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AMA A TUS HERMANOS Y HERMANAS

           

            Jesús indicó que todas las personas son nuestros prójimos, y debemos mostrar gracia y misericordia a todos porque Dios ha tenido gracia y misericordia hacia nosotros.  No obstante, aquellos que están en el cuerpo de Cristo son parte de nuestra familia de una forma especial.  Son aquellos con quienes pasaremos la eternidad, y  son aquellos cuya cooperación necesitamos para representar a Cristo.

            El apóstol Pablo dijo, “Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe”  (Gal. 6:10).  Ciertamente esto no disminuye nuestra preocupación por el prójimo y los enemigos; sino que tal tipo de interés en nuestros hermanos es un resultado de ser familia en el sentido más íntimo de la palabra.

            Este tipo de amor y unidad no viene sin una batalla.  Los mismos adversarios que se oponen al temor del Señor – el mundo, la carne y el diablo – también se oponen a la exhortación de amar y estar unidos a nuestros hermanos y hermanas.  Es de sabios estar pendientes de estos enemigos al hablar de la Iglesia como una familia.

            Recuerda, (1) la carne tiene una inclinación pecaminosa hacia los intereses personales.  Es leal a la pregunta: “¿Qué hay para mí?”  (2) Satanás es un mentiroso y enemigo de la unidad.  Notemos que la mayor enseñanza explícita sobre la guerra espiritual (Efesios 6) la encontramos en el libro que enfatiza la unidad.  La estrategia más prominente es fracturar y dividir.  Y (3) el mundo trata de institucionalizar estas tendencias.

            Permítanme desenmascarar aun más a estos oponentes.

            El evangelista dijo: “Quiero que se olviden de las instituciones”.  “El evangelio no se trata de iglesias.  Es una decisión que haces delante de Jesús y nadie más”.

            ¿Qué piensas de su enfoque? El está en lo correcto cuando dice que los individuos deben arrepentirse y bautizarse (Hechos 2:38).  Y puedo entender que algunas personas tienen una visión deformada de la iglesia, así que el evangelista no quería que esas presuposiciones nublaran los asuntos espirituales.  Pero ¿no es cierto que el llamamiento a confiar y obedecer es un llamamiento más amplio que “sólo Jesús y yo”?  La promesas de Dios son para “vosotros y para vuestros hijos y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare” (Hechos 2:39).  Y ¿No es acaso la persona llamada a venir a Cristo, quien es la cabeza de una institución? En el libro de Hechos, cuando la gente se convertía, se asumía que serían parte de un compañerismo local.  No pudo haber sido de otra manera.  Habían sido integrados a una comunidad de la resurrección, una comunidad del Espíritu.

            Recientemente se hizo un estudio interesante contrastaba la reacción que mostraban los japoneses y los estadounidenses ante las dificultades personales.  La pregunta era ¿cómo se conforta la gente durante estas dificultades?  Los japoneses consistentemente dijeron, “Pienso en mi familia.  Imagino que mi familia está conmigo".  La respuesta estadounidense típicamente era, "Yo puedo superar esto, solamente debo trabajar más fuertemente".  O utilizaban una conversación con ellos mismos con la intención de inflar su "yo" necesitado: "Soy grandioso.  Esta persona no puede vencerme.  Soy mejor de lo que él es".  En otras palabras, vivimos en una cultura que enfatiza al individuo por sobre la comunidad.

            Los estadounidenses a menudo utilizan la frase "dependiente en uno mismo" (self-reliance).  Esta frase es un problema notorio para los traductores.  Por ejemplo, en Latinoamérica, la traducción más cercana a la que llegan es una palabra más parecida a la palabra en Inglés "independencia".  En algunos países asiáticos la frase no tiene sentido, o es una señal de inestabilidad mental.  De acuerdo con la mayoría de las tradiciones asiáticas, la persona nunca debe ser dependiente en sí mismo.  La persona debe ser interdependiente.

            En una ocasión escuché una variación cristiana de la canción de Frank Sinatra "A mi manera".  Se llamaba "A Su manera".  Por favor no piensen que estoy siendo extremista.  Simplemente deseo mantener mis ojos abiertos a las maneras recurrentes en las que pensamos de una manera privada en vez de pensar corporativamente.  ¿Pueden notar mi preocupación con respecto al nuevo título de esta canción? Ciertamente "Su" es mejor que "mí", pero ¿no sería más preciso decir "nosotros" en vez de "yo"? La canción retiene su sentimiento de aislamiento.  Se trata de "Jesús y yo".

            ¿Recuerdan a la mujer cristiana que decía que Dios le había dicho que se casara con alguien que no era cristiano? Tal vez fue un ejemplo extremo, ¿cuan a menudo consultamos con el pastor, los ancianos o las hermanos de la iglesia cuando estamos pensando acerca del matrimonio, un cambio de trabajo, u otra decisión importante? ¿Cuán a menudo pido oración por parte de la iglesia cuando estoy escribiendo o dando conferencias? Siempre existe mucha discusión e instrucción acerca de conocer la voluntad personal de Dios para nuestras vidas, pero ¿has escuchado a la gente hablar acerca de la voluntad de Dios para la iglesia o aun para sus familias?

            ¿Has notado que mucha gente no concibe la iglesia como una familia? La mayoría de las veces escucho a la gente hablar de la iglesia como si fuera su enemiga.  Algunas veces estas personas han sido lastimadas por gente de la iglesia y han tomado la decisión de no ser lastimadas de nuevo.  Generalizan a partir del caso específico a la iglesia entera: Si una persona me lastimó, entonces la iglesia me lastimó.  Algunas veces, actuamos como si la iglesia fuera un enemigo por nuestro propio sentido de vergüenza.  En otras palabras, puesto que podemos ver las cosas en nuestras vidas que nos avergüenzan, asumimos que los demás también las ven.  Usualmente, sin embargo, tratamos a la iglesia como un enemigo porque no hemos sido enseñados por la Escritura.  No sabemos lo que Dios dice acerca de Su cuerpo.

            Esto tiene mucho que ver con el temor al hombre.  Mientras pensemos acerca de nosotros mismos como solos o aislados, estaremos siempre propensos a temer a los demás.  El aislamiento y el temor al hombre son compañeros cercanos.  No obstante, somos liberados cuando entendemos en verdad que Dios nos ha llamado a participar en una familia más grande (esto es, la Iglesia).  El culto con la iglesia comienza a sentirse un poco más como una familia sentada con nosotros en nuestra sala.  Aun mejor, nos sentimos como una familia sentados juntos a los pies de Jesús, sentados alrededor del trono.  Con la familia no hay incomodidad, pena o temor.

            Puede ser que no hayas venido de una familia sólida.  Puede ser que tu hogar fue un lugar donde siempre fuiste criticado y siempre te preguntabas que estarían pensando los demás.  Si este es el caso, no permitas que tu experiencia de lo que es una familia corrompa tu entendimiento de lo que Dios dice acerca de ella.  Debes creer que aquellos que pertenecen al cuerpo de Cristo son tu familia.  Aprende que somos un pueblo de igual manera como somos personas individuales.  Esta lección no necesariamente es más fácil para las personas que han venido de buenas familias.  Esto ocurre porque la lección es aprendida por fe, no simplemente por la experiencia previa.

            Notemos los resultados si somos negligentes en ver la importancia de la comunidad bíblica.  Si privatizamos la Escritura, convirtiendo el “nosotros” por un “yo”, tendremos los siguientes dilemas:

·        Yo tengo que ir a todo el mundo y hacer discípulos (Mat. 28:18)

·        Yo tengo que orar sin cesar (1 Tes. 5:17)

·        Yo tengo que dar el cuidado apropiado a las viudas que están en necesidad (1 Tim. 5:3)

·        Yo tengo que enseñar a los hombres mayores, a los jóvenes y a las jóvenes (Tito 2:1-8).

Y de alguna manera, en los momentos que me queden libres, yo debo trabajar y ganar suficiente dinero para mi familia.

Afortunadamente, estos mandatos son dados a la Iglesia.  Solamente como cuerpo es que podemos evangelizar al mundo.  Se requieren personas que apoyen económicamente, agencias misioneras, amigos e iglesias que oren fielmente, y mucha otra gente del cuerpo para que un misionero vaya y haga discípulos.  Y para cumplir el mandato de orar sin cesar, necesito a la iglesia porque necesito dormir de vez en cuando, y tengo que ir a trabajar.  La oración practicada las veinticuatro horas del día sólo puede ser lograda por la iglesia a nivel mundial.

 

La Imagen Corporativa de Dios

            El fundamento de la enseñanza de la unidad, amor y la familia de Dios se remonta a la imagen de Dios en el hombre.  Ser imagen de Dios significa imitar y representar a Dios en beneficio de Su gloria.  Significa que debemos ser semejantes a Dios en todas las maneras en las que las criaturas pueden ser semejantes al Creador.  Para imitar remotamente tal gloria inmensa ciertamente se requiere de un grupo grande de personas, porque las criaturas están limitadas mientras que la gloria de Dios es ilimitada.  El capítulo 9 resumió algunas de las facetas de esta gloria, y por lo tanto, describió algunas de las maneras en las que nosotros podemos imitar a Dios, pero hubo una que descuidamos.

            “Oye Israel, el Señor nuestro Dios uno es” (Deut. 6:4)

            Si existiera una pluralidad de dioses, serían entendibles las divisiones y facciones entre la gente religiosa.  “Yo soy de Zeus”.  “Yo soy de Mercurio”.  Pero nuestro Dios es uno, y su pueblo lo imita y le trae gloria cuando mantiene la unidad.

            ¿Cuál era la identidad más prominente para los israelitas? “Soy un israelita, el pueblo que pertenece a Dios”.  Intenta encontrar el concepto de “Dios y yo” en los cinco libros de Moisés.  No lo encontrarás.  El pacto de Dios fue hecho con un pueblo.  “Oye Israel”, dijo el Señor.

            Andad alrededor de Sion, y rodeadla; Contad sus torres.  Considerad atentamente su antemuro, Mirad sus palacios; Para que lo contéis a la generación venidera.  Porque este Dios es Dios nuestro eternamente y para siempre; El nos guiará aun más allá de la muerte.”

            Los israelitas del Antiguo Testamento tenían festividades corporativas, la Pascua se celebraba con las familias, y había un día anual de propiciación por los pecados del pueblo como un todo (Lev. 16). A los israelitas se les ordenó que hablaran del Dios y su ley a sus hijos y los unos a los otros (Deut. 6).  Las promesas fueron promesas hechas a un pueblo al igual que a los individuos.  De igual modo, las maldiciones por las desobediencias de los individuos a menudo eran maldiciones que caían sobre toda la gente.

            Cuando Acán pecó al tomar del botín de Jericó, “los hijos de Israel cometieron una prevaricación” (Jos. 7:1).  El Señor dijo que Israel había pecado.  El castigo por la desobediencia cayó sobre todo el pueblo cuando el ejército fue derrotado por los hombre de Hai.  Para tratar el pecado, todo Israel debía consagrarse delante del Señor.  Por supuesto, la Biblia es clara en cuanto de que cada individuo es responsable por su propio pecado, pero existe un sentido en el que todo el pueblo se contamina cuando hay pecado en uno de sus miembros.

            Daniel estaba muy consciente de que aun en el exilio estaba inexplicablemente conectado con el pueblo de Dios.  Lo que se decía de ellos podía decirse de él.  Estaba avergonzado por el exilio, y sentía el peso del pecado del pueblo.

            “Ahora, Señor, Dios grande, digno de ser temido, que guardas el pacto y la misericordia con los que te aman y guardan tus mandamientos;  hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos hecho impíamente, y hemos sido rebeldes, y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus ordenanzas.  No hemos obedecido a tus siervos los profetas. . .Oh Jehová, nuestra es la confusión de rostro, de nuestros reyes, de nuestros príncipes y de nuestros padres; porque contra ti pecamos.” (Dan. 9:4-8)

            Recuerdo una tarea que nos dejaron en cuarto de primaria en la que teníamos que escribir una carta sin usar la palabra “yo”.  Todavía no entiendo cuál fue el propósito – a veces pienso que puesto que éramos un grupo tan malo, la maestra usó esta tarea para señalar nuestro egoísmo – pero se que todos pensamos que era casi imposible.

            Una tarea cristiana equivalente sería orar sin pedir por las preocupaciones específicas personales.  Para mí, tal oración es tan difícil como escribir una carta sin usar “yo”.  Cuando oro, típicamente, tengo círculos concéntricos en mi mente.  El círculo de adentro es mi familia, el siguiente círculo son mis parientes, el siguiente es mi iglesia, el siguiente son las misiones, y así sigo.  Muy a menudo, me fatigo antes de salir del segundo círculo.

            ¿Cómo has intentado orar “en grande”? Este es un excelente remedio en contra del temor al hombre.  Intenta orar al revés partiendo del círculo de más afuera hacia el círculo de adentro; es decir, orando por el mundo y la iglesia global antes de llegar cerca del hogar.  Ora las oraciones de la Biblia.  Ora los Salmos.  Los Salmos son para la meditación privada y para la asamblea, pero son más apropiados para la asamblea.

            El Salmo 133 es un ejemplo de un Salmo corporativo explícito.  Es un cuadro de las bendiciones que no pueden ser contenidas . descendiendo, descendiendo, descendiendo.  Tal cuadro está reservado para la bendición más grande que Dios puede dar a su pueblo: la bendición de la unidad.

            ¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es Habitar los hermanos juntos en armonía!  Es como el buen óleo sobre la cabeza, El cual desciende sobre la barba, La barba de Aarón, Y baja hasta el borde de sus vestiduras;  Como el rocío de Hermón, Que desciende sobre los montes de Sion; Porque allí envía Jehová bendición, Y vida eterna.”

            La primera imagen es la de la ordenación de Aarón como sacerdote.  Fue un gran día, un día de gran celebración.  Este evento confirmó el pacto de Dios con su pueblo.  Por medio de esta ordenación, Dios estaba diciendo que él moraría con su pueblo, y el pueblo tendría acceso a su Dios a través de los sacerdotes.  Entonces, al presenciar la ordenación, el aceite, el cual sólo se aplica a la cabeza, se mantiene cayendo hasta cubrir todo el cuerpo de Aarón.  El aceite de consagración no podía ser contenido.  Se mantuvo cayendo y cayendo.

            De una manera similar, el Monte Hermón era la montaña más grande de la región, y Sión no era más que una colina.  Si el rocío de Hermón cayera sobre Sión, sería  una abundante bendición de frutos en una zona árida.

            Este Salmo es una oración muy importante para el pueblo de Dios.  Cuando tememos a la gente y nos aislamos o protegemos de ellos, nos aislamos y protegemos de una parte importante del remedio provisto por Dios, esto es, amor y unidad con su pueblo.  Un Salmo tal como el 133 nos recuerda que oremos por el remedio provisto por Dios.  Nos recuerda que una de las grandes bendiciones de la tierra es unirnos al pueblo de Dios en vez de temerle o aislarnos de él.

 

Unidad y Amor – Una prioridad bíblica

            Tales imágenes del Antiguo Testamento seguramente estaban en la mente del apóstol Pablo cuando escribía a las Iglesias.  Por ejemplo, en su carta a los Efesios casi puedes escucharle decir, “Cuán bueno y delicioso es cuando los hermanos habitan juntos en unidad”.

            No obstante, Pablo estaba pensando en mucho más que la unidad de aquellos que eran hebreos de nacimiento.  Estaba hablando acerca de una unidad que los profetas raras veces imaginaron.  El estaba viendo a la Iglesia: judíos y gentiles, los enemigos jurados, los limpios y los inmundos. Es en esta unidad que la multiforme sabiduría de Dios es “ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales” (Efesios 3:10).  En otras palabras, La visión que Pablo tenía de la iglesia es que ésta sería la declaración más grande de Dios tanto para el mundo como para los seres celestiales.  La Iglesia está siendo observada y estudiada por poderes espirituales, y es a través de la iglesia como cuerpo que están siendo anunciadas las grandes riquezas de la sabiduría de Dios.  ¿Cuál es el pináculo de esta sabiduría? Que Dios ha demostrado su gloria al traer a un grupo muy variado y unirlo en Cristo.

            Para lograr esta unidad, Cristo ha dado regalos al cuerpo.  Los regalos son otras personas.  A través de personas – apóstoles, profetas, evangelistas, pastores, maestros, y muchos otros – Dios edifica a la Iglesia “hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y el conocimiento del Hijo de Dios” (Ef. 4:13).

            En otras palabras, para glorificar a Dios necesitamos a las personas.  Necesitamos ser enseñados y pastoreados, y necesitamos enseñar y pastorear.  Diariamente necesitamos el consejo de nuestros hermanos y hermanas, y ellos necesitan nuestro consejo.  Necesitamos que las personas nos hagan las preguntas difíciles, aunque a veces deseemos que nos dejaran en paz.  Aun el apóstol Pablo necesitaba de estas cosas: “Porque deseo veros . . . para ser mutuamente confortados por la fe que nos es común a vosotros y a mí” (Rom. 1:11-12).

            Chuck Swindoll representa a mucha gente en la Iglesia que sabe que no puede crecer en la gracia aislados de los demás creyentes.  Se da cuenta que la supuesta seguridad que proviene de la autoprotección y la falta de vulnerabilidad realmente es la maldición de la cual Dios desea librarnos.  Cuando estaba con sus compañeros pastores, se desafiaban unos a otros con estas siete preguntas:

1.      La semana pasada ¿Has estado con una mujer en cualquier lugar que pueda verse como que estás transigiendo en tus convicciones?

2.      ¿Le ha faltado integridad a alguna de tus transacciones financieras?

3.      ¿Te has expuesto a cualquier material sexualmente explícito?

4.      ¿Has pasado un tiempo adecuado en el estudio de la Biblia y la oración?

5.      ¿Le has dado prioridad a tu familia?

6.      ¿Has cumplido los requerimientos de tu llamado?

7.      ¿Me acabas de mentir?

Yo agregaría, por lo menos, una declaración a estas preguntas.  “Ahora que te he hecho estas preguntas, permíteme decirte que has sido una bendición para mí.  Permíteme decirte cuánto me has dirigido hacia a Cristo”.

Como consejero, he hablado con muchas personas que desean conocer sus dones espirituales.  Ellos vienen a mí esperando algún tipo de prueba de diagnóstico que los describa con precisión.  Mi impresión es que esta perspectiva representa una avería en la iglesia.  Refleja una iglesia en donde estamos corriendo como individuos en vez de estar unidos como una comunidad que glorifica a Dios.

Por ejemplo, las personas que están en búsqueda de sus dones piensan que pueden “encontrar” sus dones sin tomar en cuanta al cuerpo.  Se han olvidado que la orientación del pueblo de Dios es hacia fuera en vez que hacia adentro.  La pregunta debe ser esta: ¿Cómo puedo crecer en amor y servicio hacia el cuerpo de Cristo? Los dones son las maneras en las que naturalmente amamos y servimos.  Haciendo una paráfrasis de San Agustín diríamos, si deseas conocer el don que Dios te ha dado, primero conoce que el propósito de los dones espirituales es traer unidad a la iglesia.  Entonces, “ama a Dios y haz lo que desees”.

Pero podemos decir algo más de la repartición de los dones en el cuerpo.  Uno de los frutos malos de una iglesia que enfatiza el “yo” es que no le decimos a la gente cuando han sido una bendición para nosotros.  Si alguien dio clase de escuela dominical y nos ayudó a entender un pasaje de la Escritura, entonces debemos decírselo a esa persona y animarle en cuanto a su don.  Si el director de alabanza nos dejó gozosos por haber estado en la presencia de Dios, entonces agradezcámosle por las maneras específicas en las que fue bendición para nosotros y la iglesia.  Nadie debe verse en la necesidad de preguntar cuáles son sus dones; nosotros debemos señalar los dones de las personas a medida que nos ministran.

¿Puedes percibir la dirección natural hacia afuera que tiene el remedio de Dios para el temor al hombre? Aunque incluye una autoreflexión guiada por la Biblia, el propósito de esta introspección es el amor.  Consistentemente la Palabra de Dios nos urge al amor a Dios y el amor a los demás.  Al seguir este sendero, encontramos que ya no estamos dominados por un temor idólatra a los demás.

No obstante, el sendero no siempre es fácil.  De hecho raras veces es fácil.  Antes de que Cristo regrese, debemos estar preparados para algunos “topes” grandes – “topes” como los que encontró el apóstol Pablo en la Iglesia en Corinto.

“Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer.” (1 Cor. 1:10)

“Porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres?  Porque diciendo el uno: Yo ciertamente soy de Pablo; y el otro: Yo soy de Apolos, ¿no sois carnales? (1 Cor. 3:3-4)

“Así que, por cierto es ya una falta en vosotros que tengáis pleitos entre vosotros mismos. “ (1 Cor. 6:7)

Estas divisiones eran notorias inclusive durante la celebración de la Cena del Señor.  No era tanto que hubieran peleas a golpes antes de la comunión (al menos Pablo no reporta golpes).  La preocupación declarada de Pablo fue el caos que era el resultado de que la gente actuara como individuos egoístas y aislados, en vez de ser un solo cuerpo.  El tema recurrente del libro de jueces es adecuado aquí: “Cada uno hacía lo que bien le parecía” (Jue. 17:6).  Con todo el respeto que se merecen los adolescentes, era como tener una cena familiar con un grupo de muchachos  adolescentes voraces y egoístas.  Debido a estas divisiones, el apóstol Pablo dio direcciones específicas acerca de la Cena del Señor.  El apóstol les dijo que debemos examinarnos a nosotros mismos antes de participar de la mesa de comunión (1 Cor. 11:28).

            Cuando se te dice que te pruebes a ti mismo antes de la Cena del Señor, ¿En qué piensas?  Muy probablemente recuerdas una lista de pecados privados recientes.  Si así los haces, ¡magnífico!  Para algunas personas este es el único momento reflexivo acerca de sus vidas, y es un momento excelente para el arrepentimiento y la confesión de pecado.  No obstante, aunque eso sea  muy bueno, el pasaje está diciendo algo más.  A lo que Pablo nos está exhortando es a reconocer el cuerpo de Cristo.  ¿Nos damos cuenta de que la iglesia es una sola? ¿Estamos conscientes de que los que comparten la Cena son el Cuerpo de Cristo, que son nuestra familia? Claramente este es el contexto del pasaje.

            Esto significa que debemos recordar que es a través de la muerte de Cristo que hemos sido reconciliados con Dios y los unos con los otros.  Él nos ha hecho uno, y nosotros orientamos nuestros corazones a la búsqueda de la unidad en amor.  La Cena del Señor es un gran momento para orar y planear en cuanto a esa unidad con nuestros hermanos y hermanas.  Es un momento para explorar nuevas formas de ser amables, compasivos y perdonadores.

            La exhortación del apóstol también significa que debemos arrepentirnos de los pecados que han dividido al pueblo de Dios.  ¿Hemos chismeado en contra de alguien o calumniado a alguien? ¿Hemos evadido a la gente? ¿Hemos estado enojados pecaminosamente en contra de alguien?

            Jesús mismo nos dio direcciones específicas para buscar esta unidad.

“Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda. (Mat. 5:23-24)

“Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas.” (Mar. 11:25)

            El apóstol Pablo dijo lo mismo en su carta a los Efesios.

            “Somos miembros los unos de los otros: Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo.” (Efesios 4:25-26)

            ¿Puedes notar lo urgentes que son estas instrucciones? Sólo una iglesia que está unida en amor puede en verdad reflejar la gloria de Dios tanto a los poderes espirituales como al mundo, y sólo una iglesia unida puede estar firme en contra de los esfuerzos divisores de Satanás.  La Biblia no se equivoca: Si has contribuido para que haya una falta de unidad, corrígete ahora.  Los avivamientos deben comenzar en la Mesa del Señor.

            Una implicación de esta unidad es que se garantiza que la vida del cristiano será llena de un gozo mayor – pero también de una tristeza mayor.  Tendrá un mayor gozo porque Cristo ha resucitado, se nos ha dado una comunidad, y cuando el Espíritu nos une, nos gozamos con otros hermanos y hermanas que se gozan.  Pero la vida del cristiano se llena de una tristeza mayor porque sufrimos cuando partes del cuerpo también sufren.  De la misma manera en la que nos afecta que alguien de nuestra familia esté sufriendo, así también sufrimos cuando alguien de nuestra familia extensa esté sufriendo.  También, cuando alguien del cuerpo nos hiere, nos lastimará más porque son parte de nuestra familia.  Sin embargo, esa herida, no será paralizadora.  Al contrario, por la gracia de Dios, creceremos en la fe a través de ella y estaremos listos para la pregunta, ¿Cuál es mi deber hacia este hermano o hermana?

            Por supuesto, nuestro deber es el amor.  Una ventaja para nosotros que viene de las divisiones en Corinto es que Pablo no pudo terminar su exhortación acerca de la unidad con un “amen a Dios y hagan lo que sientan” o ni aun con un “ámense unos a otros”.  En vez de esto, tuvo que ser muy específico acerca de qué apariencia tiene el amor.  Tuvo que definir el amor.  Como resultado, hemos sido bendecidos con 1 Corintios 13.

 

La Oración de Jesús a favor de nuestra Unidad

            No te desanimes si el amor y la unidad de 1 Corintios 13 suena imposible.  Aunque el mundo, la carne y el diablo son adversarios formidables, Jesús ha orado por nosotros.  Este hecho nos recuerda lo que necesitamos, nos provee de una pauta para la oración, y nos da la confianza de que puesto que el amor y la unidad son la voluntad de Dios, él las hará realidad.

            La oración de Jesús en Juan 17 nos ha ayudado a entender algo de lo que necesitamos.  Necesitamos traer gloria a Dios, y necesitamos crecer en nuestra santificación y obediencia al Padre.  El otro tema es prominente en la oración de Jesús es la unidad.

            “Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros.” (v. 11)

“Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos,  para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste.” (v. 20-21)

“Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste.” (v.23)

“Y les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer aún, para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos.” (v.26)

            Esta es un manera profunda de traer gloria a Dios.  Como Jesús y el Padre son uno, así nosotros debemos ser uno los unos con los otros.  Esto es tanto maravilloso como aterrador.  Por un lado, la meta de la verdadera comunidad bíblica es una gran bendición.  Somos parte del remedio de Dios para el temor al hombre, y tenemos acceso a algo por lo cual el mundo está mendigando.  Pero significa que debemos ir hacia los demás en amor.  Aquí es donde se puede poner aterrador.  La gente, después de todo, hace que nuestras vidas se alteren.  Todo está mucho mejor cuando podemos mantener nuestros mundos seguros y pequeños, y estar contentos con ser amables y dar dinero.  Ahora, al conocer la enseñanza de la Escritura, es imposible tal indiferencia y egocentrismo.

            La unidad y amor significan:

·        Nos confesamos nuestros pecados unos a otros (Santiago 5:16)

·        Compartimos con los hermanos y hermanas que están en necesidad (Rom. 12:13; 1 Jn. 3:17)

·        Somos vulnerables con los demás (Oseas).

·        Nos asociamos con la gente de posición baja (Rom. 12:16).

·        Consideramos maneras de honrar a los demás (Rom. 12:10).

·        Discernimos cuándo confrontar el pecado y cuándo pasarlo por alto (Mat. 18:15; Prov. 17:9; 19:11).

·        Somos pacientes con los demás (1 Cor. 13:4)

·        Estamos dispuestos a sacrificarnos (Jn. 15:12-13).

·        Practicamos la disciplina eclesiástica (Mat. 18:15-19; 1 Cor. 5:1-5).

El amor bíblico nunca se satisface a menos que esté creciendo (1 Pedro 1.22).  Desarrolla estrategias, pide oraciones de los demás con la finalidad de crecer, piensa en grande – no grande en términos de lo espectacular, sino grande en términos de algo más allá de las expectativas humanas.  El amor bíblico no es un amor llamativo que atrae la atención hacia sí mismo, pero debe tener grandes intenciones.  Queremos que sea presenciado por toda criatura viviente.  Queremos que la gente y todas las autoridades y poderes espirituales sepan que somos discípulos del Dios viviente a través de nuestro amor (Jn. 13.35).

 

Ustedes son el Tabernáculo de Dios

            Todo esto significa que aun tienes otra identidad.  Somos el tabernáculo de Dios, Su templo.  En el Antiguo Testamento, el tabernáculo era la casa terrenal de Dios, Su presencia con su pueblo.  Este es el mismo tabernáculo que dejo admirados a los ejércitos enemigos.  Por ejemplo, muy pronto después de haber capturado el arca, los filisteos la sacaron de su tierra: su ídolo Dagón se cayó una y otra vez delante de ella.  Este es el tabernáculo que era tan santo que cuando los hombre de Bet-semes, el Señor los mató.  El resto de los hombres de Bet-semes dijeron: “¿Quién podrá estar delante de Jehová el Dios Santo?” (1 Sam. 6:20).  De igual manera, Uza fue fulminado por el Señor cuando intentó sostener el arca de Dios que se estaba cayendo (2 Sam. 6.6-7).

            Ahora vayamos al Nuevo Testamento.  “¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu Dios mora en vosotros?”  (1 Cor. 3:16).  El apóstol Pablo está diciendo que nosotros somos el tabernáculo de Dios.  La iglesia es el tabernáculo.  Aquí tenemos uno de los misterios del Antiguo Testamento que fue revelado en el Nuevo.  Nosotros, como cuerpo, tenemos al Dios viviente en nosotros.  Este es el misterio que fue glorioso y rico, “Cristo en vosotros, la esperanza de gloria” (Col. 1:27).  Esto es suficiente para dejarnos temblando.

 

Enemigos, prójimos y el Cuerpo de Cristo:  somos deudores.

            ¿Quiénes son las demás personas? Tienen tres formas diferentes: enemigos, prójimos y familia.  ¿Cuál es nuestro deber hacia ellos? Amor.  El amor puede manifestarse de manera diferente con cada grupo, pero nuestro deber se puede resumir diciendo “amor”.  Amamos a los enemigos al sorprenderlos con nuestro servicio hacia ellos.  Amamos a nuestros prójimos al tratarlos como nuestra familia.  Y amamos al cuerpo de Cristo – nuestros hermanos y hermanas – de tal manera que el mundo y los poderes espirituales se admiren de nuestra unidad.

            Diciéndolo de una manera más fuerte, estamos en deuda con nuestros enemigos, prójimos y amigos.  No importa lo que hayan hecho, y  no importa cuan desproporcionada sea nuestra dadivosidad hacia ellos comparada con de ellos hacia nosotros, estamos en deuda.

“No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley. . . cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” (Rom. 13:8-9)

¿Será que este amor nos ponga en una posición donde sea posible el ser heridos? Sin duda alguna.  C.S. Lewis indicó que si queremos algo fácilmente y sin dolor, debimos haber escogido una botella de vino en lugar de escoger a Jesús.  No hay duda alguna de que el amor bíblico nos hace más vulnerables.  Pero esta no será la vulnerabilidad devastadora que viene con el necesitar psicológicamente a las personas.  Los cristianos necesitan menos y aman más.

Esta deuda de amor, ¿nos deja vulnerables a la manipulación por otros que desean usarnos para sus propósitos impíos? Probablemente no, al menos no por mucho tiempo.

Un pastor de edad media fue regañado amablemente por su médico por estar haciendo demasiado.  El médico decía que el pastor necesitaba unas vacaciones o se estaba perfilando hacia la enfermedad.  El pastor, por supuesto, no tenía tiempo en aquel entonces para unas vacaciones.  Estaba muy ocupado atendiendo a su congregación y las necesidades especiales de su esposa y sus dos hijas.

Su esposa se había plagado de una enfermedad misteriosa en los últimos cinco años hasta el punto de que no era capaz de conducir o salir sola.  Esto significaba que el Pastor tenía que llevarla a todas partes.  Sólo las compras y las citas médicas le llevaban como una hora todos los días.

El pastor también estaba enseñando dos cursos en el seminario local porque necesitaba dinero extra.  Una de sus hijas recientemente había comprado un carro, y él estaba pagando el seguro.  Su otra hija estaba en la universidad, y él estaba pagando todas las cuotas.  No obstante, ninguna de ellas trabajaba.

Con todo esto ocurriendo, ¿Cómo podría el pastor tomar un descanso de sus deberes? El era necesitado por su congregación y su familia.

¿O necesitaba sentirse necesitado? El pastor entendía el temor del Señor, pero no se había entendido a él mismo.  Nunca había considerado que su autosacrificio era más bien para servirse él mismo que a su familia.  Como resultado, estaba ciego a otras maneras mejores de amar.

Empezó a ver que ser “buena gente” no es lo mismo que amar.  Al ser “buena gente” estaba siendo percibido como el esposo atento y sacrificado.  Al ser “buena gente”  estaba siendo lo  opuesto de su propio padre, quien nunca tuvo interés y era distante.  Pero por ser “buena gente” estaba matando a su familia porque podía ser manipulado para hacer cualquier cosa.

Gradualmente, el pastor comenzó a ver el egoísmo escondido en sus acciones.  Reconoció que el amor era mucho más que decir “sí”.  Pidió perdón de su esposa e hijas, y les pidió que oraran por él porque quería aprender a amarlas más profundamente.  Como puedes imaginar, la familia estaba un poco confundida con lo que estaba pasando, pero el pastor se había acercado a ellas en alguna otra ocasión para pedir perdón.  Este episodio en realidad no era tan diferente.

Pero sí lo era.  Con el consejo de algunos amigos sabios y cercanos, el pastor comenzó a pensar con mayor claridad acerca de las maneras de amar a su familia.  Después de algunas semanas se sentó con la familia y les presentó su plan.

Le dijo a una  de sus hijas que dejaría de pagar su seguro en tres meses.  Le dijo a su hija que estaba en la universidad que él sólo podría pagar un porcentaje de la colegiatura del siguiente año escolar.  Esto le dio a la familia nueve meses para trabajar juntos para pensar en alternativas financieras tales como empleos o préstamos.  Después de consultar con el médico de su esposa, le comunicó a ella que ya no la llevaría a más citas médicas.  El doctor estaba emocionado con su decisión.  El pastor también le dijo a su familia que iba a pedir un año de descanso de sus deberes en el seminario.  Esto empezaría después de su siguiente semestre de enseñanza.

Luego, llegó la verdadera prueba.  Su familia no pensaba que él estaba siendo “buena gente”.  Se enojaron con él.  Decían que ellos no le importaban.  Al decir estas cosas no sabían que lo estaban tentando con su ídolo favorito.  El escuchó lo que decía la familia y lo consideró en oración y con consejo.  Pero decidió que su resolución era sabia y que se mantendría firme.

Después de algunos meses rocosos, la familia comenzó a florecer.  Sus hijas decidieron buscar trabajos e inclusive los disfrutaban.  Su esposa comenzó a ser menos miedosa y muchos de sus síntomas mejoraron dramáticamente.  El pastor le expresó a la iglesia que había estado equivocado al tomar tantas responsabilidades en la iglesia porque esto limitaba que otras personas usaran sus dones. Confesó esto a su congregación y la congregación reaccionó estando dispuestos a poner sus dones al servicio de los demás.

La gente que busca agradar a las personas puede confundir el ser “buena gente” con el amor.  Cuando esto ocurre, están propensos a ser manipulados por los demás, y el desgaste con toda seguridad ocurre.  La gente que quiere agradar a los demás también puede confundir un  “sí” con el amor.  Pero “Sí” puede ser a veces algo muy imprudente. Puede no ser la mejor manera de pagar nuestra deuda de amor.  Decir “sí” a una tarea puede provocar que no hagamos algo más importante.  Puede significar que hacemos algo que alguien más pudo haber hecho mejor que nosotros.  Puede significar que estamos reforzando las pautas pecaminosas de las personas.  Puede significar que estamos interpretando la iglesia como algo egocéntrico en vez de como un cuerpo al decir; “Si no lo hago yo, nadie lo hará”.

Por lo tanto, un “sí”, ser “buena gente” y el “autosacrificio” no son necesariamente lo mismo que el amor.  Pueden ser maneras en las que establecemos nuestro significado y nuestra propia identidad, en vez de ser expresiones creativas de amor hacia otros.  Teniendo en mente estas precauciones con respecto a los imitadores del amor, me gustaría decir algo bueno acerca del autosacrificio y fatiga.  Por cada libro o artículo que leo acerca de nuestra deuda de amor, encuentro diez acerca de la autopreservación.  Parece ser que uno de nuestros grandes temores es que lleguemos a consumirnos.  En mi propia vida encuentro que a veces mi meta es mayormente protegerme del “estrés” en vez de amar a otros.  Todos debemos tener algunas disciplinas físicas en nuestras vidas para cuidar de nuestros cuerpos, y debemos tener en nuestras vidas algunas prioridades sabias y bíblicamente estructuradas.  Pero podemos caer en la zanja de la autopreservación tan fácilmente como podemos caer en la zanja de ser “buena gente” y querer agradar a las personas.

Nuestras vidas tienen una intensidad cuando vivimos en el temor del Señor.  Tenemos celo por la obediencia, ya no somos indiferentes hacia los demás, y tenemos el deseo de que la iglesia sea brillante y sobresaliente.  Tales deseos tal vez impliquen algunos desvelos y algunas tareas que preferiríamos no realizar.  El amor no es la opción más fácil.

 

La singularidad de la Unidad

            Existe un cambio peculiar que ocurre cuando comienzas a pensar menos en ti mismo y buscas la unidad del cuerpo de Cristo.  Los miembros de la iglesia en lugar de uniformarse se vuelven más singulares.  La unidad no significa uniformidad.

            Si me hubieras pedido que te describiera a Andy, te hubiera dicho que él es aburrido.  Era uno de mis amigos, y era parte de mi iglesia local, realmente no tenía nada sobresaliente.

            Cuando me pidió que lo aconsejara, no puedo decir que lo esperaba con ansia.  Inclusive, había pensado negarme, pero hacía algunos años que había hecho el compromiso de estar más disponible para la gente de mi iglesia local, así que acepté renuentemente.

            Su problema era algo común: “Sencillamente no me siento bien conmigo mismo.  Deseo quererme un poco más”.  Pensé: “Oh no, aun el problema que quiere atacar es aburrido”.

            Cuando nos reunimos por primera vez, Andy estaba esperando las preguntas normales acerca de sus padres y su dolor.  Y quizá debí haber hecho todas esas preguntas, pero mi corazón no estaba involucrado.  En vez de esto, le sugerí que estudiáramos un libro de la Biblia juntos.

            Ni siquiera recuerdo qué fue lo que estudiamos, pero recuerdo que fue divertido.  Ambos lo disfrutamos.  Recuerdo que estaba orando por diferentes personas en la iglesia al igual que estar orando juntos para que podamos aplicar la Escritura que estabamos aprendiendo.  Estabamos orando mucho porque cada semana me enteraba de algo acerca Andy y él de mí.  Recuerdo que un día se sintió culpable por su falta de amor hacia sus hermanos, y pidió que oráramos porque les iba a pedir perdón.  Poco a poco, comencé a anhelar nuestro tiempo juntos.

            Luego, un día me di cuente.  Pensé: Este muchacho es colorido.  ¡No es aburrido! Tengo que reconocer que algunos de los cambios se operaron en mí, pero se que es más que eso.  Andy y sus preguntas habían cambiado.  Originalmente se había preguntado, “¿Cómo me puedo sentir mejor conmigo mismo?” Ahora estaba preguntándose, “¿Cómo puedo amar a la gente de la iglesia y del mundo?”  A medida que aplicaba la enseñanza bíblica acerca del amor y la unidad, más aparecía su singularidad.  De repente, vi dones en él que no había visto antes.

            Cuando ya estabamos por finalizar nuestros tiempos semanales formales, le dije algo que inclusive  a mí me sacudió.  Le dije: “Andy, te ves hermoso”.  Cuando salieron las palabras de mi boca estoy seguro que yo estaba más sorprendido que Andy.  El comentario requería una pequeña explicación.

            “Espero que esto no suene grosero, pero cuando miro nuestra relación semanas atrás, hubo un tiempo en el que solía decir que eres aburrido – por supuesto, en el mejor sentido de la palabra”.  Andy se rió.

            “Pero algo te ha ocurrido.  He visto a Cristo en ti en los últimos cuatro meses de una manera como nunca antes te había visto.  Lo he visto en tus oraciones por mí y en las estrategias que tienes para amar a los demás.  Solías decir: ¿Cómo puedo sentirme mejor conmigo mismo? Ahora la pregunta es, “¿Cómo puedo amar a Cristo y a mi prójimo?”

            El asintió con la cabeza.  También él había visto la obra de Dios en su vida.

 

Para Pensar

             Este capítulo repasa una parte esencial del tratamiento en contra del temor al hombre: debemos amar más a la gente y necesitarla menos (para satisfacer nuestros deseos psicológicos).  De la misma manera como el amor a Dios expulsa el terror a Dios, el amor a la gente expulsa nuestro temor de que nos puedan avergonzar, lastimar físicamente o rechazar.

            Las palabras claves son familia, comunidad y unidad.  Pero ten cuidado.  Los cristianos no son los únicos que las usan.  ¿Has notado que muchas personas se están cansando del individualismo y el enfoque en uno mismo?  Interés en uno, la dignidad de uno, autoestima, lo que tiene para mí, la generación del “yo”, la introspección y el análisis personal: finalmente estamos listos para un cambio.  El individualismo está siendo echado fuera.  Desde una perspectiva estrictamente pragmática, hemos encontrado que el individualismo no funciona.  Como antídoto ahora la palabra es comunidad.

            El problema es que a menos que cambiemos radicalmente la manera en la que vemos a Dios, a nosotros mismos y a otros, la comunidad se convertirá sólo en otra estrategia para que nos sintamos bien con nosotros mismos.  Aliviará la soledad y nos sentiremos más “conectados”, pero si buscamos la comunidad con el fin de satisfacernos a nosotros mismos en vez de para la gloria de Dios, el movimiento que promueve la comunidad será simplemente una novedad pasajera.   Animémonos unos a otros para establecer nuestra comunidad eclesiástica en el amor de Dios.

1.      ¿Cómo puede tu iglesia promover el sentido de comunidad? ¿Cómo puedes hacerlo tú?

2.      Revisa la oración de Daniel y estudia la oración corporativa de Nehemías (Neh. 1:4-11).  Permite que estas oraciones estructuren un tiempo de oración corporativa en tu iglesia.

3.      ¿Cómo puedes dar honor a otras personas en el cuerpo de Cristo (Rom. 12:10)?

4.      Recuerda a las personas que te han señalado a Cristo recientemente.  Escríbele una carta a uno de ellos y propónte decírselo al resto.