DE GENERACIÓN A GENERACIÓN

Cuando me alisto para manejar en un largo viaje, siempre checo un mapa. Pero no busco un mapa que muestre caminos secundarios y calles residenciales. Demasiados detalles al principio pueden ser demasiado confusos. En su lugar, busco las carreteras principales que lleguen a mi destino y tengo una mejor percepción de todo el viaje. Después saco los mapas que tienen más detalles.
En el capítulo anterior, vimos que aplicar las narrativas del Antiguo Testamento al mundo moderno requiere ajustes a la época, cultura y personales. Estas consideraciones son como mapas de varias escalas que guían nuestros esfuerzos. Los ajustes de la época nos dan un panorama más amplio, las consideraciones culturales se enfocan en más detalles, y las variaciones personales tratan más específicamente las consideraciones individuales. En este capítulo bosquejaremos los ajustes a gran escala que se deben de hacer cuando aplicamos los motivos del Antiguo Testamento a través de las grandes épocas de la historia de la redención. En los próximos dos capítulos pondremos consideraciones culturales y personales dentro de este gran marco.
Las aplicaciones a través de los años abarcan un buen número de asuntos importantes. Tomaremos tres: la estructura de la época de la historia de la redención, las narrativas del Antiguo Testamento y Cristo y la teocracia cristiana. ¿Cómo describe la Escritura las épocas de la historia de la redención? ¿Qué lugar tiene Cristo en la aplicación moderna? ¿Cómo debemos aplicar las historias del Antiguo Testamento a nuestra época?

Épocas en la historia de la Redención
Es difícil concebir la vida a parte de las categorías históricas. Casi siempre pensamos en términos del pasado, presente y futuro. La Biblia también refleja un conocimiento agudo de la historia; los escritores bíblicos estaban preocupados tonel origen del desarrollo y el destino del mundo. Tenían perspectivas individuales, pero sus puntos de vista contribuyeron a una perspectiva unificada. Nos enfocaremos brevemente en dos dimensiones de esta perspectiva Bíblica: divisiones entre las épocas y unidad entre las épocas.

Divisiones entre las épocas
Tanto los pediatras como los padres te dirán que los niños no maduran en un ritmo constante, sino que pasan por ciclos de crecimiento y desarrollo más rápido en unas épocas que en otras. De muchas maneras, esto es verdad para la historia Bíblica. Dios se reveló a sí mismo a Su pueblo a través de los siglos, pero los desarrollos dramáticos ocurrieron en varias ocasiones. Estos oleajes en la historia de redención se llevaron a cabo en tanto que Dios intervenía decisivamente en el mundo para llevar a Su pueblo hacia nuevas edades de bendición.
¿Cuáles fueron estos pasos de desarrollo? La Escritura divide la historia de redención en: divisiones dentro de la Historia del Antiguo Testamento y la decisiva división en Cristo.

Divisiones dentro de la Historia del Antiguo Testamento. Los escritores del Nuevo Testamento tomaron muchas perspectivas en divisiones dentro de la historia del Antiguo Testamento. En tanto examinamos sus perspectivas, podemos ver que dividen el Antiguo Testamento de diferentes maneras. Pero estas perspectivas diversas contribuyen a un plan. A manera de ilustración contrastaremos las estructuras de la época del Antiguo Testamento bosquejadas por Pablo y Lucas.
En Romanos 5:12-21 Pablo divide el Antiguo Testamento en dos períodos. El habló de “la transgresión de uno solo (Adán)” (v. 17) y después se dirigió al tiempo cuando “la ley (de Moisés) se introdujo para que el pecado abundase” (v. 20). Esta doble división correspondió a “la obediencia de uno (Cristo)” (v. 19) y sus resultados que “sobreabundó la gracia” (v. 20). En este pasaje Pablo se enfocó en los períodos antes y después del Sinaí.
En 2 Pedro 3:5-7 encontramos un patrón diferente, Pedro no habló de Sinaí como el evento crucial en la historia del Antiguo Testamento, sino que, unió sus divisiones de la época más directamente al diluvio de Noé. Después de que Dios creó la tierra, “el mundo de entonces” (v. 6) continuó hasta el diluvio. Después del diluvio la historia entró al período de “los cielos y la tierra que existen ahora” (v. 7). Este mundo continua hasta la formación de “cielos nuevos y tierra nueva” en la segunda venida de Cristo (v. 13). Pedro no contradijo el énfasis de Pablo en la caída de Adán al pecado y el Sinaí, pero el dividió la historia de la redención de diferentes maneras en eras antes del diluvio después del diluvio y el nuevo mundo por venir.
El reporte de Lucas del discurso de Esteban (Hechos 7:2-53) ofrece un tercer acercamiento a la historia del Antiguo Testamento. En respuesta a la acusación de que él estaba hablando “palabras blasfemas contra este lugar santo y contra la ley” (Hechos 6:13), Esteban repasó varios puntos principales en el Antiguo Testamento. El mencionó el tiempo de los patriarcas (Hechos 7:2-16), el éxodo y la conquista (Hechos 7:17-45ª) y los reinados de David y Salomón (Hechos 7:45b-47). Esteban identificó tres períodos en el Antiguo Testamento: el patriarcal, Mosaico y monárquico.
Por lo menos dos factores explican por que Pablo, Pedro y Lucas vieron la historia del Antiguo Testamento desde perspectivas complementarias. Por un lado, el Antiguo Testamento es vasto y complejo, prestándose a muchos patrones diferentes de división. Imagina de cuántas formas podemos categorizar los períodos del crecimiento de un niño. Las posibilidades son innumerables. Similarmente, ningún solo esquema puede explicar adecuadamente todos los desarrollos dentro del Antiguo Testamento.
Por un lado, las diferencias entre los escritores del Antiguo Testamento también resultaron desde sus intenciones específicas. En Romanos 5:12:21 Pablo contrastó a Adán y Cristo al enfatizar las similitudes entre la desobediencia inicial de Adán y la obediencia de Cristo, así como el incremento del pecado después de Sinaí y el incremento de la gracia y justicia después de Cristo. Sin embargo, Pedro se dirigió a aquellos que se mofaron de la promesa del regreso de Cristo (2 Pedro 3:3-13), mostrando los paralelos entre la creación, el diluvio y el juicio final. Lucas reportó cómo Esteban respondió a las preguntas acerca del templo al enfocarse en Abraham, Moisés y la monarquía (Hechos 7:2-50). Las intenciones específicas de cada persona trajo sus perspectivas distintivas de la historia de la redención.
Una de las maneras más útiles de bosquejar los desarrollos de las épocas del Antiguo Testamento combina los períodos que Pablo, Pedro y Lucas enfatizaron en los pasajes que acabamos de mencionar. Este esquema se enfoca en los eventos principales del pacto en los días de Adán, Noé, Abraham, Moisés y David. Estos períodos de tiempo se ven principalmente a la luz de las relaciones del pacto establecidas durante esos tiempos. El período de Adán se enfocó en la caída de la humanidad de las perfecciones del Edén; el período de Noé se interesó en el juicio de Dios en contra del mal y la promesa de un mundo estable; Abram abrió el interés del período patriarcal con la promesa de la simiente, la tierra y la bendición; el pacto Mosaico enfatizó la Ley y la constitución de Israel en nación; y el período Davídico trató con el establecimiento de la dinastía de David sobre Israel. Un número de intérpretes han seguido este modelo básico.
Ya sea que sigamos cualquier esquema, los desarrollos de las épocas dentro del Antiguo Testamento influyen en la aplicación por lo menos en tres formas.
Primero, debemos de evaluar el período de la historia redentora en los que se llevaron a cabo los eventos. ¿Cuáles fueron los rasgos peculiares del período? ¿Cómo se reflejan las características de la época en el texto? Segundo, el período del escritor y su audiencia deben de ser recordados. ¿Cuáles fueron los rasgos distintivos de la época del escritor? ¿Cómo influyeron en el texto? Tercero, debemos de examinar cómo el resto de las señales se asemejan a los motivos a través de otras épocas. ¿Cómo han influido los cambios de una a otra era la presentación de un tema por todo el Antiguo Testamento? Estas consideraciones nos capacitan para discernir el valor permanente del significado original de las historias del Antiguo Testamento para nuestros días.
Por ejemplo, en el Jardín del Edén, Dios le dijo a Adán: “De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Génesis 2:16-17). No podemos entender apropiadamente este mandato aparte sin considerar la época de Adán y Eva. En ese entonces ellos eran siervos sin pecado en el jardín santo de Dios. Dios los puso a prueba para examinar su fidelidad. ¿Cumplirían ellos su comisión o se rebelarían en contra de su Hacedor? En este sentido el mandato a Adán y Eva estaba ligado específicamente a su período redentor-histórico.
Vivimos en un mundo caído, corrupto. ¿Qué podemos aprender de un evento que tomo lugar en la edad de perfección? Las claves para la aplicación moderna aparecen en la época del escritor. Moisés escribió esta historia para gente que vivió mucho después de la caída al pecado. Sus lectores Israelitas no enfrentaban precisamente las mismas elecciones de Adán y Eva. Pero Moisés escribió para advertir a los Israelitas de las horribles consecuencias de desobedecer la Palabra de Dios aún en sus días. Alejarse de los mandatos de Dios saca a la humanidad del paraíso. De manera similar, desobedecer los mandatos de Dios en sus días alejará a Israel mucho más de los ideales del paraíso.
El mismo tema ocurre en otras épocas del Antiguo Testamento. En los días de Abraham la obediencia al llamado de Dios los dirigió a los patriarcas hacia las bendiciones; la desobediencia trajo dolor y problemas. En el período Davídico, los profetas llamaron al arrepentimiento a Israel y ofrecieron prosperidad y bendición para los que guardaban devoción a los mandatos de Dios. En todas las épocas el pueblo de Dios, u obedecía Su Palabra o sufría severamente por su desobediencia.
Trazar el motivo de desobediencia en el jardín a través de las épocas del Antiguo Testamento nos da dirección en tanto aplicamos este pasaje a nuestros propios días. Nosotros no enfrentamos la prueba del árbol del conocimiento del bien y del mal, pero todavía tenemos la Palabra de Dios. Debemos obedecer o sufrir severas consecuencias. El único camino al paraíso de cielos nuevos y tierra nueva es por medio de la sumisión a nuestro Creador.
Siempre debemos de reconocer las divisiones de la historia de la redención en el Antiguo Testamento. Consideramos un motivo como funcionó en la era de los eventos mismos, exploramos cómo el escritor aplicó el motivo a sus días, y trazamos la manera en que el tema aparece en otros períodos del Antiguo Testamento. Estas consideraciones ofrecen una guía vital para cualquier intento de aplicar las narrativas del Antiguo Testamento (ver figura 58).

División decisiva en Cristo. La Biblia también testifica de una división decisiva de época en Cristo. Aunque los escritores del Nuevo Testamento reconocieron que Dios se reveló a Sí mismo en muchas maneras de actividad a lo largo del Antiguo Testamento, ellos identificaron la vida, muerte, resurrección y ascensión de Cristo como el punto de cambio central en la historia. Esta división fundamental de la época aparece brevemente en Efesios 1:18-21, donde Pablo identificó el poder trabajando en el creyente como el mismo poder que levantó a Cristo de los muertos y lo sentó en los lugares celestiales. Para extendernos en lo maravilloso de ese poder, Pablo explicó que Dios había exaltado a Cristo sobre toda autoridad no solamente en “este siglo, sino también en el venidero” (v. 21).
Con estas palabras Pablo dividió toda la historia en dos períodos: “este siglo” y “el venidero”. Su significado no es como el uso moderno de estos términos. Pablo no se refería a nuestro tiempo actual y el tiempo después del regreso de Cristo. Sino que siguiendo el uso común Rabínico de estas categorías para describir el tiempo antes de la venida del Mesías (“este siglo”) y el tiempo introducido por la aparición del Mesías (“el venidero”). Para Pablo “este siglo” se refería a todo lo que había pasado en la historia antes de Cristo; “el venidero” se refería a todo después de Su primera venida.
Otros escritores del Nuevo Testamento expresaron el mismo dualismo histórico en diferentes maneras. Los evangelios sinópticos hablaron del tiempo antes y después de la llegada del Reino de Dios. Juan lo describió en término del mundo abajo y del mundo arriba. El escritor de Hebreos se refirió a ambos dualismos. Pedro reconoció que Cristo había traído a la historia a los “postreros tiempos” (1 Pedro 1:20). Por medio de estas y otras expresiones similares, los escritores del Nuevo Testamento unánimemente afirmaron que la división decisiva en la historia de de redención ocurrió con la primera venida de Cristo.
La estructura de este canon mismo refleja el carácter de giro de Cristo. La revelación del Antiguo Testamento nos apuntó hacia Su apariencia. Jesús mismo dijo: “Si creyeseis a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él” (Juan 5:46) y “Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó” (Juan 8:56). La revelación del Nuevo Testamento se construyó sobre el significado de la venida de Cristo. Como Pablo resumió su ministerio apostólico: “nosotros predicamos a Cristo crucificado” (1 Corintios 1:”3). En este sentido Cristo es el foco central de la Biblia entera.
Los acercamientos protestantes tradicionales hacia la historia de la redención sigue esta perspectiva también. Las confesiones principales y los catecismos han visto la primera venida de Cristo como la cúspide de la religión Bíblica. Típicamente, la historia antes de Cristo ha sido descrita como la edad de ola “Ley”, y la historia después de Cristo ha sido conocida como la edad del “Evangelio”. La centralidad de Cristo en la historia de la salvación ha sido un sello de la teología Cristiana ortodoxa.
El cambio de época que Cristo introdujo es absolutamente esencial al aplicarse a las narrativas del Antiguo Testamento. Cristo trajo cambios que obligan a los intérpretes modernos a considerar de una forma nueva las historias del Antiguo Testamento.
Considera la trágica muerte de Uza en 2 Samuel 6:6-7. el escritor de Samuel primero escribió estas palabras para el pueblo de Dios que vivía en el período del reino dividido. En ese contexto el juicio de Dios contra Uza los instruyó acerca de la santidad del arca y la necesidad de adherirse cuidadosamente a las regulaciones de la adoración en el templo.
Sin considerar los cambios de la época que ocurrieron en Cristo, nunca llegaríamos a una aplicación moderna legítima de este pasaje. La muerte de Uza advirtió a los creyentes del Antiguo Testamento a no deshonrar el arca, pero no tenemos arca física para deshonrar. La adoración cristiana es ante el trono de misericordia celestial que ni siquiera podemos ver, mucho menos tocar.
No obstante, este pasaje tiene implicaciones poderosas para la adoración del Nuevo Testamento. La ira de Dios en contra de Uza nos advierte de la irreverencia al acercarnos al trono celestial de Dios. Si su ira se encendió contra Uza por maltratar el arca del Antiguo Testamento, ¿cuánto más se encenderá contra aquellos que deshonran el trono de misericordia celestial por medio de la hipocresía y la irreverencia en la adoración?
Para ponerlo simplemente, Cristo siempre está entre las historias del Antiguo Testamento y la iglesia. Siempre que buscamos aplicaciones modernas, debemos de trazar motivos del Antiguo Testamento por medio de la revelación decisiva que tomo lugar en Cristo. El contenido de Su enseñanza, los efectos de Su vida, muerte, resurrección, ascensión y las instrucciones de Sus apóstoles nos guían a ajustes significativos del sentido original para nuestros días.

Unidad entre las épocas
Evaluar las estructuras de las épocas de la historia de la redención es un acto difícil de balancear. Muchos cambios importantes se llevaron a cabo en la religión Bíblica, pero estos cambios no eliminaron la unidad significativa entre las épocas. Más bien, los cambios de la época en la historia Bíblica pueden describirse como desarrollos orgánicos. La fe Bíblica es como un árbol creciendo desde la semilla hasta la madurez completa. Como una bellota gradualmente se convierte en un roble, la religión Bíblica crece desde una forma seminal en el Antiguo Testamento hasta su expresión completa en Cristo.
Esta perspectiva reconoce tanto las discontinuidades y las continuidades entre las épocas. Por un lado, el modelo orgánico reconoce las diferencias notables entre las eras de la historia de la redención. Para un observador casual, un roble difícilmente parece lo mismo que una bellota. A parte de un escrutinio cuidadoso, es difícil ver muchas similitudes entre las primeras etapas de la fe Bíblica y las edades que siguieron.
Por un lado, el modelo orgánico llama la atención a la unidad de la historia Bíblica. Un examen cuidadoso de un roble hasta su crecimiento revela que la bellota y el árbol son uno en sí mismos. La semilla tiene el potencial de la planta completa dentro de ella; el árbol maduro es la realización de ese potencial. De manera muy similar, las épocas primitivas de la historia de la redención contenían estructuras inmaduras y modelos que llegaron a una realización completa en tanto Dios reveló más de Sí mismo a Su pueblo. Los principios de fe que valoramos como Cristianos nacieron de las eras anteriores de la revelación Bíblica.
Desafortunadamente los evangélicos van a los extremos en la manera de acercarse a las interconexiones entre las épocas. Algunos grupos se enfocan demasiado en la desunión y otros sobre enfatizan la unidad. Una perspectiva orgánica se opone a ambos extremos. Nos ayudará comparar acercamientos a la historia Bíblica que enfaticen discontinuidades, continuidades y desarrollos orgánicos.

Discontinuidades. Muchos evangélicos enfatizan las discontinuidades entre las épocas. Perciben las épocas de la redención fundamentalmente distintas como si Dios plantara un árbol, permitiera que crezca por un tiempo, arrancara ese árbol y lo reemplazara por otro. El Dispensacionalismo es bien conocido por enfatizar discontinuidad entre las épocas. Por ejemplo la versión popular Scofield divide la historia Bíblica en segmentos discretos. El período desde la creación hasta la caída fue un tiempo de inocencia; en esta era Adán y Eva eran responsables de mantener su inocencia absteniéndose del fruto. El tiempo desde la caída hasta el diluvio constituyó la edad de la conciencia. En esta era Adán y Eva adquirieron y transmitieron el conocimiento del bien y del mal, o conciencia natural. Desde el diluvio a la dispersión de Babel comprende la era del gobierno humano; en este período Dios estableció el gobierno y tres líneas reales a través de los hijos de Noé. Desde el llamamiento de Abram hasta cuando se dieron las leyes tenemos el período de la promesa, que tiene que ver con las promesas hechas a Abram. Después Dios dio Su Ley, pero el pueblo judío la desobedeció. Después de esta época vino el período de la gracia, que se extiende desde la cruz hasta el regreso e Cristo. De acuerdo al pensamiento dispensacional estándar, actualmente estamos viviendo esta época. La última dispensación es la edad escatológica del Reino.
En esta perspectiva existe muy poca continuidad entre una época y la siguiente; lo intérpretes deben de dividir correctamente el mundo de verdad (2 Timoteo 2:15), guardando los principios de cada época separadas de las otras.
En su máxima expresión externa, el Dispensacionalismo ha rechazado la autoridad de los estándares Moisaicos para los cristianos. Como lo puso L.S. Chafer:
Debido a que la ley y la gracia se oponen la una a la otra
en cada punto y es imposible para ellas coexistir, ya sea
como la base de aceptación ante Dios o como la regla de
vida. Por lo tanto, necesariamente, las Escrituras del Nuevo Testamento que presentan los hechos y el alcance de gracia, asumen y enseñan directamente que la ley es quitada. Consecuentemente, no tiene fuerza en la época presente en cualquier sentido que sea. Esta notificación presente de la
ley se aplica no solamente al código legal del sistema Moisaico
y la ley del reino, sino a cada aplicación posible del principio
de la ley.

Esta perspectiva toca el corazón de las narrativas del Antiguo Testamento. Como hemos visto, los escritores del Antiguo Testamento presupusieron la validez de la ley Mosaica. Si los estándares Mosaicos no tienen autoridad sobre los creyentes del Nuevo Testamento, es difícil imaginar cómo las historias del Antiguo Testamento pueden aplicarse a sus vidas.
En décadas recientes los Dispensacionalistas han suavizado las barreras entre las épocas; muchos de ellos están empezando a ver más continuidad. No obstante, aún los Dispensacionalistas modernos todavía tienden a tratar con los períodos de la historia de la redencion como entidades separadas permitiendo relativamente algunos principios de fe para transferirse de una época a otra.
Con todas las variaciones que existen en los círculos dispensacionales es difícil no caricaturizar el movimiento. Sin embargo, en su mayoría es seguro decir que los Dispensacionalistas presumen de discontinuidad entre las épocas a menos que la revelación de un período posterior reafirme específicamente un principio de un período anterior. Desde esta perspectiva algunas ramas de una época anterior deben de ser unidas al árbol de una época posterior pero el árbol nuevo debe aceptar expresamente las ramas de un árbol arraigado. Otra vez, antes de que un principio de una época anterior pueda aplicarse en un período posterior, debe de ser específicamente reafirmado en la Escritura que represente un período un período posterior. De otra forma la enseñanza del período anterior se presume obsoleta.

Continuidades. Otros evangélicos se ven al extremo opuesto. Sobre enfatizando las continuidades entre las épocas. Estos grupos tienden a negar la importancia de los desarrollos de la época para la aplicación de los temas del Antiguo Testamento. Ellos reconocen que la historia de redención consiste en todo un árbol que ha crecido a través de las edades. Aunque desde su punto de vista algunas ramas del árbol nunca han madurado, como si fueran ramas que no crecen apareciendo aquí allí, mezcladas con las ramas maduras que han crecido en Cristo.
Un movimiento reciente que tiende hacia esta dirección es la Teonomía, o Reconstrucción Cristiana. Es difícil generalizar sin representar mal algunos individuos, pero podemos decir con seguridad que los Teonomistas limitan la maduración del árbol de redención en áreas particulares. Tienden a reconocer desarrollos significativos entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento en algunos aspectos de la fe aunque no en todos.
Por ejemplo, los Teonomistas admiten que las ceremonias del tabernáculo y del templo están radicalmente ajustadas para los creyentes del Nuevo Testamento, pero los códigos penales de la ley Mosaica permanecen principalmente sin cambios para el mundo moderno. Los hijos incorregibles y los blasfemos todavía deberían de ser ejecutados (Éxodo 21:15-17; Levítico 24:16); los que quebrantan el Sabath deben de someterse a un procedimiento criminal civil (Éxodo 31:15). De una manera general, la suposición con que trabajan los Teonomistas es que a menos que los estándares del Antiguo Testamento han sido específicamente alterados por la revelación del Nuevo Testamento, permanecen sin cambio significativo alguno.

Desarrollos Orgánicos. Ambos extremos están en contraste con el modelo de los desarrollos orgánicos. La Confesión de Westminster contiene uno de los mejores resúmenes de un punto de vista orgánico de la revelación: “Por lo tanto no hay dos pactos de gracia difiriendo en sustancia, sino uno y el mismo bajo varias dispensaciones”.
Opuesto al Dispensacionalismo, esta perspectiva enfatiza que un pacto de gracia se extiende por todas la edades uniendo tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento. El Antiguo Testamento no fue un período de obras y el Nuevo Testamento un período de gracia; el pacto hecho entre el Padre y el Hijo se extiende a través de la historia de salvación.
Existen diferencias significativas reconocidas entre las épocas. Detalles de religión en los días de Abraham que difícilmente se parecen a los tiempos de David. Las enseñanzas de Moisés parecen muy diferentes de las enseñanzas del escritor de Hebreos. Las variaciones de las épocas son notables a veces. Aún así, debemos de ser cuidadosos de no sobreestimar estas desigualdades. Debemos de evaluar todas las diferencias a la luz de la unidad del pacto de la Escritura.
Poner barreras impermeables entre las épocas está en oposición directa a las prácticas de los escritores del Antiguo Testamento. Ellos apoyaron sus esfuerzos en la presunción de continuidades significativas, instruyendo a sus lectores libremente por medio de la revelación que había ocurrido en épocas previas. En el libro de Génesis, por ejemplo, Moisés cubrió eventos que ocurrieron durante el período de inocencia de Adán, la caída de Adán, Noé y los patriarcas. Como hemos visto, no reportó simplemente esta historia para contarle a sus lectores acerca de la vida durante aquellos períodos; él enseño acerca de la vida de su propia época. Moisés escribió Génesis asumiendo continuidades principales entre las épocas previas y la suya propia.
La presunción de continuidad demostrada por los escritores del Antiguo Testamento tiene implicaciones hermenéuticas significativas para nosotros. Dicho simplemente, los temas del Antiguo Testamento no tienen que se reiterados específicamente para ser autoritativos para el pueblo de Dios en una época posterior. Por el contrario, podemos presumir la validez que permanece en el significado original de las narrativas del Antiguo Testamento. A diferencia de los Dispensacionalistas, no estamos buscando más ramas de la fe del Antiguo Testamento para injertar en un árbol cristiano diferente. Encontramos sombra bajo el mismo árbol como lo hicieron los creyentes del Antiguo Testamento; el árbol simplemente es más maduro.
Sin embargo, en contraste con los Teonomistas, entendemos que ningún tema del Antiguo Testamento queda sin ser afectado por el desarrollo de los períodos posteriores. Como lo reconoce la Confesión de Fe de Westminster, él único pacto de gracia tiene “varias dispensaciones”. Mientras que la Revelación del Antiguo Testamento permanece autoritativa por todas las generaciones, debemos de recordar que fue acomodada al pueblo de Dios en su contexto particular redentivo-histórico. Como lo puso Calvino:
Si un padre de familia instruye, rige y guía a sus hijos
de una manera en la infancia, de otra en la juventud y
de otra cuando ya son adultos jóvenes, no lo podemos
llamar débil (vacilante) y decide que ha abandonado su
propósito. ¿Por qué entonces marcamos a Dios con el
sello de inconsistencia ya que él tiene otro tipo de
marcas que lo distinguen? La comparación anterior
debe de satisfacernos completamente. Pablo une a los
judíos con niños; a los cristianos con adultos jóvenes.
¿Qué fue lo irregular del hecho de que Dios los
restringió a enseñar rudimentarias correspondientes a
su época, pero nos ha entrenado por medio de una
disciplina más firme y más varonil?

Por esta razón toda la revelación anterior debe de ser reinterpretada a la luz de los principios de la revelación postrera.
Pero ¿no es el adulterio siempre adulterio? ¿no es la blasfemia siempre blasfemia? ¿no es robar lo mismo en todas las épocas? ¿no permanecen simplemente iguales estos principios del Antiguo Testamento? En un sentido, sí, pero en otro, no. Cuando resumimos el significado original de estos motivos en términos generales – relativamente divorciados de sus connotaciones específicas del Antiguo Testamento – necesitamos hacer algunos ajustes en tanto nos movemos de una época a otra. Pero cuando definimos estos temas del Antiguo Testamento en términos de las connotaciones específicas que tuvieron en la época del Antiguo Testamento, podemos ver plenamente que aún las aplicaciones de estos principios morales deben de pasar por ajustes a nuestra época.
El adulterio siempre es malo, pero para los escritores del Antiguo Testamento este principio no puede estar enteramente separado de los castigos prescritos en la Ley de Moisés (Levítico 22:10). A la luz de la enseñanza del Nuevo Testamento el adulterio dentro de la iglesia ya no debe de ser asociado con el castigo capital, sino con la excomunión eclesiástica (1 Corintios 5:1-13). La blasfemia en el Antiguo Testamento incluía la profanación de los rituales del tabernáculo Mosaico (Levítico 19:5-8), pero no en nuestra época. Las prohibiciones en contra del robo en el Antiguo Testamento incluían respeto para la heredad permanente de la tierra de un prójimo Israelita (1 Reyes 21:1-19), pero no en nuestro tiempo. Si resumimos los principios del Antiguo Testamento en categorías, términos históricos, inconscientemente hemos comenzado a hacer ajustes a la época. Pero si los definimos de acuerdo a su situación original, la necesidad para los ajustes de la época en todos los aspectos se vuelve evidente.
Para aplicar las historias del Antiguo Testamento a nuestros días, siempre debemos ver el significado original en términos de los desarrollos orgánicos de la historia de la redención. Todos los motivos de las historias del Antiguo Testamento permanecen autoritativos para nosotros porque nuestra época se edifica sobre la revelación de épocas anteriores. No desechamos o negamos la autoridad de cualquier enseñanza en las historias del Antiguo Testamento. Pero el árbol de la revelación divina ha madurado. Las variaciones de la época entre las etapas inmadura y madura afectan la aplicación moderna de cada dimensión de estas historias.

Las Narrativas del Antiguo Testamento y Cristo
Un amigo mío recientemente pasó por una enfermedad muy seria; varias veces hasta estuvo a punto de morir. Pero Dios contestó las oraciones y lo restableció nuevamente. La experiencia de la enfermedad lo cambió dramáticamente. “Tengo una nueva perspectiva de la vida” comentó un día. “Veo todo de diferente manera por lo que pasó en el hospital”. Todos nosotros tenemos experiencias dramáticas que cambian nuestras perspectivas: una enfermedad, el nacimiento de un bebé, el matrimonio, la pérdida de un ser querido. Estas experiencias se vuelven lentes por los cuales vemos el resto de nuestras vidas.
De la misma manera, el señorío de Cristo le pone color a todo lo que leemos en las historias del Antiguo Testamento. La confesión básica Cristiana “Jesús es Señor” (Romanos 10:9; 1 Corintios 12:3) forma una consideración hermenéutica pivote las veces que dirijamos estos versículos a la vida moderna. Dios hizo que el mundo existiera (Colosenses 1:16); lo sostiene día a día (Colosenses 1:17); El es el fin de todas las cosas (Romanos 11:36). Como seguidores de Cristo, debemos de luchar por ver cómo las narrativas del Antiguo Testamento revelan Su señorío sobre nosotros. Cada aplicación es una respuesta personal a Cristo mismo.
¿Cómo podemos hacer de Cristo el centro de nuestras aplicaciones? Las interconexiones entre el significado original de las narrativas del Antiguo Testamento y Cristo son vastas. Ningún sólo acercamiento cubrirá todos los asuntos relevantes. Sin embargo, una estrategia de mucha ayuda es preguntar cómo anticipan las historias del Antiguo Testamento los tres oficios de Cristo: Profeta, Sacerdote y Rey.
Los tres oficios de Cristo emergieron de estructuras teocráticas. Los profetas hablaron la Palabra de Dios, instruyeron en justicia. Los sacerdotes mediaron entre la gente y Dios, proveyendo la manera para tener comunión con El. Los reyes administraron justicia y guiaron a Israel en la batalla, asegurando su victoria y herencia. Estos oficios fueron tan válidos para la vida de Israel que requirieron ungimientos especiales de Dios. Como “el Cristo” (el ungido) Jesús cumplió cada uno de estos oficios ungidos.

Profeta
Como nuestro Profeta, Jesús reveló a Dios a Su pueblo. El enseñó la Ley con Sus palabras y obras (Mateo 5:17-20; 22:34-40; Marcos 1:44; 7:9-13). El proclamó juicio en contra del pecado y llamó al arrepentimiento y fe (Mateo 5:21-22; 12:36-37; 4:17; Lucas 13:3, 5; Juan 3:16, 18, 36; 9:39). El fue más allá que Moisés al dar una nueva revelación. Por medio de Su enseñanza Jesús reveló más acerca de Dios que lo que jamás se había sabido antes (Lucas 10:22; Juan 1:17-18).
La dimensión profética del señorío de Cristo da luz a los pasajes del Antiguo Testamento de dos formas. Primero, si un pasaje se refiere explícitamente a un profeta del Antiguo Testamento, nos dirige hacia la obra profética de Cristo. Por ejemplo, por todo el libro de Éxodo, Moisés actuó como un profeta que instruía a los Israelitas. Debido a este enfoque del trabajo profético de Moisés, podemos aplicar este libro al ministerio profético de Jesús. Él también advierte contra la hipocresía e insiste en que Su pueblo viva fielmente ante Dios. Como Cristianos vemos a Moisés como una figura histórica en el libro de Éxodo así como prefigurando a Cristo, el gran Profeta.
En la historia de la viña de Nabot (1 Reyes 21:1-29), Dios llamó a Elías el profeta para condena al rey Acab y a su esposa Jezabel (1 Reyes 21:17-29) por maltratar a Nabot. Los Cristianos reconocen la autoridad de Elías como el profeta de Dios, pero su ministerio también nos apunta al trabajo de Cristo. El registro de Mateo del Monte de la Transfiguración ilustra que Cristo permaneció en continuidad con Elías, aplicando la Ley de Dios a Sus días (Mateo 17:1-3). Al aplicar la historia de la viña de Nabot a nuestro tiempo, debemos de dar atención al ministerio profético de Cristo.
Segundo, aún cuando un pasaje se refiera a la revelación divina a parte de un profeta específico, debemos de relacionar el material al oficio profético de Cristo. Muchas historias del Antiguo Testamento tocan la proclamación de la Palabra de Dios. En cada caso debemos de dirigir nuestra atención a Cristo como Profeta. Por ejemplo, en Génesis 12:1-3 Dios llama a Abram a la tierra prometida. Ningún mediador humano se menciona; sin embargo, este evento simboliza el llamamiento de Cristo para todos Sus seguidores para dejar este mundo y seguirlo.
Las historias del Antiguo Testamento revelan el señorío de Cristo al enfocarse en la revelación de Dios. A veces los profetas explícitamente estaban en primer plano. Otras veces Dios habló por otros medios. En cualquier caso los intérpretes Cristianos deben de trazar la conexión a Cristo como Profeta cuando sea que aparezca la autoridad de la Palabra de Dios en los textos del Antiguo Testamento.

Sacerdotes
Como nuestro Sacerdote, Jesús nos trae en comunión con Dios. El se ofreció a Si mismo como un perfecto sacrificio en pago por nuestros pecados (Juan 1:29); Romanos 8:1-4; 2 Corintios 5:21; Hebreos 9:28). Nuestros pecados son perdonados (Romanos 6:18); somos justificados (Romanos 3:24; 5:1; 8:30) y santificados (1 Juan 1:7; 3:6-10) en el servicio de Dios por el trabajo sacerdotal de Cristo.
Muchas historias del Antiguo Testamento revelan el señorío de Cristo en dos maneras por lo menos. Primero, muchos textos se refieren explícitamente a los sacerdotes. Por ejemplo, en 1 Samuel 2:12-17 los hijos de Elí profanaron los rituales de adoración. Dios condenó su rebelión y proveyó un reemplazo por el bien de Israel (1 Samuel 2:34-36). Los lectores originales de esta historia aprendieron sobre los sacerdotes y los sacrificios del Antiguo Testamento. Al aplicar este pasaje a nuestro tiempo, aprendemos de Cristo, nuestro Sacerdotes. En los días de Jesús Dios rechazó la profanación de la adoración de Israel, pero Jesús abrió el camino para las bendiciones de Dios a través de su propio sacrificio e intercesión sacerdotal.
Similarmente, en Crónicas, Abías reprochó la reino del norte por rechazar la orden sacerdotal en Jerusalén: “¿No habéis arrojado vosotros a los sacerdotes de Jehová, a los hijos de Aarón y a los levitas, y os habéis designado sacerdotes a la manera de los pueblos de otras tierras” (2 Crónicas 13:9). Este pasaje enseñó a la audiencia original de su necesidad de establecer el sacerdocio del Antiguo Testamento en orden apropiado durante la restauración post-exílica. Sin embargo, los intérpretes cristianos deben de ir más allá de este entendimiento y aplicar el pasaje a Cristo como Profeta. Él es el Sacerdote divinamente ordenado en nuestro tiempo. Para responder en obediencia a este pasaje hoy en día, debemos de dirigirnos a Él como nuestro mediador.
Segundo, muchas historias del Antiguo Testamento tocan temas asociados con la función sacerdotal sin mencionar específicamente a los sacerdotes. Perdón de pecados, sacrificios, adoración, oración y comunión con Dios toman el primer plano en muchos pasajes. Cuando aparezcan estos motivos, debemos de hacer conexiones con el oficio sacerdotal de Cristo.
Por ejemplo, la historia de Jacob en Bet-el (Génesis 28:10-22) tiene que ver con la presencia especial de Dios en la vida de Jacob. Jacob responde a su visión de la escalera hasta el cielo diciendo: “No es otra cosa que casa de Dios y puerta del cielo” (v. 17). También adora y hace un voto de pagar el diezmo. Los lectores originales de Moisés asociaron esta historia con su adoración en el tabernáculo, pero también aprendemos de Cristo en este pasaje. El es nuestro Mediador, nuestra escalera al cielo. Como Jesús mismo lo puso: “De cierto, de cierto os digo: De aquí adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre”. (Juan 1:51).
Las narrativas del Antiguo Testamento revelan el señorío de Cristo en tanto que tocan motivos que anticipan Su oficio sacerdotal. Por medio de su enfoque específico en sacerdotes e tratados generales de adoración, perdón y otras funciones sacerdotales, podemos ver qué tan central debe de ser Cristo en nuestra aplicación de las historias del Antiguo Testamento.

Rey
Nuestro Rey, Jesús reina sobre todas las cosas, llamando a Su pueblo a someterse a Su gobierno (Salmo 2:10-12). Nos defiende y va delante de nosotros a la batalla (Salmo72:4; Juan 10:28-29; Apocalipsis 19:11-14), conquistando el mal y asegurando una herencia eterna para Su pueblo (Juan 14:2-3; Efesios 1:13-14, 18-19ª; Hebreos 2:14; 12:28; 1 Juan 3:8).
El reino de Cristo tiene que ver con las narrativas del Antiguo Testamento en dos maneras. Primero, Cristo es el cumplimiento del reinado divino. A través de todo el Antiguo Testamento, sólo Dios es el monarca absoluto en Israel (1 Samuel 12:12; Salmo 24:7-8; 29:10; 44:4, 47:2-8; 48:1-2; 89.18; Daniel 4:34; 6:26). Los reyes humanos gobernaron como Sus vice-regentes pero nunca como Sus substitutos. Como la segunda persona de la Trinidad, Cristo es la expresión suprema del gobierno divino sobre el pueblo de Dios.
El primer libro de Samuel 8:5 reporta que Israel pidió “un rey que nos juzgue, como tienen todas las naciones”. Su deseo por la seguridad de un rey humano con poder absoluto fue un rechazo a Dios como Rey. “No te han desechado a ti, sino a mí me han desechado, para que no reine sobre ellos” le dijo el Señor a Samuel (1 Samuel 8:7). Este pasaje recordó a los lectores originales del reino de Dios sobre Israel. Para los intérpretes cristianos apunta hacia Cristo, el Rey divino. La renunciación de Israel de confiar en Dios como Rey paralela nuestro fracaso en confiar en Cristo. Cuando nos dirigimos a otras fuentes de seguridad y fortaleza, repetimos su fracaso.
Segundo, Cristo es el Rey humano perfecto. Jesús nació como Hijo de David y cumplió la esperanza de una dinastía Davídica permanente (Mateo 1:1; Marcos 11:10; Lucas 1:32-33). Consecuentemente, los registros del Antiguo Testamento de reyes humanos en Israel también apuntan hacia el reinado de Cristo.
Por ejemplo, el registro del Cronista del reinado de Asa (2 Crónicas 14:1-16:14) se enfoca en la obediencia y el fracaso del rey. Mientras Asa fue fiel a Dios, experimentó gran victoria; pero cuando siguió su propio camino, fracasó miserablemente. Estos pasajes captaron la atención de los lectores originales a los reyes Davídicos, pero como intérpretes Cristianos, podemos también ver la conexión con Cristo. Cristo fue completamente fiel en su llamado real, asegurando una victoria eternal para Su pueblo. En donde todos los otros reyes fallaron, El triunfó.
Más aún, este reinado de Cristo se anticipa donde sea que las historias del Antiguo Testamento traten con paz y guerra, victoria y fracaso, castigo y recompensa. Estos motivos siempre estuvieron muy asociados con el reinado y apuntan hacia el trabajo de Cristo como Rey. Por ejemplo, cuando Abram conquistó a sus enemigos y rescató a Lot (Génesis 14:1-16), la bendición de Dios de victoria fue una demostración de Su poder real. Los lectores de Moisés ganaron confianza para sus conquistas de Canaán de esta historia. Como intérpretes cristianos se nos recuerda de la gran victoria sobre el pecado y la muerte lograda por nuestro Rey, Jesucristo.
Siempre debemos de ver las narrativas del Antiguo Testamento a la luz del señorío de Cristo. Para lograr este objetivo, podemos comenzar con una simple pregunta. ¿Cómo se enfoca en las dimensiones profética, sacerdotal y real de la vida del Antiguo Testamento el pasaje que está ante nosotros? Al tocar los textos estos motivos, nos guían a considerar los tres oficios de Cristo (ver figura 59).

La Teocracia Cristiana

Como hemos notado en varias ocasiones en este capítulo, los cambios entre las épocas de la historia de redención han hecho del vivir fielmente ante Dios hoy en día del vivir fielmente ante Dios en los tiempos del Antiguo Testamento. Estas diferencias resultan del carácter de nuestra teocracia Cristiana. Para darnos cuenta de estas variaciones, veremos el ideal teocrático y Cristo, fases de la teocracia Cristiana, y ajustes a la teocracia Cristiana.

Teocracia Ideal y Cristo
Un motivo une todas las narrativas del Antiguo Testamento: el ideal de la teocracia nacional de Israel. La Historia Mosaica trataron con su establecimiento; la Historia Deuteronomística examinó su continuación y declinación; y la Historia Cronística se enfocó en la restauración de Israel como una teocracia. A pesar de diferencias obvias todas estas tradiciones tuvieron que ver con el gobierno de Dios sobre Israel como unidad nacional.
Los escritores del Antiguo Testamento concentraron su atención en el Reino de Dios en el Israel nacional. Su concepto de la teocracia estaba muy ligado a las realidades geográficas y políticas. La tierra de Canaán era el lugar de la herencia; Jerusalén era el hogar del rey elegido por Dios; el templo era el lugar de adoración. De una u otra manera, los escritores del Antiguo Testamento diseñaron sus libros para instruir a Israel acerca de este ideal teocrático nacional.
Sin embargo, la visión del Antiguo Testamento de la teocracia no fue limitada a un enfoque nacionalístico. Desde el llamamiento de Abram, se le dio a Israel un llamado mundial: “Y serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (Génesis 12:3b). Por todo el Antiguo Testamento, la esperanza de extender la teocracia a las naciones de la tierra fue aumentando de intensidad. Después de un tiempo fueron incorporados los gentiles a la nación (Josué 6:25; Rut 4:13-22). David y Salomón anexaron naciones Gentiles (2 Samuel 22:48; 1 Reyes 4:21; 2 Crónicas 8:1-8). Salomón oró específicamente por bendición para los Gentiles que venían al templo (1 Reyes 8:41-43). La esperanza de expansión a otras naciones creció a un grado febril en las visiones proféticas (Isaías 2:2; 11:10; 51:4-5; 65:1). Con creciente revelación en el período del Antiguo Testamento, vino a ser evidente que esta expansión del Reino a todo el mundo sería logrado ultimadamente por la intervención gloriosa del Mesías.
El Nuevo Testamento confirma que estas expectaciones Mesiánicas fueron cumplidas en Cristo. Con Su venida el ideal teocrático no desapareció; fue aumentado y elevado hasta un plano más alto. La tierra de Canaán, el trono de Jerusalén, y el templo fueron presagios de un nuevo mundo introducido por Cristo – pequeños asuntos en comparación con el nuevo estado de la teocracia que El introdujo. El Nuevo Testamento enseña que la salvación vino por medio de la sangre de Cristo rociada en el trono de gracia celestial (Hebreos 9:11-14; 10:19; 1 Pedro 1:1-2), no a través de sacrificios de animales. En lugar de un hijo ordinario de David, el Hijo eterno de David tomó su lugar en el cielo (Hechos 2:22-36). En lugar de una sola nación, el Nuevo Testamento habla de la ciudad celestial (Apocalipsis 21:1-4) y del reinado eterno de Cristo sobre los cielos nuevos y tierra nueva (Isaías 9:6-7).
El ideal teocrático del Antiguo Testamento explota en su mayor expresión en Cristo. Todos los tipos y la sombras desaparecen, y las realidades celestiales los remplazan. La pequeña y defectuosa teocracia nacional se transforma en una teocracia victoriosa y universal por medio de la intervención de Cristo.

Fases de la Teocracia Cristiana
Cuando una persona da un simple paso hacia delante, generalmente pensamos en ello como un simple movimiento. Pero viéndolo un poco más de cerca podemos ver que el paso de hecho consiste en muchos movimientos. Levantamos nuestro pie del suelo, lo llevamos por el aire, y lo ponemos de nuevo en el suelo.
De una manera similar, la expansión de la teocracia en Cristo es un solo paso en la historia de la redención. Aunque nuestra época no es un evento simple y solitario. Como un paso humano ordinario, consiste de varias fases: la inauguración, la continuación, y la consumación.

Inauguración. La inauguración de la era escatológica se llevó a cabo en la primera venida de Cristo. Cuando Cristo apareció El comenzó Su trabajo como Profeta, Sacerdote y Rey. Como nuestro Profeta, Jesús proclamó “el año agradable del Señor” (Lucas 4:19). Sus enseñanzas y milagros trajeron alivio al pobre, sanidad al ciego, libertad y restauración a los cautivos (Lucas 4:18). Como Sacerdote El vino y “habitó entre nosotros” (Juan 1:14). Su sufrimiento y muerte pagó por los pecados de Su pueblo, otorgando perdón a todo aquél que cree en El. Como Rey, Jesús nació como Hijo de David; Su resurrección y ascensión fue su coronación – cuando se sentó en el trono de David con toda autoridad.
La inauguración de nuestra era también se extendió a la obra del Espíritu Santo entre los apóstoles. Cuando Cristo ascendió en las alturas, El otorgó dones del Espíritu Santo a Su iglesia (Efesios 4:7-13). Sus apóstoles esperaron en Jerusalén por el fortalecimiento del Espíritu (Lucas 24:49; Hechos 2:1-4) para que se convirtieran en testigos de Cristo a las naciones. El Espíritu vino en Pentecostés (Hechos 2:1-11), y los apóstoles propagaron el Reino a Judea, Samaria y hasta “lo último de la tierra” (Hechos 1:8).
Todos estos incidentes formaron un complejo unificado de eventos que comenzaron una era teocrática nueva de la que formamos una parte. Como puso una metáfora Paulina que somos: “miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo” (Efesios 2:19b-20). Así como un edificio descansa sobre su fundamento, nosotros vemos la obra de Cristo y los apóstoles como el fundamento de nuestra era.
En su ministerio terrenal, Jesús abrió una entrada entre el Reino de Dios y todas las instituciones políticas de este orden del mundo, incluyendo al Israel nacional. Jesús enseñó a Sus discípulos: Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33). Las ganancias materiales en este mundo deben de tomar el segundo lugar para el avance del Reino de Cristo. Cuando Pilato preguntó a Jesús, Él respondió simplemente: “Mi reino no es de este mundo” (Juan 18:36). En línea con las expectativas del Antiguo Testamento, Jesús comenzó una transformación completa de la teocracia nacional. El liberó al Reino de los amarres geo-políticos en el Antiguo Testamento en tanto que navegaba hacia la teocracia extendida a todas las naciones.

Continuación. El Nuevo Testamento también enseña que el Reino de Dios va a través de una fase larga de continuación. Los Judíos de los días de Jesús esperaban que el Mesías estableciera un Reino mundial glorioso inmediatamente después de su llegada. Aún Juan el Bautista asumió que el Mesías traería la salvación y el juicio final simultáneamente (Mateo 3:10-12; 11:3). Pero Jesús reveló que Dios tenía un plan diferente. El Evangelio de Mateo reporta las parábolas de Jesús acerca del Reino, que enfatizan la naturaleza progresiva, extendida de nuestra era. Vivimos durante el retoño del trigo y la cizaña (Mateo 13:24-30, 36-43); la semilla de mostaza está creciendo todavía (Mateo 13:31-32).
Jesús continúa siendo nuestro Profeta, Sacerdote y Rey. Como nuestro Profeta El enseña por medio de la fiel predicación de la Palabra (2 Pedro 3:2). Como nuestro Sacerdote el intercede en nuestro favor ante el trono de gracia. Como nuestro Rey nos guía hacia la batalla, protegiendo y cubriendo nuestras necesidades.
Sin embargo, la continuación del Reino debe de describirse como el “ya pero todavía”. Vivimos con muchas bendiciones de la era por venir. Tenemos al Espíritu Santo (2 Corintios 1:21-22), renovación interna (2 Corintios 4:16; Colosenses 3:10) y una iglesia que se extiende (Colosenses 1:6). Pero el Reino no ha venido en su plenitud. El barco de la teocracia Cristiana ha salido del viejo puerto del nacionalismo Judío pero no ha llegado a su destino final del dominio mundial. Como resultado los seguidores de cristo no son ciudadanos de una teocracia geo-política. Más bien, “nuestra ciudadanía está en los cielos” (Filipenses 3:20). El pueblo de Dios ahora vive como un remanente teocrático desilusionado, una subcultura dispersa por todas las naciones de la tierra. Estamos pasando por este mundo, comprometidos en una guerra espiritual (Efesios 6:12), y mirando hacia el nuevo mundo que vendrá (1 Pedro 1:7; 2:11). En este tiempo, somos más bendecidos que en cualquier otro tiempo del pasado; los tipos teocráticos viejos y las sombras han pasado. Pero nosotros todavía esperamos la consumación de la teocracia en la segunda venida de Cristo.

Consumación. El regreso de Cristo en gloria traerá la consumación de la teocracia Cristiana. Jesús prometió regresar a este mundo (Juan 14:1-4; Hechos 1:11), y los apóstoles afirmaron esta esperanza (1 Corintios 4:5; 1 Tesalonisenses 1:10; 3:13; Apocalipsis 22:12). Al regreso de Cristo todo el universo será completamente transformado en el Reino de Dios (2 Pedro 3:10-12). Esta última fase de nuestra época juega un papel vital en las vidas de los creyentes hoy en día, coloreando nuestra existencia presente de muchas maneras. El regreso de Cristo es el alivio y deseo del pueblo de Dios (1 Corintios 1:7; 1 Tesalonisenses 4:15-18; 2 Timoteo 4:8; Filipenses 3:20-21).
Cuando Cristo regrese veremos que la teocracia Cristiana llegue a su fase final. El pueblo de Dios poseerá toda la tierra cuando Cristo reine sobre cada centímetro de ella. Como nuestro Profeta Él nos revelará a Dios. Como nuestro Sacerdote Él nos dará la bienvenida a la gloriosa presencia de Dios. Como nuestro Rey Él derrotará a nuestros enemigos y nos dará: “cielos nuevos y tierra nueva” (2 Pedro 3:13).
Las distinciones entre la inauguración, la continuación y la consumación de la teocracia Cristiana nos presentan tres opciones cada vez que aplicamos las historias del Antiguo Testamento a nuestros días. Podemos ver la obra pasada, presente o futura de Cristo en nuestro favor. Podemos preguntarnos: 1) ¿Cómo nos ayuda a discernir este pasaje de Cristo como Profeta, Sacerdote y Rey en Su primera venida? 2) ¿Cómo se aplica a la continuación presente de los oficios profético, sacerdotal y real de Cristo? 3) ¿Cómo da luz este pasaje en la consumación del ministerio profético, sacerdotal y real de Cristo en Su segunda venida?
Por ejemplo, hemos mencionado que los Cristianos deben relacionar la actividad profética de Moisés con Cristo, pero tres opciones están ante nosotros. Podemos llamar la atención a las enseñanzas de cristo en tanto estuvo en la tierra; podemos enfocarnos en la continuación de Su ministerio por medio de la predicación y la enseñanza de la Palabra; y podemos apuntar hacia la revelación de Dios en la segunda venida. Las implicaciones de un texto dado para las audiencias modernas incluyen todas las fases de la obra profética de Cristo.
De una manera similar, hemos sugerido que el quitar a los hijos de Elí del servicio como sacerdotes en 1 Samuel 2:12-36 anticipa la perfección del sacrificio y adoración en Cristo. Esta historia nos recuerda de las maravillas del sacrificio perfecto de cristo en la cruz, llama nuestra atención a Su continua intercesión ante el trono de la gracia, y nos guarda siempre con la esperanza del perdón y la comunión con Dios que Cristo nos dará en la segunda venida.
Podemos manejar pasajes que se enfocan en el reino de una manera similar. Como hemos sugerido, el registro del Cronista acerca del reinado de Asa (2 Crónicas 14:1-16:14) se aplica a la victoria y seguridad provistas por Cristo el Rey. Para aplicar este texto a la teocracia Cristiana, debemos de recordar el establecimiento del Reino en la primera venida de Cristo. Nos dirigimos hacia el poder de Cristo expuesto para nosotros día tras día en tanto que Su Reino continua, y se nos recuerda de la gloria de Su victoria cuando el Reino encontrará una expresión universal en la segunda venida. Los pasajes que hablan del reinado pueden aplicarse a todas las fases de nuestra era.
En tanto evaluamos las necesidades de los creyentes modernos, podemos enfatizar una dimensión de aplicación moderna más que otra. Sin embargo, cada historia del Antiguo Testamento nos dirige a considerar cómo Cristo es nuestro Profeta, Sacerdote y Rey en la inauguración, continuación y consumación de la teocracia Cristiana (ver figura 60).

Ajustes a la Teocracia Cristiana
La ideología de los escritores del Antiguo Testamento debe de ajustarse a la luz de los cambios en la teocracia Cristiana. Estas modificaciones pueden ser complejas. Ayudará comentar brevemente acerca de los tipos de reordenaciones que deben de hacerse con el fin de hacer aplicaciones de historias específicas del Antiguo Testamento.

La Historia Mosaica. La Historia Mosaica originalmente se enfoca en la formación de Israel a una teocracia nacional. Moisés escribió Génesis para guiar la salida de Israel de Egipto a la conquista de Canaán; Exodo legitimó el orden social y cúltico para la nueva nación; Números exhortó a la nación a estar moral y ritualmente preparada para derrotar a los Cananitas de la tierra; Deuteronomio hizo un llamado a la gente para reafirmar el pacto Mosaico en tanto entraban a la tierra prometida. Estos libros instruyeron a la gente acerca de las dimensiones vitales de establecer la nación teocrática de Israel.
¿Cómo se aplican estos libros a la gente que vive en la teocracia Cristiana? Cuando nos ajustamos a las perspectivas de los textos del Pentateuco a la forma del Reino de Dios en nuestra era, encontramos un sin fin de implicaciones para un vivir responsable en Cristo. No estamos siguiendo a Moisés por el desierto hasta Canaán, pero Génesis nos enseña cómo Cristo nos sacó de la esclavitud del pecado y la muerte. Nos explica la necesidad de seguirle en nuestras vidas diarias lejos del pecado y hacia nuestro destino último. Génesis también nos anima a continuar confiando en que Cristo nos traerá un día a la tierra prometida de un cielo nuevo y una tierra nueva.
Éxodo exhortó al pueblo a someterse al orden social y cúltico de Moisés. Una vez más, ya no estamos atados a los tipos y sombras de la era de Moisés, pero Éxodo nos instruye a reconocer la autoridad de Cristo como el que aplica la ley de Moisés a Su Reino.
Números hizo un llamado a la segunda generación de Israel a seguir a Dios en la conquista como Su ejército santo. Nos enseña a “no codiciar cosasa malas, como ellos codiciaron” (1 Corintios 10:6). Debemos de dedicarnos a la santidad como aquellos que luchan contra “principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo” (Efesios 6:12). Nuestra única esperanza de obtener la victoria en las guerras espirituales que tenemos por delante en devoción a Cristo.
Deuteronomio llamó a la nación a un pacto de avivamiento en la tierra de Canaán. Como creyentes del siglo XX, no nos comprometemos a los tipos nacionalísticos y las sombras de la Ley de Moisés. Aún así, Deuteronomio nos desafía a recordar que Cristo cumplió los requisitos del pacto y nos llama a una fidelidad diaria como pueblo de Dios. Finalmente, esperamos el cumplimiento de las promesas del pacto de paz y prosperidad por toda la tierra al regreso de Cristo.

La Historia Deuteronomística. La Historia Deuteronomística instruyó al pueblo de Dios acerca de la continuación y declinación de la nación teocrática. El libro de Josué enseñó a la nación a tener éxito en la guerra santa, a dividir la tierra en respeto mutuo y a renovar la obediencia al pacto. Jueces defendió la necesidad de un rey al señalar lo que faltaba por conquistar, los ciclos de jueces buenos y malos, y la insuficiencia de los Levitas. Samuel declaró la esperanza de Israel en la línea Davídica a pesar de los fracasos de David. Los Reyes demostraron la justicia del exilio y ofrecieron la esperanza de regresar a la tierra después de que se diera el arrepentimiento.
Así como Israel aprendió acerca de la teocracia nacional del Antiguo Testamento en estos libros, nosotros podemos encontrar muchas implicaciones para la vida en la teocracia Cristiana. Josué nos instruye para ver nuestras responsabilidades como pueblo que ha sido comprado por la muerte y resurrección de Cristo. Debemos de continuar en guerra espiritual, en cooperación con otros que compartan la herencia, y en renovación del pacto. Esperamos el día cuando nuestra conquista sea completada por la segunda venida de Cristo.
Jueces nos enseña de nuestra necesidad de Cristo nuestro Rey; sin Él nuestra conquista fracasaría. Otros líderes, en el mejor de los casos, pueden proporcionar alivio temporal únicamente. Con Cristo nuestro Rey, estamos seguros de victoria y bendición.
Samuel nos enseña a afirmar nuestro compromiso con el Rey Jesús, el Hijo de David, a pesar de los problemas que acribillan su Reino. Cristo fue sin falta, pero Su reino experimenta dificultades. Aún así, sabemos que las promesas de Dios descansan en él.
El libro de Reyes nos recuerda a no tomar los logros de Cristo como licencia para pecar; Dios castiga a sus hijos cuando se descarrían. Así como el escritor de Reyes proporcionó una esperanza de restauración, nosotros también podemos ser restaurados por medio del arrepentimiento y fe.

La Historia Cronística. La Historia Cronística se enfoca en la restauración de la teocracia nacional después del exilio. Crónicas enfatiza la necesidad de tener en orden apropiado al pueblo de Dios, al templo y a la familia real para recibir la bendición de Dios. Esdras-Nehemías se enfocaron enlos requisitos de Dios de un vivir santo y devoción al programa de restauración del Reino.
Cuando vemos estos libros como Cristianos, encontramos que hablan poderosamente a nuestras responsabilidades en la teocracia Cristiana. Nosotros somos el remanente del pueblo de Dios. Así como el Cronista hizo un llamado al pueblo para regresar a los ideales de la teocracia nacional, se nos exhorta a renovar nuestro compromiso a los ideales del Reino de Cristo. La unidad del pueblo de Dios, la centralidad de Cristo como Rey, y la importancia de una adoración apropiada son esenciales para recibir la bendición de Dios en nuestros días. Como Esdras-Nehemías se enfocaron en la importancia de la santidad y los esfuerzos prácticos para restaurar el reino, podemos ver la importancia vital de la separación de lo malo del mundo y la devoción a la construcción del Reino de Cristo.

Otros libros. Los libros narrativos que quedan también hablan una palabra relevante a nuestros deberes teocráticos. El libro de Rut apoya la legitimidad de la línea de David a pesar de la presencia de una Moabita en sus ancestros; como Cristianos seguimos a Cristo, cuyo derecho de reinar constantemente es desafiado. El libro de Ester enseñó al pueblo de Israel cómo servir a Dios fielmente en tierra extraña; debemos de aprender a servir a Dios en un mundo pecaminoso. El libro de Josué puso en sus lectores originales la importancia de llevar la Palabra de Dios a otras naciones. Hoy en día los Cristianos están comisionados a llevar la Palabra de Cristo por todo el mundo también.
Estos comentarios apenas tocan la importancia de estos pasajes de la Escritura para nuestra época. Aún así apuntan en dirección de los ajustes que debemos de hacer al aplicar el significado original de estos libros a nuestra era presente. Las narrativas del Antiguo Testamento son autoritativas para nuestra época, pero debemos de responder a ellas como el pueblo de Dios que vive entre la primera y segunda venida de Cristo. Dejando los ideales nacionalistas de Israel atrás, viajamos por este mundo caído, esperando el regreso de Cristo y la completa realización de la teocracia mundial en Él.

Conclusión
En este capítulo hemos bosquejado varios aspectos vitales al aplicar las historias del Antiguo Testamento a nuestra época. La historia de la redención consiste de muchas épocas, pero la venida de Cristo trajo el giro más significativo en la religión Bíblica. Como resultado Cristo es el punto focal hermenéutico de todos los intentos de traer estos pasajes a nuestra era. Debemos de ver las narrativas del Antiguo Testamento a la luz de Sus oficios profético, sacerdotal y real. Como pueblo de Dios viviendo entre la primera y la segunda venida de Cristo, debemos también tomar en cuenta las diferencias entre la teocracia del Antiguo Testamento y el estado presente de la sub-cultura de la teocracia Cristiana. Con estas consideraciones a gran escala en mente, podremos movernos hacia aplicaciones más efectivas de las historias del Antiguo Testamento para nuestra época.

Preguntas de Repaso
  1. Describe las divisiones y la unidad de la historia de la redención como ha sido comentada en este capítulo. ¿Cómo han ido a los extremos los evangélicos con relación a estos asuntos? ¿Qué es una punto de vista orgánico de la historia de la redención?
  2. ¿Cuáles son los oficios teocráticos de Cristo? ¿Cómo podemos hacer centrales los tres oficios de Cristo a la aplicación moderna de las narrativas del Antiguo Testamento?
  3. ¿Cómo se expande el ideal teocrático del Antiguo Testamento en Cristo? ¿Cuáles son las fases de la teocracia Cristiana?


Ejercicios de Estudio
  1. Haz una lista de diez temas principales que aparecen en las historias del Antiguo Testamento. Reflexiona en cómo fue modificado cada tema al progresar la historia de la redención en el Antiguo Testamento y en Cristo.
  2. Examina 2 Crónicas 12:1-12. Enlista tres implicaciones originales de esta historia. Haz conexiones de cada implicación a los oficios de Cristo en las tres fases de la teocracia Cristiana.
  3. Examina Génesis 11:1-9. repite los pasos en el ejercicio 2.