, están en servidumbre, controlados por otros y sintiéndose vacíos.  Son controlados por cualquier persona o cosa que ellos crean que les puede dar lo que ellos piensan necesitar.

            Esto es cierto: lo que tú necesites o a quien tú necesites, te controlará.

 

Enfrentado el “Temor al Hombre”

            Mucha gente con la que he hablado también tuvo un despertar cuando vieron el poder controlador ejercido por otras personas.  Ellos despertaron a una epidemia del alma llamada, en lenguaje bíblico, “el temor al hombre”.  Aunque eran adoradores consagrados del Dios verdadero, por debajo de la superficie, le temían a otras personas.  Esto no quiere decir que estaban aterrados o con miedo de otras personas (aunque a veces sí).  En el sentido bíblico la palabra “temor” tiene un significado amplio.  Incluye tener miedo de alguien, pero el significado se extiende hasta tener admiración por alguien, ser controlado o dominado por la gente, adorar a otras personas, poner nuestra confianza en la gente, o necesitar a la gente.

            Una nota adicional: Tal y como la palabra “temor” es definida ampliamente en el sentido bíblico, ocurre lo mismo con la palabra “hombre”.  En la Escritura incluye a los hombres, las mujeres y los niños.  Cuando yo uso la expresión “temor al hombre” en este libro, no me estoy limitando al género masculino.  Estoy asumiendo, basado en la Biblia, que toda persona en nuestras vidas potencialmente puede controlarnos.

            Como sea que quieras decirlo, el temor al hombre puede ser resumido de esta manera: Reemplazamos a Dios con la gente.  En lugar de tener un “temor del Señor” bíblico, tenemos temor a los demás.

            Por supuesto, el “temor al hombre” puede ser nombrado de muchas maneras.  Cuando somos adolescentes le llamamos “presión de grupo”.  Cuando somos mayores, se le llama “complacer a la gente”.  Recientemente, ha sido llamado “codependencia”.  Con estas etiquetas en mente, podemos descubrir el temor al hombre por todas partes.

·        ¿Has batallado con la presión de grupo? La “presión de grupo” es simplemente un eufemismo del “temor al hombre”.  Si la experimentaste cuando eras joven, créeme, todavía está allí.  Puede estar sumergida y revelarse en maneras más apropiadas para un adulto, o puede estar camuflajeada en tu impresionante currículum vitae (tus éxitos percibidos).

·        ¿Tienes demasiados compromisos? ¿Encuentras difícil decir “no” aun cuando la sabiduría te indica que deberías? Eres alguien que vive para “complacer a los demás”, lo cual es otro eufemismo del “temor al hombre”.

·        ¿”Necesitas algo de tu cónyuge? ¿”Necesitas” que tu cónyuge te escuche? ¿te respete? Piensa cuidadosamente.  Ciertamente Dios se complace cuando hay buena comunicación y honra mutua entre los cónyuges.  Pero para mucha gente, el deseo de estas cosas tiene sus raíces en algo más allá del diseño de Dios para sus imágenes.  A menos que entiendas los parámetros bíblicos del compromiso matrimonial, tu cónyuge llegará a ser a quien tu temas.  Tú cónyuge te controlará.  Tu cónyuge tomará calladamente el lugar de Dios en tu vida.

·        ¿Es la autoestima una preocupación crítica para ti? Esta, al menos en los Estados Unidos, es la manera más popular en que se expresa el temor a otras personas.  Si la autoestima es un tema recurrente para ti, hay mucha probabilidad de que tu vida gira alrededor de lo que otros piensen de ti.  Reverencias o temes a sus opiniones.  Los necesitas para reforzar tu sentido de bienestar e identidad.  Los necesitas para que te llenen.

·        ¿Has temido alguna vez el ser expuesto públicamente como un impostor? Esto le ocurre a muchos hombres de negocios y gente aparentemente exitosa.  Este sentimiento por ser expuesto es una expresión de su temor al hombre.  Significa que las opiniones de otras personas son capaces de controlarte, especialmente su posible opinión de que eres un fracaso.

·        ¿Estás siempre inseguro en las decisiones debido a lo que los demás puedan pensar? ¿Tienes miedo de cometer errores que te hagan ver mal a la vista de los demás?

·        ¿Te sientes vacío o sin propósito? ¿Experimentas un “hambre de amor”? De nuevo aquí si necesitas a otros para llenarte, eres controlado por ellos.

·        ¿Te sientes apenado con facilidad? Si es así, la gente y sus opiniones percibidas probablemente te definen.  O, usando el lenguaje bíblico, estás exaltando las opiniones de los demás al punto de ser gobernado por ellas.

·        ¿Mientes? ¿Especialmente las pequeñas mentiras blancas? ¿Qué me dices de las “actuaciones”, aunque técnicamente no estés mintiendo con tu boca? La mentira y otras formas de vida en la oscuridad, usualmente son maneras de hacernos ver mejores delante de los demás.  También sirven para cubrir nuestra vergüenza delante de ellos.

·        ¿Tienes celos de otras personas? Estás siendo controlado por ellos y sus posesiones.

·        ¿Te enoja o deprime a menudo la gente? ¿Te están volviendo loco? Si es así, probablemente son el centro de control de tu vida.

·        ¿Evitas el contacto con la gente? Si es así, aun cuando no digas que necesitas a otras personas, de todas maneras estás controlado por ellas.  ¿No está dominado un ermitaño por el temor al hombre?

·        ¿Acaso no están la mayoría de las dietas dedicadas a impresionar a los demás? (aún cuando están bajo la categoría de “salud”).  El deseo de la “alabanza de los hombres” es una de las maneras como exaltamos a la gente por encima de Dios.

·        ¿Han fallado el blanco todas estas descripciones?  Cuando te comparas con otras personas, ¿te sientes bien con respecto a ti mismo? Tal vez la forma más peligrosa del temor al hombre es la que se relaciona con el “éxito”.  Tales personas piensan que “ya la hicieron”.  Tienen más que otras personas. Se sienten bien con ellos mismos.  Pero sus vidas aun están definidas por los demás en vez de que por Dios.

 

Un Problema Universal

            No pienses que este es un problema sólo de los tímidos y cobardes.  ¿No está acaso la persona enojada o la persona que trata de intimidar también controlada por otros? Cualquier tipo de “machismo” califica para el título.  ¿Qué me dices del ejecutivo que está trabajando para ser más productivo que su asociado con tal de avanzar en el escalafón? El eterno fanfarroneo en la sala de juntas es una versión agresiva del temor al hombre.  ¿Y piensas que las estrellas atléticas están por encima de estar buscando la buena opinión de los aficionados y de los reporteros deportivos? Declarar agresivamente que no necesitas a nadie es igualmente evidencia del temor al hombre como lo son otros ejemplos más tímidos que hemos visto.  El temor al hombre viene en estos paquetes y en muchos otros.

            ¿Ya te ves incluido? Si no, considera sólo una palabra: evangelismo.  ¿Alguna vez has estado demasiado tímido como para compartir tu fe en Cristo debido a que otros podrían pensar que eres un tonto irracional?

            ¡Te pesqué!

            El temor al hombre forma de tal manera parte del ser humano que deberíamos checar el pulso de aquel que lo niega.

            En los Estados Unidos estamos al final de una revolución que incluyó cantidades de libros sobre la codependencia.  Por varios años todo libro que tenía la palabra “codependencia” en el título tenía la garantía de ser un éxito en las ventas.  Melodie Beattie, por ejemplo, ganó millones con su libro Codependent No More.  Obviamente le dio a un tópico que era importante para mucha gente, sin embargo se trata del temor al hombre en su vestimenta secular.  Melody Beattie hablaba acerca del problema en términos de ser controlado o dependiente de otras personas, y su prescripción fue que debías amarte más a ti mismo.

 

La Búsqueda de una Respuesta Bíblica

            Ese enfoque sonó un poco superficial para el mundo evangélico, así que muchos cristianos respondieron diciendo que un mejor tratamiento para la codependencia es saber que Dios te ama más de lo que piensas.  Dios puede llenarte con amor, así no tendrás que ser llenado por otras personas.

            Ciertamente esto es mejor que la exhortación de amarte más a ti mismo, pero aun esta respuesta está incompleta (y esto puede sonar controvertido).  El amor de Dios puede ser una respuesta profunda para casi cualquier problema humano, pero algunas veces puede ser usado de tal manera que se convierte en una versión tergiversada de una verdad profundamente rica.  Por ejemplo, algunas veces, debido a nuestros errores al interpretar la Escritura, esta respuesta no toma en cuenta el llamado que Dios nos hace a considerar a los demás como superiores a uno mismo (Fil. 2:3), o hace caso omiso de la necesidad del arrepentimiento.  Algunas veces, permite que nosotros y nuestras necesidades sean el centro del universo, y Dios se convierte en el mandadero psíquico que tiene la tarea de elevar nuestra autoestima.

            Necesitamos investigar aun más la Escritura para poder entender verdaderamente la experiencia universal del “temor al hombre”.  El propósito de este libro es dar ese siguiente paso.  Durante el recorrido nos encontraremos con personas tales como Abraham y Pedro, quienes resbalaron al abismo del temor al hombre y arrastraron a otros con ellos.  Consideraremos las maneras sutiles en las que el temor emerge en nuestras vidas.  Veremos que los escritores de la codependencia estaban en lo cierto – es una epidemia nacional.  Luego, encontraremos la solución dada por Dios.

            Aquí están algunos de los temas que exploraremos.

·        Para entender realmente las raíces del temor al hombre, debemos comenzar haciendo las preguntas correctas.  Por ejemplo, en lugar de “¿Cómo puedo sentirme mejor conmigo mismo y no ser controlado por lo que piensan los demás?” una mejor pregunta sería “¿Por qué estoy tan preocupado por la autoestima?” o “¿Por qué tengo que tener a alguien (aun a Jesús) que piense que soy fantástico?” Estos son algunos de los tópicos que consideraremos desde muchos ángulos en este libro, pero incluido en la respuesta está el hecho de que necesitamos pensar con menor frecuencia en nosotros mismos.  Hablaremos después del por qué y el cómo.

·        El tratamiento más radical para el temor al hombre es el temor al Señor.  Para ti, Dios debe ser más grande que la gente.  Este antídoto tarda años en ser entendido; de hecho, tomará todas nuestras vidas.  Pero mi esperanza es que el proceso puede ser acelerado y cultivado a través del estudio de este libro.

·        Con respecto a los demás, nuestro problema es que los necesitamos (para nosotros mismos) más de lo que los amamos (para la gloria de Dios).  La tarea que Dios establece para nosotros es que los necesitemos menos y los amemos más.  En vez de buscar maneras para manipular a los demás, debemos preguntarle a Dios cuál es nuestro deber hacia ellos.  Esta perspectiva no llega a nosotros con naturalidad, y muchos de nosotros necesitamos considerar esta verdad desde varios ángulos antes de poder verla.  Pero la convicción de este libro es que esta verdad es otra de las paradojas divinas encontradas en la Escritura – el camino del servicio es el camino a la libertad.


 

 

 

 

PARTE UNO

 

 

 

CÓMO Y POR QUÉ

LE TEMEMOS A LOS DEMÁS

 

 

            La parte Uno de este libro explorará la perspectiva bíblica del temor al hombre para ayudarte a hacer tres cosas:

 

·        Paso 1: Reconocer que el temor al hombre es un tema preponderante tanto en la Biblia como en tu vida.

·        Paso 2: Identificar en dónde tu temor al hombre ha sido intensificado por las personas en tu pasado

·        Paso 3: Identificar en dónde tu temor al hombre ha sido intensificado por las suposiciones del mundo.