DE GENERACIÓN A
GENERACIÓN
Cuando me alisto para manejar en un largo viaje,
siempre checo un mapa. Pero no busco un mapa que muestre caminos secundarios y
calles residenciales. Demasiados detalles al principio pueden ser demasiado
confusos. En su lugar, busco las carreteras principales que lleguen a mi destino
y tengo una mejor percepción de todo el viaje. Después saco los
mapas que tienen más detalles.
En
el capítulo anterior, vimos que aplicar las narrativas del Antiguo
Testamento al mundo moderno requiere ajustes a la época, cultura y
personales. Estas consideraciones son como mapas de varias escalas que
guían nuestros esfuerzos. Los ajustes de la época nos dan un
panorama más amplio, las consideraciones culturales se enfocan en
más detalles, y las variaciones personales tratan más
específicamente las consideraciones individuales. En este capítulo
bosquejaremos los ajustes a gran escala que se deben de hacer cuando aplicamos
los motivos del Antiguo Testamento a través de las grandes épocas
de la historia de la redención. En los próximos dos
capítulos pondremos consideraciones culturales y personales dentro de
este gran marco.
Las aplicaciones a
través de los años abarcan un buen número de asuntos
importantes. Tomaremos tres: la estructura de la época de la historia
de la redención, las narrativas del Antiguo Testamento y Cristo y
la teocracia cristiana. ¿Cómo describe la Escritura las
épocas de la historia de la redención? ¿Qué lugar
tiene Cristo en la aplicación moderna? ¿Cómo debemos aplicar
las historias del Antiguo Testamento a nuestra
época?
Épocas en la historia
de la Redención
Es difícil concebir la vida a parte de
las categorías históricas. Casi siempre pensamos en
términos del pasado, presente y futuro. La Biblia también refleja
un conocimiento agudo de la historia; los escritores bíblicos estaban
preocupados tonel origen del desarrollo y el destino del mundo. Tenían
perspectivas individuales, pero sus puntos de vista contribuyeron a una
perspectiva unificada. Nos enfocaremos brevemente en dos dimensiones de esta
perspectiva Bíblica: divisiones entre las épocas y
unidad entre las
épocas.
Divisiones entre
las épocas
Tanto los pediatras
como los padres te dirán que los niños no maduran en un ritmo
constante, sino que pasan por ciclos de crecimiento y desarrollo más
rápido en unas épocas que en otras. De muchas maneras, esto es
verdad para la historia Bíblica. Dios se reveló a sí mismo
a Su pueblo a través de los siglos, pero los desarrollos
dramáticos ocurrieron en varias ocasiones. Estos oleajes en la historia
de redención se llevaron a cabo en tanto que Dios intervenía
decisivamente en el mundo para llevar a Su pueblo hacia nuevas edades de
bendición.
¿Cuáles
fueron estos pasos de desarrollo? La Escritura divide la historia de
redención en: divisiones dentro de la Historia del Antiguo Testamento
y la decisiva división en
Cristo.
Divisiones dentro de la
Historia del Antiguo Testamento. Los escritores del Nuevo Testamento tomaron
muchas perspectivas en divisiones dentro de la historia del Antiguo Testamento.
En tanto examinamos sus perspectivas, podemos ver que dividen el Antiguo
Testamento de diferentes maneras. Pero estas perspectivas diversas contribuyen a
un plan. A manera de ilustración contrastaremos las estructuras de la
época del Antiguo Testamento bosquejadas por Pablo y
Lucas.
En Romanos 5:12-21 Pablo divide el
Antiguo Testamento en dos períodos. El habló de “la
transgresión de uno solo (Adán)” (v. 17) y después se
dirigió al tiempo cuando “la ley (de Moisés) se introdujo
para que el pecado abundase” (v. 20). Esta doble división
correspondió a “la obediencia de uno (Cristo)” (v. 19) y sus
resultados que “sobreabundó la gracia” (v. 20). En este
pasaje Pablo se enfocó en los períodos antes y después del
Sinaí.
En 2 Pedro 3:5-7 encontramos
un patrón diferente, Pedro no habló de Sinaí como el evento
crucial en la historia del Antiguo Testamento, sino que, unió sus
divisiones de la época más directamente al diluvio de Noé.
Después de que Dios creó la tierra, “el mundo de
entonces” (v. 6) continuó hasta el diluvio. Después del
diluvio la historia entró al período de “los cielos y la
tierra que existen ahora” (v. 7). Este mundo continua hasta la
formación de “cielos nuevos y tierra nueva” en la segunda
venida de Cristo (v. 13). Pedro no contradijo el énfasis de Pablo en la
caída de Adán al pecado y el Sinaí, pero el dividió
la historia de la redención de diferentes maneras en eras antes del
diluvio después del diluvio y el nuevo mundo por
venir.
El reporte de Lucas del discurso de
Esteban (Hechos 7:2-53) ofrece un tercer acercamiento a la historia del Antiguo
Testamento. En respuesta a la acusación de que él estaba hablando
“palabras blasfemas contra este lugar santo y contra la ley” (Hechos
6:13), Esteban repasó varios puntos principales en el Antiguo Testamento.
El mencionó el tiempo de los patriarcas (Hechos 7:2-16), el éxodo
y la conquista (Hechos 7:17-45ª) y los reinados de David y Salomón
(Hechos 7:45b-47). Esteban identificó tres períodos en el Antiguo
Testamento: el patriarcal, Mosaico y
monárquico.
Por lo menos dos
factores explican por que Pablo, Pedro y Lucas vieron la historia del Antiguo
Testamento desde perspectivas complementarias. Por un lado, el Antiguo
Testamento es vasto y complejo, prestándose a muchos patrones diferentes
de división. Imagina de cuántas formas podemos categorizar los
períodos del crecimiento de un niño. Las posibilidades son
innumerables. Similarmente, ningún solo esquema puede explicar
adecuadamente todos los desarrollos dentro del Antiguo
Testamento.
Por un lado, las diferencias
entre los escritores del Antiguo Testamento también resultaron desde sus
intenciones específicas. En Romanos 5:12:21 Pablo contrastó a
Adán y Cristo al enfatizar las similitudes entre la desobediencia inicial
de Adán y la obediencia de Cristo, así como el incremento del
pecado después de Sinaí y el incremento de la gracia y justicia
después de Cristo. Sin embargo, Pedro se dirigió a aquellos que se
mofaron de la promesa del regreso de Cristo (2 Pedro 3:3-13), mostrando los
paralelos entre la creación, el diluvio y el juicio final. Lucas
reportó cómo Esteban respondió a las preguntas acerca del
templo al enfocarse en Abraham, Moisés y la monarquía (Hechos
7:2-50). Las intenciones específicas de cada persona trajo sus
perspectivas distintivas de la historia de la
redención.
Una de las maneras
más útiles de bosquejar los desarrollos de las épocas del
Antiguo Testamento combina los períodos que Pablo, Pedro y Lucas
enfatizaron en los pasajes que acabamos de mencionar. Este esquema se enfoca en
los eventos principales del pacto en los días de Adán, Noé,
Abraham, Moisés y David. Estos períodos de tiempo se ven
principalmente a la luz de las relaciones del pacto establecidas durante esos
tiempos. El período de Adán se enfocó en la caída de
la humanidad de las perfecciones del Edén; el período de
Noé se interesó en el juicio de Dios en contra del mal y la
promesa de un mundo estable; Abram abrió el interés del
período patriarcal con la promesa de la simiente, la tierra y la
bendición; el pacto Mosaico enfatizó la Ley y la
constitución de Israel en nación; y el período
Davídico trató con el establecimiento de la dinastía de
David sobre Israel. Un número de intérpretes han seguido este
modelo básico.
Ya sea que sigamos
cualquier esquema, los desarrollos de las épocas dentro del Antiguo
Testamento influyen en la aplicación por lo menos en tres
formas.
Primero, debemos de evaluar el
período de la historia redentora en los que se llevaron a cabo los
eventos. ¿Cuáles fueron los rasgos peculiares del período?
¿Cómo se reflejan las características de la época en
el texto? Segundo, el período del escritor y su audiencia deben de ser
recordados. ¿Cuáles fueron los rasgos distintivos de la época
del escritor? ¿Cómo influyeron en el texto? Tercero, debemos de
examinar cómo el resto de las señales se asemejan a los motivos a
través de otras épocas. ¿Cómo han influido los cambios
de una a otra era la presentación de un tema por todo el Antiguo
Testamento? Estas consideraciones nos capacitan para discernir el valor
permanente del significado original de las historias del Antiguo Testamento para
nuestros días.
Por ejemplo, en el
Jardín del Edén, Dios le dijo a Adán: “De todo
árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia
del bien y del mal no comerás; porque el día que de él
comieres, ciertamente morirás” (Génesis 2:16-17). No podemos
entender apropiadamente este mandato aparte sin considerar la época de
Adán y Eva. En ese entonces ellos eran siervos sin pecado en el
jardín santo de Dios. Dios los puso a prueba para examinar su fidelidad.
¿Cumplirían ellos su comisión o se rebelarían en
contra de su Hacedor? En este sentido el mandato a Adán y Eva estaba
ligado específicamente a su período
redentor-histórico.
Vivimos en un
mundo caído, corrupto. ¿Qué podemos aprender de un evento que
tomo lugar en la edad de perfección? Las claves para la aplicación
moderna aparecen en la época del escritor. Moisés escribió
esta historia para gente que vivió mucho después de la
caída al pecado. Sus lectores Israelitas no enfrentaban precisamente las
mismas elecciones de Adán y Eva. Pero Moisés escribió para
advertir a los Israelitas de las horribles consecuencias de desobedecer la
Palabra de Dios aún en sus días. Alejarse de los mandatos de Dios
saca a la humanidad del paraíso. De manera similar, desobedecer los
mandatos de Dios en sus días alejará a Israel mucho más de
los ideales del paraíso.
El mismo
tema ocurre en otras épocas del Antiguo Testamento. En los días de
Abraham la obediencia al llamado de Dios los dirigió a los patriarcas
hacia las bendiciones; la desobediencia trajo dolor y problemas. En el
período Davídico, los profetas llamaron al arrepentimiento a
Israel y ofrecieron prosperidad y bendición para los que guardaban
devoción a los mandatos de Dios. En todas las épocas el pueblo de
Dios, u obedecía Su Palabra o sufría severamente por su
desobediencia.
Trazar el motivo de
desobediencia en el jardín a través de las épocas del
Antiguo Testamento nos da dirección en tanto aplicamos este pasaje a
nuestros propios días. Nosotros no enfrentamos la prueba del árbol
del conocimiento del bien y del mal, pero todavía tenemos la Palabra de
Dios. Debemos obedecer o sufrir severas consecuencias. El único camino al
paraíso de cielos nuevos y tierra nueva es por medio de la
sumisión a nuestro Creador.
Siempre
debemos de reconocer las divisiones de la historia de la redención en el
Antiguo Testamento. Consideramos un motivo como funcionó en la era de los
eventos mismos, exploramos cómo el escritor aplicó el motivo a sus
días, y trazamos la manera en que el tema aparece en otros
períodos del Antiguo Testamento. Estas consideraciones ofrecen una
guía vital para cualquier intento de aplicar las narrativas del Antiguo
Testamento (ver figura
58).
División decisiva en
Cristo. La Biblia también testifica de una división decisiva
de época en Cristo. Aunque los escritores del Nuevo Testamento
reconocieron que Dios se reveló a Sí mismo en muchas maneras de
actividad a lo largo del Antiguo Testamento, ellos identificaron la vida,
muerte, resurrección y ascensión de Cristo como el punto de cambio
central en la historia. Esta división fundamental de la época
aparece brevemente en Efesios 1:18-21, donde Pablo identificó el poder
trabajando en el creyente como el mismo poder que levantó a Cristo de los
muertos y lo sentó en los lugares celestiales. Para extendernos en lo
maravilloso de ese poder, Pablo explicó que Dios había exaltado a
Cristo sobre toda autoridad no solamente en “este siglo, sino
también en el venidero” (v.
21).
Con estas palabras Pablo
dividió toda la historia en dos períodos: “este siglo”
y “el venidero”. Su significado no es como el uso moderno de estos
términos. Pablo no se refería a nuestro tiempo actual y el tiempo
después del regreso de Cristo. Sino que siguiendo el uso común
Rabínico de estas categorías para describir el tiempo antes de la
venida del Mesías (“este siglo”) y el tiempo introducido por
la aparición del Mesías (“el venidero”). Para Pablo
“este siglo” se refería a todo lo que había pasado en
la historia antes de Cristo; “el venidero” se refería a todo
después de Su primera venida.
Otros
escritores del Nuevo Testamento expresaron el mismo dualismo histórico en
diferentes maneras. Los evangelios sinópticos hablaron del tiempo antes y
después de la llegada del Reino de Dios. Juan lo describió en
término del mundo abajo y del mundo arriba. El escritor de Hebreos se
refirió a ambos dualismos. Pedro reconoció que Cristo había
traído a la historia a los “postreros tiempos” (1 Pedro
1:20). Por medio de estas y otras expresiones similares, los escritores del
Nuevo Testamento unánimemente afirmaron que la división decisiva
en la historia de de redención ocurrió con la primera venida de
Cristo.
La estructura de este canon mismo
refleja el carácter de giro de Cristo. La revelación del Antiguo
Testamento nos apuntó hacia Su apariencia. Jesús mismo dijo:
“Si creyeseis a Moisés, me creeríais a mí, porque de
mí escribió él” (Juan 5:46) y “Abraham vuestro
padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se
gozó” (Juan 8:56). La revelación del Nuevo Testamento se
construyó sobre el significado de la venida de Cristo. Como Pablo
resumió su ministerio apostólico: “nosotros predicamos a
Cristo crucificado” (1 Corintios 1:”3). En este sentido Cristo es el
foco central de la Biblia entera.
Los
acercamientos protestantes tradicionales hacia la historia de la
redención sigue esta perspectiva también. Las confesiones
principales y los catecismos han visto la primera venida de Cristo como la
cúspide de la religión Bíblica. Típicamente, la
historia antes de Cristo ha sido descrita como la edad de ola “Ley”,
y la historia después de Cristo ha sido conocida como la edad del
“Evangelio”. La centralidad de Cristo en la historia de la
salvación ha sido un sello de la teología Cristiana
ortodoxa.
El cambio de época que
Cristo introdujo es absolutamente esencial al aplicarse a las narrativas del
Antiguo Testamento. Cristo trajo cambios que obligan a los intérpretes
modernos a considerar de una forma nueva las historias del Antiguo
Testamento.
Considera la trágica
muerte de Uza en 2 Samuel 6:6-7. el escritor de Samuel primero escribió
estas palabras para el pueblo de Dios que vivía en el período del
reino dividido. En ese contexto el juicio de Dios contra Uza los instruyó
acerca de la santidad del arca y la necesidad de adherirse cuidadosamente a las
regulaciones de la adoración en el
templo.
Sin considerar los cambios de la
época que ocurrieron en Cristo, nunca llegaríamos a una
aplicación moderna legítima de este pasaje. La muerte de Uza
advirtió a los creyentes del Antiguo Testamento a no deshonrar el arca,
pero no tenemos arca física para deshonrar. La adoración cristiana
es ante el trono de misericordia celestial que ni siquiera podemos ver, mucho
menos tocar.
No obstante, este pasaje
tiene implicaciones poderosas para la adoración del Nuevo Testamento. La
ira de Dios en contra de Uza nos advierte de la irreverencia al acercarnos al
trono celestial de Dios. Si su ira se encendió contra Uza por maltratar
el arca del Antiguo Testamento, ¿cuánto más se
encenderá contra aquellos que deshonran el trono de misericordia
celestial por medio de la hipocresía y la irreverencia en la
adoración?
Para ponerlo
simplemente, Cristo siempre está entre las historias del Antiguo
Testamento y la iglesia. Siempre que buscamos aplicaciones modernas, debemos de
trazar motivos del Antiguo Testamento por medio de la revelación decisiva
que tomo lugar en Cristo. El contenido de Su enseñanza, los efectos de Su
vida, muerte, resurrección, ascensión y las instrucciones de Sus
apóstoles nos guían a ajustes significativos del sentido original
para nuestros días.
Unidad
entre las épocas
Evaluar las
estructuras de las épocas de la historia de la redención es un
acto difícil de balancear. Muchos cambios importantes se llevaron a cabo
en la religión Bíblica, pero estos cambios no eliminaron la unidad
significativa entre las épocas. Más bien, los cambios de la
época en la historia Bíblica pueden describirse como
desarrollos orgánicos. La fe Bíblica es como un
árbol creciendo desde la semilla hasta la madurez completa. Como una
bellota gradualmente se convierte en un roble, la religión Bíblica
crece desde una forma seminal en el Antiguo Testamento hasta su expresión
completa en Cristo.
Esta perspectiva
reconoce tanto las discontinuidades y las continuidades entre las épocas.
Por un lado, el modelo orgánico reconoce las diferencias notables entre
las eras de la historia de la redención. Para un observador casual, un
roble difícilmente parece lo mismo que una bellota. A parte de un
escrutinio cuidadoso, es difícil ver muchas similitudes entre las
primeras etapas de la fe Bíblica y las edades que
siguieron.
Por un lado, el modelo
orgánico llama la atención a la unidad de la historia
Bíblica. Un examen cuidadoso de un roble hasta su crecimiento revela que
la bellota y el árbol son uno en sí mismos. La semilla tiene el
potencial de la planta completa dentro de ella; el árbol maduro es la
realización de ese potencial. De manera muy similar, las épocas
primitivas de la historia de la redención contenían estructuras
inmaduras y modelos que llegaron a una realización completa en tanto Dios
reveló más de Sí mismo a Su pueblo. Los principios de fe
que valoramos como Cristianos nacieron de las eras anteriores de la
revelación
Bíblica.
Desafortunadamente los
evangélicos van a los extremos en la manera de acercarse a las
interconexiones entre las épocas. Algunos grupos se enfocan demasiado en
la desunión y otros sobre enfatizan la unidad. Una perspectiva
orgánica se opone a ambos extremos. Nos ayudará comparar
acercamientos a la historia Bíblica que enfaticen discontinuidades,
continuidades y desarrollos
orgánicos.
Discontinuidades.
Muchos evangélicos enfatizan las discontinuidades entre las
épocas. Perciben las épocas de la redención
fundamentalmente distintas como si Dios plantara un árbol, permitiera que
crezca por un tiempo, arrancara ese árbol y lo reemplazara por otro. El
Dispensacionalismo es bien conocido por enfatizar discontinuidad entre las
épocas. Por ejemplo la versión popular Scofield divide la
historia Bíblica en segmentos discretos. El período desde la
creación hasta la caída fue un tiempo de inocencia; en esta era
Adán y Eva eran responsables de mantener su inocencia
absteniéndose del fruto. El tiempo desde la caída hasta el diluvio
constituyó la edad de la conciencia. En esta era Adán y Eva
adquirieron y transmitieron el conocimiento del bien y del mal, o conciencia
natural. Desde el diluvio a la dispersión de Babel comprende la era del
gobierno humano; en este período Dios estableció el gobierno y
tres líneas reales a través de los hijos de Noé. Desde el
llamamiento de Abram hasta cuando se dieron las leyes tenemos el período
de la promesa, que tiene que ver con las promesas hechas a Abram. Después
Dios dio Su Ley, pero el pueblo judío la desobedeció.
Después de esta época vino el período de la gracia, que se
extiende desde la cruz hasta el regreso e Cristo. De acuerdo al pensamiento
dispensacional estándar, actualmente estamos viviendo esta época.
La última dispensación es la edad escatológica del
Reino.
En esta perspectiva existe muy poca
continuidad entre una época y la siguiente; lo intérpretes deben
de dividir correctamente el mundo de verdad (2 Timoteo 2:15), guardando los
principios de cada época separadas de las
otras.
En su máxima
expresión externa, el Dispensacionalismo ha rechazado la autoridad de los
estándares Moisaicos para los cristianos. Como lo puso L.S.
Chafer:
Debido a que la ley y la gracia
se oponen la una a la otra
en cada punto y
es imposible para ellas coexistir, ya sea
como la base de aceptación ante
Dios o como la regla de
vida. Por lo
tanto, necesariamente, las Escrituras del Nuevo Testamento que presentan los
hechos y el alcance de gracia, asumen y enseñan directamente que la ley
es quitada. Consecuentemente, no tiene fuerza en la época presente en
cualquier sentido que sea. Esta notificación presente de la
ley se aplica no solamente al
código legal del sistema Moisaico
y
la ley del reino, sino a cada aplicación posible del principio
de la
ley.
Esta perspectiva toca el
corazón de las narrativas del Antiguo Testamento. Como hemos visto, los
escritores del Antiguo Testamento presupusieron la validez de la ley Mosaica. Si
los estándares Mosaicos no tienen autoridad sobre los creyentes del Nuevo
Testamento, es difícil imaginar cómo las historias del Antiguo
Testamento pueden aplicarse a sus
vidas.
En décadas recientes los
Dispensacionalistas han suavizado las barreras entre las épocas; muchos
de ellos están empezando a ver más continuidad. No obstante,
aún los Dispensacionalistas modernos todavía tienden a tratar con
los períodos de la historia de la redencion como entidades separadas
permitiendo relativamente algunos principios de fe para transferirse de una
época a otra.
Con todas las
variaciones que existen en los círculos dispensacionales es
difícil no caricaturizar el movimiento. Sin embargo, en su mayoría
es seguro decir que los Dispensacionalistas presumen de discontinuidad entre
las épocas a menos que la revelación de un período
posterior reafirme específicamente un principio de un período
anterior. Desde esta perspectiva algunas ramas de una época anterior
deben de ser unidas al árbol de una época posterior pero el
árbol nuevo debe aceptar expresamente las ramas de un árbol
arraigado. Otra vez, antes de que un principio de una época anterior
pueda aplicarse en un período posterior, debe de ser
específicamente reafirmado en la Escritura que represente un
período un período posterior. De otra forma la enseñanza
del período anterior se presume
obsoleta.
Continuidades. Otros
evangélicos se ven al extremo opuesto. Sobre enfatizando las
continuidades entre las épocas. Estos grupos tienden a negar la
importancia de los desarrollos de la época para la aplicación de
los temas del Antiguo Testamento. Ellos reconocen que la historia de
redención consiste en todo un árbol que ha crecido a través
de las edades. Aunque desde su punto de vista algunas ramas del árbol
nunca han madurado, como si fueran ramas que no crecen apareciendo aquí
allí, mezcladas con las ramas maduras que han crecido en
Cristo.
Un movimiento reciente que tiende
hacia esta dirección es la Teonomía, o Reconstrucción
Cristiana. Es difícil generalizar sin representar mal algunos individuos,
pero podemos decir con seguridad que los Teonomistas limitan la
maduración del árbol de redención en áreas
particulares. Tienden a reconocer desarrollos significativos entre el Antiguo
Testamento y el Nuevo Testamento en algunos aspectos de la fe aunque no en
todos.
Por ejemplo, los Teonomistas
admiten que las ceremonias del tabernáculo y del templo están
radicalmente ajustadas para los creyentes del Nuevo Testamento, pero los
códigos penales de la ley Mosaica permanecen principalmente sin cambios
para el mundo moderno. Los hijos incorregibles y los blasfemos todavía
deberían de ser ejecutados (Éxodo 21:15-17; Levítico
24:16); los que quebrantan el Sabath deben de someterse a un procedimiento
criminal civil (Éxodo 31:15). De una manera general, la suposición
con que trabajan los Teonomistas es que a menos que los estándares del
Antiguo Testamento han sido específicamente alterados por la
revelación del Nuevo Testamento, permanecen sin cambio significativo
alguno.
Desarrollos
Orgánicos. Ambos extremos están en contraste con el modelo de
los desarrollos orgánicos. La Confesión de Westminster
contiene uno de los mejores resúmenes de un punto de vista
orgánico de la revelación: “Por lo tanto no hay dos pactos
de gracia difiriendo en sustancia, sino uno y el mismo bajo varias
dispensaciones”.
Opuesto al
Dispensacionalismo, esta perspectiva enfatiza que un pacto de gracia se extiende
por todas la edades uniendo tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo
Testamento. El Antiguo Testamento no fue un período de obras y el Nuevo
Testamento un período de gracia; el pacto hecho entre el Padre y el Hijo
se extiende a través de la historia de
salvación.
Existen diferencias
significativas reconocidas entre las épocas. Detalles de religión
en los días de Abraham que difícilmente se parecen a los tiempos
de David. Las enseñanzas de Moisés parecen muy diferentes de las
enseñanzas del escritor de Hebreos. Las variaciones de las épocas
son notables a veces. Aún así, debemos de ser cuidadosos de no
sobreestimar estas desigualdades. Debemos de evaluar todas las diferencias a la
luz de la unidad del pacto de la Escritura.
Poner barreras impermeables entre las
épocas está en oposición directa a las prácticas de
los escritores del Antiguo Testamento. Ellos apoyaron sus esfuerzos en la
presunción de continuidades significativas, instruyendo a sus lectores
libremente por medio de la revelación que había ocurrido en
épocas previas. En el libro de Génesis, por ejemplo, Moisés
cubrió eventos que ocurrieron durante el período de inocencia de
Adán, la caída de Adán, Noé y los patriarcas. Como
hemos visto, no reportó simplemente esta historia para contarle a sus
lectores acerca de la vida durante aquellos períodos; él
enseño acerca de la vida de su propia época. Moisés
escribió Génesis asumiendo continuidades principales entre las
épocas previas y la suya propia.
La
presunción de continuidad demostrada por los escritores del Antiguo
Testamento tiene implicaciones hermenéuticas significativas para
nosotros. Dicho simplemente, los temas del Antiguo Testamento no tienen que se
reiterados específicamente para ser autoritativos para el pueblo de Dios
en una época posterior. Por el contrario, podemos presumir la validez que
permanece en el significado original de las narrativas del Antiguo Testamento. A
diferencia de los Dispensacionalistas, no estamos buscando más ramas de
la fe del Antiguo Testamento para injertar en un árbol cristiano
diferente. Encontramos sombra bajo el mismo árbol como lo hicieron los
creyentes del Antiguo Testamento; el árbol simplemente es más
maduro.
Sin embargo, en contraste con los
Teonomistas, entendemos que ningún tema del Antiguo Testamento queda sin
ser afectado por el desarrollo de los períodos posteriores. Como lo
reconoce la Confesión de Fe de Westminster, él único
pacto de gracia tiene “varias dispensaciones”. Mientras que la
Revelación del Antiguo Testamento permanece autoritativa por todas las
generaciones, debemos de recordar que fue acomodada al pueblo de Dios en su
contexto particular redentivo-histórico. Como lo puso
Calvino:
Si un padre de familia instruye,
rige y guía a sus hijos
de una
manera en la infancia, de otra en la juventud y
de otra cuando ya son adultos
jóvenes, no lo podemos
llamar
débil (vacilante) y decide que ha abandonado su
propósito. ¿Por qué
entonces marcamos a Dios con el
sello de
inconsistencia ya que él tiene otro tipo de
marcas que lo distinguen? La
comparación anterior
debe de
satisfacernos completamente. Pablo une a los
judíos con niños; a los
cristianos con adultos jóvenes.
¿Qué fue lo irregular del
hecho de que Dios los
restringió a
enseñar rudimentarias correspondientes a
su época, pero nos ha entrenado por
medio de una
disciplina más firme y
más varonil?
Por esta
razón toda la revelación anterior debe de ser reinterpretada a la
luz de los principios de la revelación
postrera.
Pero ¿no es el adulterio
siempre adulterio? ¿no es la blasfemia siempre blasfemia? ¿no es robar
lo mismo en todas las épocas? ¿no permanecen simplemente iguales
estos principios del Antiguo Testamento? En un sentido, sí, pero en otro,
no. Cuando resumimos el significado original de estos motivos en términos
generales – relativamente divorciados de sus connotaciones
específicas del Antiguo Testamento – necesitamos hacer algunos
ajustes en tanto nos movemos de una época a otra. Pero cuando definimos
estos temas del Antiguo Testamento en términos de las connotaciones
específicas que tuvieron en la época del Antiguo Testamento,
podemos ver plenamente que aún las aplicaciones de estos principios
morales deben de pasar por ajustes a nuestra
época.
El adulterio siempre es
malo, pero para los escritores del Antiguo Testamento este principio no puede
estar enteramente separado de los castigos prescritos en la Ley de Moisés
(Levítico 22:10). A la luz de la enseñanza del Nuevo Testamento el
adulterio dentro de la iglesia ya no debe de ser asociado con el castigo
capital, sino con la excomunión eclesiástica (1 Corintios 5:1-13).
La blasfemia en el Antiguo Testamento incluía la profanación de
los rituales del tabernáculo Mosaico (Levítico 19:5-8), pero no en
nuestra época. Las prohibiciones en contra del robo en el Antiguo
Testamento incluían respeto para la heredad permanente de la tierra de un
prójimo Israelita (1 Reyes 21:1-19), pero no en nuestro tiempo. Si
resumimos los principios del Antiguo Testamento en categorías,
términos históricos, inconscientemente hemos comenzado a hacer
ajustes a la época. Pero si los definimos de acuerdo a su
situación original, la necesidad para los ajustes de la época en
todos los aspectos se vuelve
evidente.
Para aplicar las historias del
Antiguo Testamento a nuestros días, siempre debemos ver el significado
original en términos de los desarrollos orgánicos de la historia
de la redención. Todos los motivos de las historias del Antiguo
Testamento permanecen autoritativos para nosotros porque nuestra época se
edifica sobre la revelación de épocas anteriores. No desechamos o
negamos la autoridad de cualquier enseñanza en las historias del Antiguo
Testamento. Pero el árbol de la revelación divina ha madurado. Las
variaciones de la época entre las etapas inmadura y madura afectan la
aplicación moderna de cada dimensión de estas
historias.
Las Narrativas del Antiguo
Testamento y Cristo
Un amigo mío recientemente pasó
por una enfermedad muy seria; varias veces hasta estuvo a punto de morir. Pero
Dios contestó las oraciones y lo restableció nuevamente. La
experiencia de la enfermedad lo cambió dramáticamente.
“Tengo una nueva perspectiva de la vida” comentó un
día. “Veo todo de diferente manera por lo que pasó en el
hospital”. Todos nosotros tenemos experiencias dramáticas que
cambian nuestras perspectivas: una enfermedad, el nacimiento de un bebé,
el matrimonio, la pérdida de un ser querido. Estas experiencias se
vuelven lentes por los cuales vemos el resto de nuestras
vidas.
De la misma manera, el
señorío de Cristo le pone color a todo lo que leemos en las
historias del Antiguo Testamento. La confesión básica Cristiana
“Jesús es Señor” (Romanos 10:9; 1 Corintios 12:3)
forma una consideración hermenéutica pivote las veces que
dirijamos estos versículos a la vida moderna. Dios hizo que el mundo
existiera (Colosenses 1:16); lo sostiene día a día (Colosenses
1:17); El es el fin de todas las cosas (Romanos 11:36). Como seguidores de
Cristo, debemos de luchar por ver cómo las narrativas del Antiguo
Testamento revelan Su señorío sobre nosotros. Cada
aplicación es una respuesta personal a Cristo
mismo.
¿Cómo podemos hacer de
Cristo el centro de nuestras aplicaciones? Las interconexiones entre el
significado original de las narrativas del Antiguo Testamento y Cristo son
vastas. Ningún sólo acercamiento cubrirá todos los asuntos
relevantes. Sin embargo, una estrategia de mucha ayuda es preguntar cómo
anticipan las historias del Antiguo Testamento los tres oficios de Cristo:
Profeta, Sacerdote y
Rey.
Los tres oficios de Cristo
emergieron de estructuras teocráticas. Los profetas hablaron la Palabra
de Dios, instruyeron en justicia. Los sacerdotes mediaron entre la gente y Dios,
proveyendo la manera para tener comunión con El. Los reyes administraron
justicia y guiaron a Israel en la batalla, asegurando su victoria y herencia.
Estos oficios fueron tan válidos para la vida de Israel que requirieron
ungimientos especiales de Dios. Como “el Cristo” (el ungido)
Jesús cumplió cada uno de estos oficios ungidos.
Profeta
Como
nuestro Profeta, Jesús reveló a Dios a Su pueblo. El
enseñó la Ley con Sus palabras y obras (Mateo 5:17-20; 22:34-40;
Marcos 1:44; 7:9-13). El proclamó juicio en contra del pecado y
llamó al arrepentimiento y fe (Mateo 5:21-22; 12:36-37; 4:17; Lucas 13:3,
5; Juan 3:16, 18, 36; 9:39). El fue más allá que Moisés al
dar una nueva revelación. Por medio de Su enseñanza Jesús
reveló más acerca de Dios que lo que jamás se había
sabido antes (Lucas 10:22; Juan
1:17-18).
La dimensión
profética del señorío de Cristo da luz a los pasajes del
Antiguo Testamento de dos formas. Primero, si un pasaje se refiere
explícitamente a un profeta del Antiguo Testamento, nos dirige hacia la
obra profética de Cristo. Por ejemplo, por todo el libro de Éxodo,
Moisés actuó como un profeta que instruía a los Israelitas.
Debido a este enfoque del trabajo profético de Moisés, podemos
aplicar este libro al ministerio profético de Jesús. Él
también advierte contra la hipocresía e insiste en que Su pueblo
viva fielmente ante Dios. Como Cristianos vemos a Moisés como una figura
histórica en el libro de Éxodo así como prefigurando a
Cristo, el gran Profeta.
En la historia de
la viña de Nabot (1 Reyes 21:1-29), Dios llamó a Elías el
profeta para condena al rey Acab y a su esposa Jezabel (1 Reyes 21:17-29) por
maltratar a Nabot. Los Cristianos reconocen la autoridad de Elías como el
profeta de Dios, pero su ministerio también nos apunta al trabajo de
Cristo. El registro de Mateo del Monte de la Transfiguración ilustra que
Cristo permaneció en continuidad con Elías, aplicando la Ley de
Dios a Sus días (Mateo 17:1-3). Al aplicar la historia de la viña
de Nabot a nuestro tiempo, debemos de dar atención al ministerio
profético de Cristo.
Segundo,
aún cuando un pasaje se refiera a la revelación divina a parte de
un profeta específico, debemos de relacionar el material al oficio
profético de Cristo. Muchas historias del Antiguo Testamento tocan la
proclamación de la Palabra de Dios. En cada caso debemos de dirigir
nuestra atención a Cristo como Profeta. Por ejemplo, en Génesis
12:1-3 Dios llama a Abram a la tierra prometida. Ningún mediador humano
se menciona; sin embargo, este evento simboliza el llamamiento de Cristo para
todos Sus seguidores para dejar este mundo y
seguirlo.
Las historias del Antiguo
Testamento revelan el señorío de Cristo al enfocarse en la
revelación de Dios. A veces los profetas explícitamente estaban en
primer plano. Otras veces Dios habló por otros medios. En cualquier caso
los intérpretes Cristianos deben de trazar la conexión a Cristo
como Profeta cuando sea que aparezca la autoridad de la Palabra de Dios en los
textos del Antiguo
Testamento.
Sacerdotes
Como
nuestro Sacerdote, Jesús nos trae en comunión con Dios. El se
ofreció a Si mismo como un perfecto sacrificio en pago por nuestros
pecados (Juan 1:29); Romanos 8:1-4; 2 Corintios 5:21; Hebreos 9:28). Nuestros
pecados son perdonados (Romanos 6:18); somos justificados (Romanos 3:24; 5:1;
8:30) y santificados (1 Juan 1:7; 3:6-10) en el servicio de Dios por el trabajo
sacerdotal de Cristo.
Muchas historias del
Antiguo Testamento revelan el señorío de Cristo en dos maneras por
lo menos. Primero, muchos textos se refieren explícitamente a los
sacerdotes. Por ejemplo, en 1 Samuel 2:12-17 los hijos de Elí profanaron
los rituales de adoración. Dios condenó su rebelión y
proveyó un reemplazo por el bien de Israel (1 Samuel 2:34-36). Los
lectores originales de esta historia aprendieron sobre los sacerdotes y los
sacrificios del Antiguo Testamento. Al aplicar este pasaje a nuestro tiempo,
aprendemos de Cristo, nuestro Sacerdotes. En los días de Jesús
Dios rechazó la profanación de la adoración de Israel, pero
Jesús abrió el camino para las bendiciones de Dios a través
de su propio sacrificio e intercesión
sacerdotal.
Similarmente, en
Crónicas, Abías reprochó la reino del norte por rechazar la
orden sacerdotal en Jerusalén: “¿No habéis arrojado
vosotros a los sacerdotes de Jehová, a los hijos de Aarón y a los
levitas, y os habéis designado sacerdotes a la manera de los pueblos de
otras tierras” (2 Crónicas 13:9). Este pasaje enseñó
a la audiencia original de su necesidad de establecer el sacerdocio del Antiguo
Testamento en orden apropiado durante la restauración
post-exílica. Sin embargo, los intérpretes cristianos deben de ir
más allá de este entendimiento y aplicar el pasaje a Cristo como
Profeta. Él es el Sacerdote divinamente ordenado en nuestro tiempo. Para
responder en obediencia a este pasaje hoy en día, debemos de dirigirnos a
Él como nuestro mediador.
Segundo,
muchas historias del Antiguo Testamento tocan temas asociados con la
función sacerdotal sin mencionar específicamente a los sacerdotes.
Perdón de pecados, sacrificios, adoración, oración y
comunión con Dios toman el primer plano en muchos pasajes. Cuando
aparezcan estos motivos, debemos de hacer conexiones con el oficio sacerdotal de
Cristo.
Por ejemplo, la historia de Jacob
en Bet-el (Génesis 28:10-22) tiene que ver con la presencia especial de
Dios en la vida de Jacob. Jacob responde a su visión de la escalera hasta
el cielo diciendo: “No es otra cosa que casa de Dios y puerta del
cielo” (v. 17). También adora y hace un voto de pagar el diezmo.
Los lectores originales de Moisés asociaron esta historia con su
adoración en el tabernáculo, pero también aprendemos de
Cristo en este pasaje. El es nuestro Mediador, nuestra escalera al cielo. Como
Jesús mismo lo puso: “De cierto, de cierto os digo: De aquí
adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que
suben y descienden sobre el Hijo del Hombre”. (Juan
1:51).
Las narrativas del Antiguo
Testamento revelan el señorío de Cristo en tanto que tocan motivos
que anticipan Su oficio sacerdotal. Por medio de su enfoque específico en
sacerdotes e tratados generales de adoración, perdón y otras
funciones sacerdotales, podemos ver qué tan central debe de ser Cristo en
nuestra aplicación de las historias del Antiguo
Testamento.
Rey
Nuestro
Rey, Jesús reina sobre todas las cosas, llamando a Su pueblo a someterse
a Su gobierno (Salmo 2:10-12). Nos defiende y va delante de nosotros a la
batalla (Salmo72:4; Juan 10:28-29; Apocalipsis 19:11-14), conquistando el mal y
asegurando una herencia eterna para Su pueblo (Juan 14:2-3; Efesios 1:13-14,
18-19ª; Hebreos 2:14; 12:28; 1 Juan
3:8).
El reino de Cristo tiene que ver con
las narrativas del Antiguo Testamento en dos maneras. Primero, Cristo es el
cumplimiento del reinado divino. A través de todo el Antiguo
Testamento, sólo Dios es el monarca absoluto en Israel (1 Samuel 12:12;
Salmo 24:7-8; 29:10; 44:4, 47:2-8; 48:1-2; 89.18; Daniel 4:34; 6:26). Los reyes
humanos gobernaron como Sus vice-regentes pero nunca como Sus substitutos. Como
la segunda persona de la Trinidad, Cristo es la expresión suprema del
gobierno divino sobre el pueblo de
Dios.
El primer libro de Samuel 8:5
reporta que Israel pidió “un rey que nos juzgue, como tienen todas
las naciones”. Su deseo por la seguridad de un rey humano con poder
absoluto fue un rechazo a Dios como Rey. “No te han desechado a ti, sino a
mí me han desechado, para que no reine sobre ellos” le dijo el
Señor a Samuel (1 Samuel 8:7). Este pasaje recordó a los lectores
originales del reino de Dios sobre Israel. Para los intérpretes
cristianos apunta hacia Cristo, el Rey divino. La renunciación de Israel
de confiar en Dios como Rey paralela nuestro fracaso en confiar en Cristo.
Cuando nos dirigimos a otras fuentes de seguridad y fortaleza, repetimos su
fracaso.
Segundo, Cristo es el Rey
humano perfecto. Jesús nació como Hijo de David y
cumplió la esperanza de una dinastía Davídica permanente
(Mateo 1:1; Marcos 11:10; Lucas 1:32-33). Consecuentemente, los registros del
Antiguo Testamento de reyes humanos en Israel también apuntan hacia el
reinado de Cristo.
Por ejemplo, el
registro del Cronista del reinado de Asa (2 Crónicas 14:1-16:14) se
enfoca en la obediencia y el fracaso del rey. Mientras Asa fue fiel a Dios,
experimentó gran victoria; pero cuando siguió su propio camino,
fracasó miserablemente. Estos pasajes captaron la atención de los
lectores originales a los reyes Davídicos, pero como intérpretes
Cristianos, podemos también ver la conexión con Cristo. Cristo fue
completamente fiel en su llamado real, asegurando una victoria eternal para Su
pueblo. En donde todos los otros reyes fallaron, El
triunfó.
Más aún,
este reinado de Cristo se anticipa donde sea que las historias del Antiguo
Testamento traten con paz y guerra, victoria y fracaso, castigo y recompensa.
Estos motivos siempre estuvieron muy asociados con el reinado y apuntan hacia el
trabajo de Cristo como Rey. Por ejemplo, cuando Abram conquistó a sus
enemigos y rescató a Lot (Génesis 14:1-16), la bendición de
Dios de victoria fue una demostración de Su poder real. Los lectores de
Moisés ganaron confianza para sus conquistas de Canaán de esta
historia. Como intérpretes cristianos se nos recuerda de la gran victoria
sobre el pecado y la muerte lograda por nuestro Rey,
Jesucristo.
Siempre debemos de ver las
narrativas del Antiguo Testamento a la luz del señorío de Cristo.
Para lograr este objetivo, podemos comenzar con una simple pregunta.
¿Cómo se enfoca en las dimensiones profética, sacerdotal y
real de la vida del Antiguo Testamento el pasaje que está ante nosotros?
Al tocar los textos estos motivos, nos guían a considerar los tres
oficios de Cristo (ver figura 59).
La Teocracia
Cristiana
Como hemos notado en varias ocasiones en
este capítulo, los cambios entre las épocas de la historia de
redención han hecho del vivir fielmente ante Dios hoy en día del
vivir fielmente ante Dios en los tiempos del Antiguo Testamento. Estas
diferencias resultan del carácter de nuestra teocracia Cristiana. Para
darnos cuenta de estas variaciones, veremos el ideal teocrático y
Cristo, fases de la teocracia Cristiana, y ajustes a la teocracia
Cristiana.
Teocracia Ideal y
Cristo
Un motivo une todas las
narrativas del Antiguo Testamento: el ideal de la teocracia nacional de Israel.
La Historia Mosaica trataron con su establecimiento; la Historia
Deuteronomística examinó su continuación y
declinación; y la Historia Cronística se enfocó en la
restauración de Israel como una teocracia. A pesar de diferencias obvias
todas estas tradiciones tuvieron que ver con el gobierno de Dios sobre Israel
como unidad nacional.
Los escritores del
Antiguo Testamento concentraron su atención en el Reino de Dios en el
Israel nacional. Su concepto de la teocracia estaba muy ligado a las realidades
geográficas y políticas. La tierra de Canaán era el lugar
de la herencia; Jerusalén era el hogar del rey elegido por Dios; el
templo era el lugar de adoración. De una u otra manera, los escritores
del Antiguo Testamento diseñaron sus libros para instruir a Israel acerca
de este ideal teocrático
nacional.
Sin embargo, la visión
del Antiguo Testamento de la teocracia no fue limitada a un enfoque
nacionalístico. Desde el llamamiento de Abram, se le dio a Israel un
llamado mundial: “Y serán benditas en ti todas las familias de la
tierra” (Génesis 12:3b). Por todo el Antiguo Testamento, la
esperanza de extender la teocracia a las naciones de la tierra fue aumentando de
intensidad. Después de un tiempo fueron incorporados los gentiles a la
nación (Josué 6:25; Rut 4:13-22). David y Salomón anexaron
naciones Gentiles (2 Samuel 22:48; 1 Reyes 4:21; 2 Crónicas 8:1-8).
Salomón oró específicamente por bendición para los
Gentiles que venían al templo (1 Reyes 8:41-43). La esperanza de
expansión a otras naciones creció a un grado febril en las
visiones proféticas (Isaías 2:2; 11:10; 51:4-5; 65:1). Con
creciente revelación en el período del Antiguo Testamento, vino a
ser evidente que esta expansión del Reino a todo el mundo sería
logrado ultimadamente por la intervención gloriosa del
Mesías.
El Nuevo Testamento
confirma que estas expectaciones Mesiánicas fueron cumplidas en Cristo.
Con Su venida el ideal teocrático no desapareció; fue aumentado y
elevado hasta un plano más alto. La tierra de Canaán, el trono de
Jerusalén, y el templo fueron presagios de un nuevo mundo introducido por
Cristo – pequeños asuntos en comparación con el nuevo estado
de la teocracia que El introdujo. El Nuevo Testamento enseña que la
salvación vino por medio de la sangre de Cristo rociada en el trono de
gracia celestial (Hebreos 9:11-14; 10:19; 1 Pedro 1:1-2), no a través de
sacrificios de animales. En lugar de un hijo ordinario de David, el Hijo eterno
de David tomó su lugar en el cielo (Hechos 2:22-36). En lugar de una sola
nación, el Nuevo Testamento habla de la ciudad celestial (Apocalipsis
21:1-4) y del reinado eterno de Cristo sobre los cielos nuevos y tierra nueva
(Isaías 9:6-7).
El ideal
teocrático del Antiguo Testamento explota en su mayor expresión en
Cristo. Todos los tipos y la sombras desaparecen, y las realidades celestiales
los remplazan. La pequeña y defectuosa teocracia nacional se transforma
en una teocracia victoriosa y universal por medio de la intervención de
Cristo.
Fases de la Teocracia
Cristiana
Cuando una persona da un
simple paso hacia delante, generalmente pensamos en ello como un simple
movimiento. Pero viéndolo un poco más de cerca podemos ver que el
paso de hecho consiste en muchos movimientos. Levantamos nuestro pie del suelo,
lo llevamos por el aire, y lo ponemos de nuevo en el
suelo.
De una manera similar, la
expansión de la teocracia en Cristo es un solo paso en la historia de la
redención. Aunque nuestra época no es un evento simple y
solitario. Como un paso humano ordinario, consiste de varias fases: la
inauguración, la continuación, y la
consumación.
Inauguración.
La inauguración de la era escatológica se llevó a
cabo en la primera venida de Cristo. Cuando Cristo apareció El
comenzó Su trabajo como Profeta, Sacerdote y Rey. Como nuestro Profeta,
Jesús proclamó “el año agradable del
Señor” (Lucas 4:19). Sus enseñanzas y milagros trajeron
alivio al pobre, sanidad al ciego, libertad y restauración a los cautivos
(Lucas 4:18). Como Sacerdote El vino y “habitó entre
nosotros” (Juan 1:14). Su sufrimiento y muerte pagó por los pecados
de Su pueblo, otorgando perdón a todo aquél que cree en El. Como
Rey, Jesús nació como Hijo de David; Su resurrección y
ascensión fue su coronación – cuando se sentó en el
trono de David con toda autoridad.
La
inauguración de nuestra era también se extendió a la obra
del Espíritu Santo entre los apóstoles. Cuando Cristo
ascendió en las alturas, El otorgó dones del Espíritu Santo
a Su iglesia (Efesios 4:7-13). Sus apóstoles esperaron en
Jerusalén por el fortalecimiento del Espíritu (Lucas 24:49; Hechos
2:1-4) para que se convirtieran en testigos de Cristo a las naciones. El
Espíritu vino en Pentecostés (Hechos 2:1-11), y los
apóstoles propagaron el Reino a Judea, Samaria y hasta “lo
último de la tierra” (Hechos
1:8).
Todos estos incidentes formaron un
complejo unificado de eventos que comenzaron una era teocrática nueva de
la que formamos una parte. Como puso una metáfora Paulina que somos:
“miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los
apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo
Jesucristo mismo” (Efesios 2:19b-20). Así como un edificio descansa
sobre su fundamento, nosotros vemos la obra de Cristo y los apóstoles
como el fundamento de nuestra era.
En su
ministerio terrenal, Jesús abrió una entrada entre el Reino de
Dios y todas las instituciones políticas de este orden del mundo,
incluyendo al Israel nacional. Jesús enseñó a Sus
discípulos: Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todas estas
cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33). Las ganancias
materiales en este mundo deben de tomar el segundo lugar para el avance del
Reino de Cristo. Cuando Pilato preguntó a Jesús, Él
respondió simplemente: “Mi reino no es de este mundo” (Juan
18:36). En línea con las expectativas del Antiguo Testamento,
Jesús comenzó una transformación completa de la teocracia
nacional. El liberó al Reino de los amarres geo-políticos en el
Antiguo Testamento en tanto que navegaba hacia la teocracia extendida a todas
las
naciones.
Continuación.
El Nuevo Testamento también enseña que el Reino de Dios va
a través de una fase larga de continuación. Los Judíos de
los días de Jesús esperaban que el Mesías estableciera un
Reino mundial glorioso inmediatamente después de su llegada. Aún
Juan el Bautista asumió que el Mesías traería la
salvación y el juicio final simultáneamente (Mateo 3:10-12; 11:3).
Pero Jesús reveló que Dios tenía un plan diferente. El
Evangelio de Mateo reporta las parábolas de Jesús acerca del
Reino, que enfatizan la naturaleza progresiva, extendida de nuestra era. Vivimos
durante el retoño del trigo y la cizaña (Mateo 13:24-30, 36-43);
la semilla de mostaza está creciendo todavía (Mateo
13:31-32).
Jesús continúa
siendo nuestro Profeta, Sacerdote y Rey. Como nuestro Profeta El enseña
por medio de la fiel predicación de la Palabra (2 Pedro 3:2). Como
nuestro Sacerdote el intercede en nuestro favor ante el trono de gracia. Como
nuestro Rey nos guía hacia la batalla, protegiendo y cubriendo nuestras
necesidades.
Sin embargo, la
continuación del Reino debe de describirse como el “ya pero
todavía”. Vivimos con muchas bendiciones de la era por venir.
Tenemos al Espíritu Santo (2 Corintios 1:21-22), renovación
interna (2 Corintios 4:16; Colosenses 3:10) y una iglesia que se extiende
(Colosenses 1:6). Pero el Reino no ha venido en su plenitud. El barco de la
teocracia Cristiana ha salido del viejo puerto del nacionalismo Judío
pero no ha llegado a su destino final del dominio mundial. Como resultado los
seguidores de cristo no son ciudadanos de una teocracia geo-política.
Más bien, “nuestra ciudadanía está en los
cielos” (Filipenses 3:20). El pueblo de Dios ahora vive como un remanente
teocrático desilusionado, una subcultura dispersa por todas las naciones
de la tierra. Estamos pasando por este mundo, comprometidos en una guerra
espiritual (Efesios 6:12), y mirando hacia el nuevo mundo que vendrá (1
Pedro 1:7; 2:11). En este tiempo, somos más bendecidos que en cualquier
otro tiempo del pasado; los tipos teocráticos viejos y las sombras han
pasado. Pero nosotros todavía esperamos la consumación de la
teocracia en la segunda venida de
Cristo.
Consumación.
El regreso de Cristo en gloria traerá la consumación de la
teocracia Cristiana. Jesús prometió regresar a este mundo (Juan
14:1-4; Hechos 1:11), y los apóstoles afirmaron esta esperanza (1
Corintios 4:5; 1 Tesalonisenses 1:10; 3:13; Apocalipsis 22:12). Al regreso de
Cristo todo el universo será completamente transformado en el Reino de
Dios (2 Pedro 3:10-12). Esta última fase de nuestra época juega un
papel vital en las vidas de los creyentes hoy en día, coloreando nuestra
existencia presente de muchas maneras. El regreso de Cristo es el alivio y deseo
del pueblo de Dios (1 Corintios 1:7; 1 Tesalonisenses 4:15-18; 2 Timoteo 4:8;
Filipenses 3:20-21).
Cuando Cristo regrese
veremos que la teocracia Cristiana llegue a su fase final. El pueblo de Dios
poseerá toda la tierra cuando Cristo reine sobre cada centímetro
de ella. Como nuestro Profeta Él nos revelará a Dios. Como nuestro
Sacerdote Él nos dará la bienvenida a la gloriosa presencia de
Dios. Como nuestro Rey Él derrotará a nuestros enemigos y nos
dará: “cielos nuevos y tierra nueva” (2 Pedro
3:13).
Las distinciones entre la
inauguración, la continuación y la consumación de la
teocracia Cristiana nos presentan tres opciones cada vez que aplicamos las
historias del Antiguo Testamento a nuestros días. Podemos ver la obra
pasada, presente o futura de Cristo en nuestro favor. Podemos preguntarnos: 1)
¿Cómo nos ayuda a discernir este pasaje de Cristo como Profeta,
Sacerdote y Rey en Su primera venida? 2) ¿Cómo se aplica a la
continuación presente de los oficios profético, sacerdotal y real
de Cristo? 3) ¿Cómo da luz este pasaje en la consumación del
ministerio profético, sacerdotal y real de Cristo en Su segunda
venida?
Por ejemplo, hemos mencionado que
los Cristianos deben relacionar la actividad profética de Moisés
con Cristo, pero tres opciones están ante nosotros. Podemos llamar la
atención a las enseñanzas de cristo en tanto estuvo en la tierra;
podemos enfocarnos en la continuación de Su ministerio por medio de la
predicación y la enseñanza de la Palabra; y podemos apuntar hacia
la revelación de Dios en la segunda venida. Las implicaciones de un texto
dado para las audiencias modernas incluyen todas las fases de la obra
profética de Cristo.
De una manera
similar, hemos sugerido que el quitar a los hijos de Elí del servicio
como sacerdotes en 1 Samuel 2:12-36 anticipa la perfección del sacrificio
y adoración en Cristo. Esta historia nos recuerda de las maravillas del
sacrificio perfecto de cristo en la cruz, llama nuestra atención a Su
continua intercesión ante el trono de la gracia, y nos guarda siempre con
la esperanza del perdón y la comunión con Dios que Cristo nos
dará en la segunda venida.
Podemos
manejar pasajes que se enfocan en el reino de una manera similar. Como hemos
sugerido, el registro del Cronista acerca del reinado de Asa (2 Crónicas
14:1-16:14) se aplica a la victoria y seguridad provistas por Cristo el Rey.
Para aplicar este texto a la teocracia Cristiana, debemos de recordar el
establecimiento del Reino en la primera venida de Cristo. Nos dirigimos hacia el
poder de Cristo expuesto para nosotros día tras día en tanto que
Su Reino continua, y se nos recuerda de la gloria de Su victoria cuando el Reino
encontrará una expresión universal en la segunda venida. Los
pasajes que hablan del reinado pueden aplicarse a todas las fases de nuestra
era.
En tanto evaluamos las necesidades de
los creyentes modernos, podemos enfatizar una dimensión de
aplicación moderna más que otra. Sin embargo, cada historia del
Antiguo Testamento nos dirige a considerar cómo Cristo es nuestro
Profeta, Sacerdote y Rey en la inauguración, continuación y
consumación de la teocracia Cristiana (ver figura
60).
Ajustes a la Teocracia
Cristiana
La ideología de los
escritores del Antiguo Testamento debe de ajustarse a la luz de los cambios en
la teocracia Cristiana. Estas modificaciones pueden ser complejas.
Ayudará comentar brevemente acerca de los tipos de reordenaciones que
deben de hacerse con el fin de hacer aplicaciones de historias
específicas del Antiguo
Testamento.
La Historia Mosaica.
La Historia Mosaica originalmente se enfoca en la formación de
Israel a una teocracia nacional. Moisés escribió Génesis
para guiar la salida de Israel de Egipto a la conquista de Canaán; Exodo
legitimó el orden social y cúltico para la nueva nación;
Números exhortó a la nación a estar moral y ritualmente
preparada para derrotar a los Cananitas de la tierra; Deuteronomio hizo un
llamado a la gente para reafirmar el pacto Mosaico en tanto entraban a la tierra
prometida. Estos libros instruyeron a la gente acerca de las dimensiones vitales
de establecer la nación teocrática de
Israel.
¿Cómo se aplican estos
libros a la gente que vive en la teocracia Cristiana? Cuando nos ajustamos a las
perspectivas de los textos del Pentateuco a la forma del Reino de Dios en
nuestra era, encontramos un sin fin de implicaciones para un vivir responsable
en Cristo. No estamos siguiendo a Moisés por el desierto hasta
Canaán, pero Génesis nos enseña cómo Cristo nos
sacó de la esclavitud del pecado y la muerte. Nos explica la necesidad de
seguirle en nuestras vidas diarias lejos del pecado y hacia nuestro destino
último. Génesis también nos anima a continuar confiando en
que Cristo nos traerá un día a la tierra prometida de un cielo
nuevo y una tierra nueva.
Éxodo
exhortó al pueblo a someterse al orden social y cúltico de
Moisés. Una vez más, ya no estamos atados a los tipos y sombras de
la era de Moisés, pero Éxodo nos instruye a reconocer la autoridad
de Cristo como el que aplica la ley de Moisés a Su
Reino.
Números hizo un llamado a la
segunda generación de Israel a seguir a Dios en la conquista como Su
ejército santo. Nos enseña a “no codiciar cosasa malas, como
ellos codiciaron” (1 Corintios 10:6). Debemos de dedicarnos a la santidad
como aquellos que luchan contra “principados, contra potestades, contra
los gobernadores de las tinieblas de este siglo” (Efesios 6:12). Nuestra
única esperanza de obtener la victoria en las guerras espirituales que
tenemos por delante en devoción a
Cristo.
Deuteronomio llamó a la
nación a un pacto de avivamiento en la tierra de Canaán. Como
creyentes del siglo XX, no nos comprometemos a los tipos nacionalísticos
y las sombras de la Ley de Moisés. Aún así, Deuteronomio
nos desafía a recordar que Cristo cumplió los requisitos del pacto
y nos llama a una fidelidad diaria como pueblo de Dios. Finalmente, esperamos el
cumplimiento de las promesas del pacto de paz y prosperidad por toda la tierra
al regreso de Cristo.
La
Historia Deuteronomística. La Historia Deuteronomística
instruyó al pueblo de Dios acerca de la continuación y
declinación de la nación teocrática. El libro de
Josué enseñó a la nación a tener éxito en la
guerra santa, a dividir la tierra en respeto mutuo y a renovar la obediencia al
pacto. Jueces defendió la necesidad de un rey al señalar lo que
faltaba por conquistar, los ciclos de jueces buenos y malos, y la insuficiencia
de los Levitas. Samuel declaró la esperanza de Israel en la línea
Davídica a pesar de los fracasos de David. Los Reyes demostraron la
justicia del exilio y ofrecieron la esperanza de regresar a la tierra
después de que se diera el
arrepentimiento.
Así como Israel
aprendió acerca de la teocracia nacional del Antiguo Testamento en estos
libros, nosotros podemos encontrar muchas implicaciones para la vida en la
teocracia Cristiana. Josué nos instruye para ver nuestras
responsabilidades como pueblo que ha sido comprado por la muerte y
resurrección de Cristo. Debemos de continuar en guerra espiritual, en
cooperación con otros que compartan la herencia, y en renovación
del pacto. Esperamos el día cuando nuestra conquista sea completada por
la segunda venida de Cristo.
Jueces nos
enseña de nuestra necesidad de Cristo nuestro Rey; sin Él nuestra
conquista fracasaría. Otros líderes, en el mejor de los casos,
pueden proporcionar alivio temporal únicamente. Con Cristo nuestro Rey,
estamos seguros de victoria y
bendición.
Samuel nos enseña
a afirmar nuestro compromiso con el Rey Jesús, el Hijo de David, a pesar
de los problemas que acribillan su Reino. Cristo fue sin falta, pero Su reino
experimenta dificultades. Aún así, sabemos que las promesas de
Dios descansan en él.
El libro de
Reyes nos recuerda a no tomar los logros de Cristo como licencia para pecar;
Dios castiga a sus hijos cuando se descarrían. Así como el
escritor de Reyes proporcionó una esperanza de restauración,
nosotros también podemos ser restaurados por medio del arrepentimiento y
fe.
La Historia
Cronística. La Historia Cronística se enfoca en la
restauración de la teocracia nacional después del exilio.
Crónicas enfatiza la necesidad de tener en orden apropiado al pueblo de
Dios, al templo y a la familia real para recibir la bendición de Dios.
Esdras-Nehemías se enfocaron enlos requisitos de Dios de un vivir santo y
devoción al programa de restauración del
Reino.
Cuando vemos estos libros como
Cristianos, encontramos que hablan poderosamente a nuestras responsabilidades en
la teocracia Cristiana. Nosotros somos el remanente del pueblo de Dios.
Así como el Cronista hizo un llamado al pueblo para regresar a los
ideales de la teocracia nacional, se nos exhorta a renovar nuestro compromiso a
los ideales del Reino de Cristo. La unidad del pueblo de Dios, la centralidad de
Cristo como Rey, y la importancia de una adoración apropiada son
esenciales para recibir la bendición de Dios en nuestros días.
Como Esdras-Nehemías se enfocaron en la importancia de la santidad y los
esfuerzos prácticos para restaurar el reino, podemos ver la importancia
vital de la separación de lo malo del mundo y la devoción a la
construcción del Reino de Cristo.
Otros libros. Los
libros narrativos que quedan también hablan una palabra relevante a
nuestros deberes teocráticos. El libro de Rut apoya la legitimidad de la
línea de David a pesar de la presencia de una Moabita en sus ancestros;
como Cristianos seguimos a Cristo, cuyo derecho de reinar constantemente es
desafiado. El libro de Ester enseñó al pueblo de Israel
cómo servir a Dios fielmente en tierra extraña; debemos de
aprender a servir a Dios en un mundo pecaminoso. El libro de Josué puso
en sus lectores originales la importancia de llevar la Palabra de Dios a otras
naciones. Hoy en día los Cristianos están comisionados a llevar la
Palabra de Cristo por todo el mundo
también.
Estos comentarios apenas
tocan la importancia de estos pasajes de la Escritura para nuestra época.
Aún así apuntan en dirección de los ajustes que debemos de
hacer al aplicar el significado original de estos libros a nuestra era presente.
Las narrativas del Antiguo Testamento son autoritativas para nuestra
época, pero debemos de responder a ellas como el pueblo de Dios que vive
entre la primera y segunda venida de Cristo. Dejando los ideales nacionalistas
de Israel atrás, viajamos por este mundo caído, esperando el
regreso de Cristo y la completa realización de la teocracia mundial en
Él.
Conclusión
En este capítulo hemos bosquejado varios
aspectos vitales al aplicar las historias del Antiguo Testamento a nuestra
época. La historia de la redención consiste de muchas
épocas, pero la venida de Cristo trajo el giro más significativo
en la religión Bíblica. Como resultado Cristo es el punto focal
hermenéutico de todos los intentos de traer estos pasajes a nuestra era.
Debemos de ver las narrativas del Antiguo Testamento a la luz de Sus oficios
profético, sacerdotal y real. Como pueblo de Dios viviendo entre la
primera y la segunda venida de Cristo, debemos también tomar en cuenta
las diferencias entre la teocracia del Antiguo Testamento y el estado presente
de la sub-cultura de la teocracia Cristiana. Con estas consideraciones a gran
escala en mente, podremos movernos hacia aplicaciones más efectivas de
las historias del Antiguo Testamento para nuestra
época.
Preguntas de
Repaso
- Describe las divisiones y la unidad de la
historia de la redención como ha sido comentada en este capítulo.
¿Cómo han ido a los extremos los evangélicos con
relación a estos asuntos? ¿Qué es una punto de vista
orgánico de la historia de la redención?
- ¿Cuáles son los oficios
teocráticos de Cristo? ¿Cómo podemos hacer centrales los tres
oficios de Cristo a la aplicación moderna de las narrativas del Antiguo
Testamento?
- ¿Cómo se expande el ideal
teocrático del Antiguo Testamento en Cristo? ¿Cuáles son las
fases de la teocracia Cristiana?
Ejercicios de
Estudio
- Haz una lista de diez temas principales que
aparecen en las historias del Antiguo Testamento. Reflexiona en cómo fue
modificado cada tema al progresar la historia de la redención en el
Antiguo Testamento y en Cristo.
- Examina 2 Crónicas 12:1-12. Enlista tres
implicaciones originales de esta historia. Haz conexiones de cada
implicación a los oficios de Cristo en las tres fases de la teocracia
Cristiana.
- Examina Génesis 11:1-9. repite los pasos
en el ejercicio
2.