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“El MUNDO QUIERE QUE LE TEMA A LA GENTE”

 

                El individualismo, al principio, sólo socava las virtudes de la vida pública; pero, a largo plazo, ataca y destruye todas las demás, y está absorto en gran medida en el egoísmo.  El egoísmo es un vicio tan antiguo como el mundo . . .el individualismo tiene un origen democrático.”

Alexis De Tocqueville

 

            No necesitamos ser persuadidos o manipulados para poner nuestra esperanza más en la gente que en Dios.  Como los berrinches de los niños, este no es un comportamiento que necesite ser observado o aprendido.  El temor al hombre es algo que hacemos con naturalidad.  Desde la Caída, es un instinto humano.  Pero, tristemente, nuestros corazones tienen un cómplice en el delito.  El mundo y sus suposiciones no bíblicas agravan nuestra tendencia a temer o reverenciar a los demás.

 

Paso 3: Identificar en dónde tu temor al hombre ha sido intensificado por las suposiciones del mundo.

 

            Esto no debe ser sorpresa.  La Biblia nos advierte que existe en el mundo una pauta callada y antibíblica que nos ruega que nos conformemos a ella.  El Señor constantemente advirtió al Israel del Antiguo Testamento de que el mundo a su alrededor con sus prácticas de idolatría, era una amenaza peligrosa.  La Iglesia primitiva, también, fue influenciada por el mundo.  La cultura judía se mantenía jalando el mensaje del evangelio hacia las obras meritorias y el legalismo (Col. 2).  Ciertamente nuestra era no es diferente de otros tiempos en la historia del pueblo de Dios.  También el mundo tienta nuestros corazones para vivir buscando la aprobación de los demás.

            ¿Cómo estimula el mundo (nuestra “carne corporativa”[1]) el temor al hombre? Consideremos algunos ejemplos.  Una observación común acerca de nuestro mundo es que vivimos en una cultura de víctimas.  Siempre es la culpa de otra persona.  Tú eres responsable de mis acciones.  Aún culpamos a otras personas como los responsables de esta cultura de víctimas: los abogados son los culpables.  Nos victimizaron para llegar a ser la cultura de las víctimas.

            Notemos las implicaciones de tal intercambio de culpabilidad.  Estamos diciendo que las demás personas controlan nuestro comportamiento.  ¿No es eso el temor al hombre? Si somos víctimas crónicas, estamos cambiando el locus de control de nosotros hacia los demás.  Estamos diciendo que los demás nos fuerzan a hacer las cosas.  Por supuesto, existe la verdadera victimización en este mundo, pero casi todos reconocen que hemos forjado una raza de víctimas completamente nueva y sospechosa.

            El énfasis en la autoestima también contribuye al temor al hombre.  Por ejemplo, aunque la mayoría de los libros de autoestima indican que es algo que puedes desarrollar por ti mismo, casi todos los libros también dicen que una de las mejores maneras para elevar tu autoestima es logrando algunos éxitos (los cuáles son comparados con lo que los demás hacen) o rodeándote de personas que te digan cosas positivas (lo cual te deja dependiente de sus opiniones).  Si tienes dinero, tu autoestima puede ser inflada por un terapeuta cálido y empático.

            Existen suposiciones calladas y no bíblicas en nuestra cultura que moldean nuestro pensamiento y dictan las preguntas que hacemos.  Algunas veces le llamamos a esto el mundo, como en “el mundo, la carne y el diablo”.  Estas suposiciones inclusive afectan nuestras interpretaciones de la Biblia.  Por ejemplo, puesto que nuestra cultura nos ha enseñado a pensar individualistamente en vez de corporativamente, somos propensos a pensar acerca de en vez de pensar en nosotros.  Una ilustración clásica es nuestra interpretación de “y no deis lugar al diablo” (Efe. 6:27).  Este pasaje consistentemente es aplicado al individuo.  Esto es, si estás enojado pecaminosamente, Satanás tendrá cierto tipo de control sobre tu vida.  Aunque esto puede ser verdad, en el contexto, el pasaje está hablando de la Iglesia.  La epístola a los Efesios trata acerca de la unidad de la Iglesia.  El “lugar” se refiere a la influencia divisora de Satanás en el Cuerpo de Cristo en vez de a la posesión de un individuo.  La solución es la búsqueda vehemente de la unidad en la iglesia.

            No importa cuán bíblicos pensemos que somos, es imposible evitar el ser afectados por estas suposiciones.  Las presuposiciones del mundo están en el aire que respiramos.

            ¿Alguna vez has estado en el smog de la gran ciudad? Recuerdo la primera vez que maneje hacia Los Angeles.  Literalmente me introduje a una burbuja de smog.  Sin embargo, una vez que ya estaba en Los Angeles, el smog pareció desaparecer.  Miraba hacia el cielo y aparentaba estar de un color azul perfecto.  Siempre y cuando no hubiera algún fondo, como las montañas, el aire se veía clarísimo.  Esta es la naturaleza de las suposiciones del mundo.  Cuando estás rodeado de ellas, no las puedes ver.

            Nuestra meta en este capítulo es tomar un momento y notar el smog que nos rodea.  Necesitamos ver que en nuestra batalla en contra de ser controlados por otras personas, estamos luchando no sólo contra nuestro propio corazón, sino también contra las corrientes de nuestra cultura.

 

Algunas Suposiciones Modernas

            Los cambios importantes en la cultura comenzaron al final de la década de los 70 y principios de los 80.  Antes de esta época, la gente creía que había una estructura en el mundo preordenada y divina.  Todas las personas y cada cosa tenían su lugar.  Si nacías en cierta clase, familia o comunidad, tu vida estaba establecida para ti.  “Soy Inglés, soy miembro de la parroquia de Santa Ana, soy granjero, y soy el segundo hijo de Carlos”.  Tal era tu identidad.  No había necesidad de decisiones vocacionales o religiosas; éstas ya habían sido tomadas por ti.  Habían muy pocas crisis de identidad cuando todos sabían quiénes eran y qué se suponía que debían ser.  Consecuentemente, los problemas de autoestima raras veces afloraban.  (Esto no quiere decir que la cultura no tenía otros problemas; simplemente que las preguntas sobre la identidad y personalidad se configuraban de diferente manera).

            No obstante, el surgimiento de la clase media cambió mucho de ese pensamiento.  Los roles en la vida ya no estaban escritos en piedra. Cuando la clase media flexionó su músculo en la Revolución Francesa (1789), surgieron nuevos pensamientos radicales acerca de la vida y la identidad  (y las posibilidades que no se habían explorado previamente).  Este evento fue una marca política de algo mucho más profundo que estaba ocurriendo.  Al borrar las distinciones entre el padre y el hijo, el noble y el plebeyo, y sin un claro pensamiento bíblico moldeando la nueva estructura social, surgió una nueva cosmovisión que ponía mucho más valor en el crecimiento individual, la identidad personal, y la inmensidad de posibilidades para la persona, sin hacer referencia a la sujeción a la autoridad divina.  Este fue el surgimiento de la cultura Occidental como la conocemos hoy en día, y ha sido llamada con justa razón el surgimiento del culto al “yo”.

 

Suposiciones acerca de Dios

            Todavía Dios era parte de la cultura.  De hecho, la mayoría de la gente, tanto antes como ahora, dirían que Dios existe y que el alma es inmortal.  Eso suena bastante bien – un poco simple, quizá, sin una mención acerca de Jesús, pero parece ser cristianismo en esencia.

            Pero brinquemos al presente por un momento. ¿Cómo reaccionarías a los resultados de una encuesta reciente que indica que la vasta mayoría de los estadounidenses creen en Dios, en la vida ultratumba, y aun en la existencia de los ángeles? ¿Te anima a pensar que Estados Unidos es un país cristiano? O ¿estás algo sospechoso, queriendo hacer algunas preguntas más? Probablemente puedes adivinar mi reacción.  Vivimos en un tiempo en el que hay un resurgimiento de la conversación acerca de Dios y del lenguaje espiritual, pero raras veces tienen algo que ver con que “Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras;  y que apareció a Cefas, y después a los doce.” (1 Cor. 15:3-5).

            Los dos últimos siglos han introducido un lenguaje acerca de Dios que suena bien pero está divorciado del contenido bíblico.  Por ejemplo, el filósofo francés Rousseau habló acerca de Dios, pero encontró a su dios en la naturaleza.  Su dios era todo paz y bondad, y movía a su pueblo a un sentimiento de adoración.  Rousseau cambió el enfoque de una revelación objetiva (la Biblia) a una experiencia subjetiva (sentimientos), de las otras personas a la vida interna, y del amor a Dios y al prójimo a un amor al “yo”.

            ¿Puedes ver en esto el bosquejo de la cultura moderna – y de nosotros? La autoridad de los sentimientos y el lenguaje de la espiritualidad sin el contenido – estas son las suposiciones de nuestra cultura.

            Por supuesto, estas suposiciones no pueden continuar por mucho tiempo sin que las implicaciones reales acerca de Dios emerjan a la superficie.  La revolución silenciosa ha estado comprometida a exaltarnos a nosotros mismos y a considerar a Dios como menos que santo y soberano.  Un discurso de Ralp Waldo Emerson dejo todo esto bien claro:

            “Aunque la vida de Jesús sea divina, ¡qué ultraje es representarla como el equivalente del universo!  Tomar a un hombre bueno por accidente que vivió en algún lugar y tiempo, y decirle a la nueva alma renacida: He aquí tu modelo …  sigue la dirección de ese individuo del pasado, asume sus modales, repite sus palabras, - esta es la locura del cristianismo … Yo doy la espalda a estos usurpadores. El alma siempre cree en sí misma”.[2]

            El interés supremo ha llegado a ser el “yo”.  Ni Dios, ni tú, sino yo.

            ¿Puedes ver las conexiones entre el ayer y el hoy? Nuestra cultura ha adoptado a un “Dios como lo entendemos” quien es conocido por medio de un viaje a nuestro interior.  “La Dios-Dependencia es . . . apoyarte en tu propio entendimiento de lo que es y hace un Dios amoroso por ti.”[3]  “Hay millares de enfoques sobre la oración y la meditación.  De ninguna manera existe una manera correcta . . .La cosa real es la experiencia verdadera de Dios . . . El crecimiento espiritual viene al profundizar mi entendimiento de mí mismo”.[4]  Estos son los frutos de una cultura pluralista del tipo “tú-haces-lo-tuyo-y-yo-lo- mío.” “Yo tengo mi versión de Dios, y tu tienes tu versión de Dios.”  El único acto inmoral en tal cultura es decir que tu versión de Dios es superior a la de los demás.

            A medida de que esta suposición ha ganado mayor aceptación, ha habido un incremento sin precedentes en la depresión y un aumento alarmante de personas que confiesan estar airados en contra de Dios.  Hay un clamor de la gente que demandan de parte de Dios respuestas y “derechos”.  Luego, quizá en el cenit de la exaltación del “yo”, algunos clérigos y consejeros en verdad animan a tales personas airadas a “perdonar a Dios”.

            ¿Puedes ver como estas suposiciones influyen en el temor al hombre? Cualquier cosa que erosione el temor a Dios intensificará el temor al hombre.

 

Suposiciones acerca de nosotros mismos

            Si nuestra cultura está mal dirigida en su entendimiento de Dios, entonces estará mal dirigida en su entendimiento de la gente que está hecha a Su imagen.  Y esto, ciertamente, es lo que vemos en las suposiciones que rutinariamente se tienen acerca de la naturaleza del hombre.  Veamos algunas de ellas.

            Somos moralmente buenos.  El aire que respiramos nos dice que el mal no existe dentro de nosotros, sino existe fuera de nosotros.  La fuerza detrás de esta suposición comenzó con la creencia del siglo XIX de que podemos encontrar inocencia humana y belleza moral innata en aquellos que no han sido corrompidos por la civilización, como en el caso de los niños.  El niño, de acuerdo con Schlegel, era “el espejo claro en el que podemos mirar los secretos del amor divino”.[5]

            ¿Suena esto familiar? ¿Has escuchado del “niño que tienes dentro”? Se piensa que es la esencia inocente que existe dentro de todos nosotros.  Con tal naturaleza espiritual, la gente puede buscar en ellos mismos la divinidad y la revelación.  Samuel Coleridge, en Biographia Literaria (1817), escribió: “Comenzamos con el YO ME CONOZCO, para concluir con el YO absoluto.  Procedemos desde el YO, para perder y encontrar todo el yo en Dios”.  Ya no había necesidad de buscar la verdad fuera del Yo – ya sea en Dios u otras personas.  La verdad es encontrada en la persona.

            ¡Cuán moderno es esto! Estas suposiciones pueden ser encontradas en las oficinas de consejería donde los cristianos son imperturbables con respecto al perdón de pecados, no obstante son guardianes celosos  de  las necesidades personales.  O pueden ser encontrados en la mayoría de los programas de entrevistas en donde la autorevelación es derrochada y glorificada.

            Considera el comentario de Nathaniel Branden en el libro Honoring the self, un libro alabado en el best seller de Melody Beattie, Codependent No more.

            “Honrar al “yo” es estar enamorados de nuestra propia vida, enamorados de nuestras posibilidades de crecimiento y de experimentar gozo, enamorados del proceso de descubrir y explorar nuestras potencialidades humanas peculiares.  Por lo tanto podemos ver que honrar al “yo” es practicar el egoísmo en el sentido de la palabra más alto, noble y menos entendido.  Y esto, debo argüir, requiere enorme independencia, valor e integridad.”[6]

            Estas palabras no hubieran sido escritas antes de 1800.  O si lo hubieran sido, hubieran sido condenadas como las palabras de un hereje.  Hoy en día, son las palabras de la gente en la calle.  Son suposiciones fundamentales de la cultura: somos buenas personas que debemos amarnos a nosotros mismos para ser saludables.

            “Ama a tu prójimo como a ti mismo” (Mat. 19:19) es considerado la evidencia bíblica (para aquellos que necesitan una).  Cuando lo interpretamos a través de los espejuelos culturales, este versículo significa que debemos amarnos para poder amar a otras personas.  Pero en realidad el pasaje ni siquiera sugiere tal interpretación.  Jesús le dijo estas palabras a un joven rico quien a todas luces se amaba demasiado a sí mismo y a sus posesiones.  Sólo hay un mandamiento en este pasaje, y este es “ama a tu prójimo”.  Nadie, incluyendo al escritor del evangelio, pudo haber soñado que este pasaje enseñaba el amor al “yo”.  Fueron necesarios algunos cambios culturales para reinterpretarlo y volver nuestros ojos hacia adentro.

            La Biblia asume que tenemos más que suficiente preocupación por nuestro “Yo”.  Nos vestimos.  Nos deprimimos cuando las cosas no salen como queremos.  Podemos ser consumidos con lo que alguien piensa de nosotros.  Pero las suposiciones culturales nos ciegan.  Dejamos de ver el smog en el que vivimos.  Por lo tanto, los pastores de muchas iglesias crecientes predican casi cada semana sobre una autoestima saludable, como si se enseñara en cada página de la Escritura.  Muchos cristianos nunca ven que el amor a uno mismo viene de una cultura que pone al individuo por encima de la comunidad, y luego sobrepone este principio básico en las páginas de la Escritura. Sin embargo, la Biblia entendida correctamente hace la pregunta, “¿Por qué estás tan preocupado en ti mismo?” Además, nos indica que la cura propuesta por nuestra cultura (incrementar el amor a uno mismo) realmente es la enfermedad.  Si no reconocemos la realidad y profundidad de nuestro problema con el pecado, Dios se volverá menos importante, y la gente será más importante.

            Las emociones son el camino hacia la verdad.  Si soy una persona buena que ocasionalmente hace cosas malas, entonces se puede decir que lo que siento es también bueno generalmente.  Fausto dijo “El sentimiento lo es todo”.  Los sentimientos han venido a ser considerados los murmullos inefables del alma divina: ser moralmente recto es hacer lo que tu corazón te inspire.  Esta suposición declara que cuando sigues tus impulsos internos no puedes hacer algo malo.

            “Dios me dijo que me case con Juan” dijo María. Se veía extasiada, y el pastor esperaba poder compartir su felicidad.

            “Por favor, cuéntame un poco acerca de él”.

            “Bueno, todavía no es cristiano.  De hecho, se rehusa inclusive a venir a la Iglesia, pero se que vendrá algún día”.

            “María, ¿Cómo sabes que debes casarte con él? ¿Cómo te lo dijo Dios?”

            “Pastor, simplemente lo siento.  Se que es lo correcto”.

            La conversación se acabó.  María acaba de apelar a la autoridad suprema: sus sentimientos.  En dos años, volverá a apelar a esta autoridad otra vez.

            “Pastor, no creo que Dios quiera que yo permanezca en una relación infeliz, y he sido infeliz con Juan en el último año.  No va a ninguna Iglesia conmigo, Se consume en su trabajo y los deportes, y casi nunca estamos juntos sexualmente.  Siento que ya no lo amo.  He decidido divorciarme”.

            Aun en los cultos, la meta de muchas personas es sentir algo.  Schleiermacher, un teólogo alemán de 1800, hizo que esta sea la esencia de la religión.  Para él la teología no era más que el sentimiento religioso puesto en palabras.  El dijo: “La religión es un sentimiento de dependencia absoluta”.[7]  Aunque Schleiermacher era extremo en sus puntos de vista, ¿no es cierto que son reconocibles hoy en día? ¿Has visto a los que promueven las sanidades milagrosas por la fe? ¿Has escuchado a predicadores que esperan poder crear una respuesta de éxtasis con sus sermones? El énfasis de la Iglesia en las emociones puede ser más dependiente de las tradiciones culturales que de la Escritura.

            Nuestro enfoque no son sólo las emociones placenteras.  Puesto que se piensa que las emociones en general son la fuente de verdad. También tendemos a tener un interés especial en nuestro dolor.  El pensamiento cristiano ortodoxo siempre ha hablado del sufrimiento, pero en el contexto de la santificación y no en relación con la autosuperación.   La meta es la gloria de Cristo.  Esto es muy diferente a decir que las emociones son las herramientas que nos permiten estar totalmente conscientes de nuestras necesidades.  También es contrario a la idea de que la supresión de las emociones es uno de los pecados cardinales de nuestra cultura, y que sólo al aumentar la aceptación de los sentimientos se promoverá nuestro bienestar.

            Ciertamente, los Salmos nos animan a hablar honestamente con Dios en nuestro sufrimiento, pero hoy se nos dice que “adoptemos el sufrimiento legítimo” y “entremos al dolor”.  Tal interés en el dolor personal tiende a llevarnos hacia adentro de nosotros mismos en lugar de al entendimiento bíblico de Dios, su dolor, y las cosas celestiales en lugar de las terrenales.  “Ponte en contacto con tus emociones” es un sonido característico de los años 1800.  Sólo que tardo un poco en generalizarse.

            Esta exaltación de los sentimientos ha cambiado nuestra manera de pensar.  Por ejemplo, hace poco escuché un sermón que ofrecía un propósito nuevo y romántico de la oración.  El predicador empezó diciendo, “El propósito de la oración es tener una consciencia de la presencia de Dios.”  Pude recoger algunas aplicaciones útiles del sermón, pero su tesis central estaba equivocada.  La consciencia de la presencia de Dios no es el propósito de la oración.  El predicador estaba apelando a los buscadores de experiencias que desean tener un empujón emocional en el culto, los sermones y la oración.

            Hubo un tiempo en mi propia vida en el que “practicaba la presencia de Dios”; entonces, oraba cuando sentía su presencia.  Todo salió bien hasta el día cuando no sentí su presencia.  Espere por horas lleno de lágrimas, pero nunca sentí La Presencia.  Intenté orar pero sentía que tanto yo como mis oraciones estabamos en un cuarto sellado herméticamente.  La Presencia finalmente vino al día siguiente cuando un buen amigo me estaba aconsejando.  Su comentario simplemente fue este: “¿Por qué no oraste simplemente por fe?” Él me enseñó una de las lecciones más importantes de la oración: la oración depende de Dios y sus promesas, no de mis emociones quijotescas.

            Mira a tu alrededor.  Por todas partes puedes sentir la exaltación de los sentimientos.  Por ejemplo, puedes encontrarla en la manera en la que hemos revisado nuestra idea de la vergüenza.  La vergüenza se veía originalmente como el resultado de un problema entre Dios y nosotros.  Ahora se reduce a cualquier cosa que previene que nos sintamos bien con nosotros mismos.

            Escucha la pregunta popular en los estudios bíblicos, “¿Qué sientes acerca de este pasaje?”  ¿Será posible que nuestros sentimientos son a menudo más importantes para nosotros que la fe?  Muy frecuentemente, cuando nuestra fe es débil no lo consideramos un problema serio.  Es sólo cuando nuestros sentimientos están afligidos que decidimos pedir ayuda y oración a otras personas.

            A través de toda la historia de la Iglesia, las emociones siempre fueron vistas con sospecha porque podían vacilar frenéticamente.  Ahora éstas son alabadas.  Muy a menudo son los criterios por los cuales dictamos nuestros juicios.

            Cuando los sentimientos son más importantes que la fe, la gente llega a ser más importante, y Dios, menos importante.

            Todas las personas son espirituales.  En esta declaración encontramos otra suposición cultural acerca de la necesidad de más espiritualidad.  Sin embargo, la espiritualidad ha sido reducida a un sentimiento de lo infinito, un éxtasis inefable ante las maravillas del “yo” o de la naturaleza, o una experiencia con lo inexpresable.  La espiritualidad moderna no tiene infierno, doctrina o substancia.  Se trata de sentir.

            El coreógrafo Todd Williams dice que, en su obra más reciente, está hablando acerca de “llegar a ser uno con lo infinito.  Al darte cuenta de que tu alma es un reflejo perfecto de Dios o consciencia cósmica, eres capaz de unir tu alma con esa consciencia.”[8]

            Hace ciento cincuenta años, el filósofo danés Kierkegaard (1813-55) observaba la misma cosa.  El notó que mucha gente iba a la iglesia pero que el hecho de convertirse o ser un cristiano era una trivialidad.

            “¿Qué quiere decir para todos estos miles que se hacen llamar cristianos? ¡Estos tantos que, en gran parte, hasta donde uno puede ver, viven en categorías bastante ajenas al cristianismo! Cualquier persona puede comprobar esto con sólo observarlos.  Son gente que tal vez nunca ha pisado la iglesia, nunca piensa en Dios, nunca menciona Su nombre, excepto en los juramentos.  Gente quienes nunca se han dado cuenta que tienen obligaciones ante Dios … En el fondo de esto debe estar una confusión tremenda, una ilusión aterradora,  con toda seguridad no hay duda de ello.”[9]

                Kierkegaard suena como un profeta para nuestra época.  Los baby-boomers están regresando a la iglesia, pero algunas veces no parece como si el Reino estuviera avanzando con fuerza.

Otro ejemplo es Alcohólicos Anónimos (AA).  Cuando Bill Wilson, fundador de AA, estaba en el hospital recuperándose de otra borrachera, vio una luz brillante, la cual el interpretó como una experiencia religiosa.  Más adelante el dijo que esta experiencia religiosa fue esencial para su sobriedad.  Pero la experiencia religiosa estuvo totalmente divorciada de un Dios personal.  En vez de esto, lo “espiritual” simplemente significaba “inefable”, un sentimiento de plenitud y maravilla.

Tal parece que en nuestros días puedes ser espiritual si crees en tu zapato izquierdo.

·        “Me quedo con lo que me gusta de la Biblia y la Iglesia, y dejo el resto”

·        “Las reuniones de AA se tratan de encontrar poder espiritual.”

·        “Todavía tengo problemas con la idea del Dios de los cristianos que está allá arriba.  Pienso en Dios como el Universo con su propio sentido de bondad”.

La espiritualidad está de moda otra vez.  Todavía sabemos que existen misterios, aun en una era en la que la tecnología está explotando.  La gente desea retener un sentido de maravilla en sus vidas.  Para decirlo de una manera más bíblica, el conocimiento de Dios no puede ser negado; sólo puede ser distorsionado.

Cuando Dios y la espiritualidad es reducida a nuestros estándares o nuestros sentimientos, Dios nunca será para nosotros el maravilloso Santo de Israel. Teniendo una visión de Dios disminuida, crecerá nuestro temor a la gente.

 

Psicología: La guardiana de las suposiciones culturales.

            La psicología norteamericana ha llegado a ser la guardiana de estas suposiciones modernas.  Ha cultivado las suposiciones de que las personas son buenas, el énfasis en las emociones, y la importancia de la espiritualidad.  También ha desarrollado un tema relacionado: la persona como necesitada psicológicamente.

            Notemos la influencia de Freud en esto.  Aunque nunca utilizó específicamente la palabra “necesidad”, el ha sido citado como el padre de “la necesidad de expresión sexual” y “la necesidad de los padres permisivos”.  Habló acerca de los “instintos” (necesidades” que claman por expresarse, y declaraba que si estos instintos no son satisfechos el resultado es la neurosis adulta.

            El que hizo popular el concepto de las necesidades psicológicas fue Abraham Maslow.  Su teoría de la autorealización sugiere que tenemos, de nacimiento, una jerarquía de necesidades.  De acuerdo con Maslow, las necesidades más básicas son aquellas biológicas y de seguridad.  Cuando estas necesidades son satisfechas, podemos entonces movernos hacia arriba para satisfacer las necesidades psicológicas básicas: la necesidad de pertenencia y amor, la necesidad de ser apreciados por otras personas, y la necesidad de autoestima.

            “¿Qué es lo que hace que la gente sea neurótica? Mi respuesta . . .fue, brevemente, que la neurosis parecía que en esencia, y en su principio, una enfermedad de deficiencia: que nacía del hecho de ser privado de ciertas satisfacciones las cuales llamé necesidades en el mismo sentido en que el agua y los aminoácidos y el calcio son necesidades, es decir, que su ausencia produce enfermedad.  La mayoría de las neurosis involucraban deseos de seguridad, de pertenencia e identificación, de relaciones cercanas de amor y de respeto y prestigio.”[10]

            Freud y Maslow pensaban de diferente manera en cuanto a las necesidades (impulsos), pero concordaban en tres puntos básicos: existen las necesidades psicológicas, son parte esencial del ser humano, y las necesidades insatisfechas traerán como resultado algún tipo de patología personal.  A estas características esenciales de las teorías de la necesidad psicológica podría agregarse una más: todas son distintivamente norteamericanas.  Las teorías de la necesidad sólo pueden florecer en un contexto donde el énfasis es puesto sobre el individuo en lugar que en la comunidad, y donde el consumismo es un estilo de vida.  Si le preguntas a la mayoría de los asiáticos o africanos acerca de sus necesidades psicológicas, ¡ni siquiera entenderían la pregunta!

            El surgimiento de las necesidades psicológicas era inevitable: Si exaltas al individuo y haces de las emociones el camino hacia la verdad, entonces cualquier cosa que sientes con mayor fuerza será considerada buena y necesaria para el crecimiento. Aquellas cosas que sientes con mayor fuerza son vistas como tus necesidades dadas por Dios.  Por esto el pecado imperdonable en la cultura hoy en día es ya sea “negar” o suprimir tus emociones.  Las emociones apuntan a las necesidades, y negarlas es negar algo dado por Dios.

            ¿Puedes escuchar la manera como nuestra cultura alienta el temor al hombre? Las “necesidades” o “derechos” irresistiblemente nos llevan hacia el temor al hombre. Hemos visto que aquello que piensas necesitar, llega a ser aquello a lo que temes.  Si “necesitas” amor (sentirte bien contigo mismo), pronto serás controlado por aquel que te provee amor.  También dices que sin el amor de esa persona estarás discapacitado espiritualmente, inhábil para dar amor a los demás.  Con este tipo de lógica lisiada espiritualmente que da malos frutos por doquier, no es de asombrarse que aun los psicólogos están haciendo un llamado a la reforma en las suposiciones fundamentales de nuestra cultura.

            Sin embargo, los psicólogos, han hecho su propia contribución para esto.  Aunque han notado con precisión que la gente con baja autoestima ponen demasiadas esperanzas en otros y temen a los demás, su terapia no libera en verdad.  Notemos qué es lo que ofrecen: aceptación terapéutica, amor incondicional, y reafirmación constante.  En otras palabras, “No creas lo que los demás dicen acerca de ti, y ni creas aun tus propios reportes negativos de ti mismo; en vez de esto, cree lo que yo te digo”.  Tal terapia aviva más el temor al hombre en vez de eliminarlo.  Sencillamente se siente mejor porque el cliente pone su esperanza en alguien que lo reafirma en vez de acusarle.

 

La Influencia de la Psicología Cristiana

            Mientras tanto, la iglesia cristiana ha estado escuchando lo que ha estado diciendo el mundo.  Muchos pastores y líderes eclesiásticos han detectado las suposiciones no bíblicas y han tratado de delatarlas. Sin embargo, la respuesta más popular ha sido la asimilación de las ideas del mundo con unas cuantas modificaciones menores.  Por ejemplo, un best seller en el mercado cristiano de libros puso la suposición de las “necesidades “ como el centro de su entendimiento de la persona.  Su punto de vista de la persona es similar al de una taza – un recipiente vacío y pasivo que espera ser llenado.  El autor dice,

            “Existe una necesidad de amor, dada por Dios, que nace en cada infante humano.  Es una necesidad legítima que debe ser satisfecha desde la cuna hasta la tumba.  Si los niños son privados de amor – si esta necesidad primaria de amor no se satisface – llevan las cicatrices de por vida.”[11]

            Somos felices si nuestra taza de necesidades es llenada con el amor de los demás.  Si nuestra taza está vacía o media llena, estaremos plagados de malos sentimientos.

            Considera esta cita cuidadosamente.  Expresa una suposición sostenida por muchos otros escritores cristianos; es nuestra teología no examinada.  Y suena correcta.  Ya he confesado que me siento necesitado y vacío cuando no amo de la manera en que me gustaría – o de la manera que “necesito”. Pero sólo porque siento una “necesidad” de ser amado no significa que este deseo realmente es “dado por Dios”, una “necesidad legítima”, o una “necesidad primaria”.  Tal vez lo que estoy llamando una “necesidad” realmente es decepción o dolor, o quizá es mi demanda y deseo.

            Ciertamente existen necesidades dadas por Dios, pero nos llevará un poco más de investigación bíblica para entenderlas. (Esto lo haremos en el capítulo 9).  Por el momento, podemos decir que una discusión acerca de las necesidades es más compleja que lo que pudiera parecer.  Es posible que nuestra discusión actual acerca de las necesidades esté siendo definida más por las teorías psicológicas seculares que por la Escritura.

            Si esto es así, debemos ser cuidadosos al decir, “Jesús satisface todas nuestras necesidades”, A primera vista, parece tener un trasfondo bíblico.  Cristo es un amigo; Dios es un Padre amante; los cristianos sí experimentan un sentido de importancia y confianza al conocer el amor de Dios.  Esto hace que Cristo sea la respuesta a nuestros problemas.  No obstante si nuestro uso del término “necesidades” es ambiguo, y su rango de significado se extiende hasta incluir los deseos egoístas, entonces habrán algunas situaciones en las que debemos decir que Jesús no tiene la intención de satisfacer nuestras necesidades, pero que él quiere cambiar nuestras necesidades.[12]

 

El Contragolpe emergente

                Ha ocurrido una cosa más en la breve historia de las necesidades psicológicas.  Actualmente, este punto de vista popular y generalmente asumido acerca de la persona está siendo cuestionado con seriedad en los círculos seculares.  La gente está comenzando a ver que no es “saludable”, ni para los individuos ni para la sociedad, el estar absorto con las “necesidades” y el “vacío”.  Por ejemplo, algunos en la prensa popular han criticado las teorías de la necesidad como justificaciones teóricas del egoísmo rapaz y la victimización crónica de nuestra cultura.  Ellos pueden ver las implicaciones: Si los seres humanos tienen en verdad la forma de una taza, entonces somos receptores pasivos en vez de ser intérpretes activos y actores responsables en nuestro mundo. Nunca tenemos la culpa porque toda patología es un resultado de las deficiencias forjadas en las relaciones pasadas.  Algunos sugieren en los medios de comunicación que en el menor de los casos, crea un caos en el sistema de justicia.  “Si seguimos a este ritmo no pasará mucho tiempo antes de que la sentencia obligada por un crimen violento sea un abrazo y un buen llanto.”[13]

            La prensa académica también está desafiando la idea de que la persona moderna deba ser definida como una taza vacía.  En un importante artículo en la revista American Psychologist, Philip Cushman argumenta que el “yo” vacío es un producto peligroso de una cultura que desea ser llenada tanto psicológica como materialmente.  De acuerdo con el psicólogo Cushman, los culpables son la profesión psicológica y la industria de la publicidad.  Ambos intentan crear un sentido de necesidad para vender sus productos.  Además, la venta psicológica de necesidades nos ha llevado a una generación de individuos vacíos, frágiles y deprimidos.

            El historiador y filósofo Christopher Lasch repite estas inquietudes.

 

 

            “El clima contemporáneo no es religioso, sino terapéutico.  La gente de hoy no tiene hambre de una salvación personal, mucho menos de la restauración de una época de oro pasada, sino de un sentimiento, de una ilusión momentánea de bienestar, salud y seguridad psicológica personal.”[14]

            Vivimos en una época fascinante.  Partes de la iglesia han sido cautivadas por las suposiciones mundanas, y estas suposiciones han intensificado nuestro problema con el temor al hombre. Sin embargo, el mundo mismo está desafiando estas mismas suposiciones.  Desea ver la defunción de la taza de amor rajada, y quiere reconsiderar su doctrina de la necesidad, pero no tiene alternativas satisfactorias.

            En otras palabras, es un tiempo ideal para que desarrollemos una enseñanza clara, significativa y bíblica acerca de quiénes somos y cómo podemos evitar ser controlados por las cosas que sentimos que necesitamos.

 

Para Pensar

            Esta capítulo revisa brevemente la historia de algunas de nuestras suposiciones culturales presentes.  Sugiere que estas suposiciones han infectado a la iglesia: el individuo como más importante que la comunidad, el “yo” como bueno, la exaltación de los sentimientos y las necesidades, y la espiritualidad divorciada de la muerte y resurrección de Jesús y de un estilo de vida de fe y obediencia.  Toma un tiempo para considerar cómo han influido estas suposiciones tu propia vida.

1.      ¿Dónde encuentras estas suposiciones del mundo (en la literatura, el arte, el cine, las conversaciones)? Considera echar un vistazo en la sección de “autoayuda” o psicología de tu librería local.

2.      ¿Dónde ves estas suposiciones en ti? Recuerda que estas suposiciones pueden no estar de acuerdo con tu teología oficial, pero pueden revelarse en la manera en que vives.

3.      Pregúntale a los misioneros de tu iglesia acerca de qué es lo que ven en la Iglesia nacional, y no sólo en la extranjera.



[1] Richard Lovelace, Renewal as a Way of Life (Downers Grove, Ill.: InterVarsity Press, 1985), 86.

[2] Ralph Waldo Emerson, The Journals and Miscellaneous Notebooks, VII:1838-42, ed. A. W. Plumstead and H. Hayford (Cambridge, Mass,: Harvard University Press, 1969), 254.

[3] Lynne Bundesen, GodDependency (New York: Crossway, 1989), 59

[4] John Bradshaw, Bradshaw On: The Family (Deerfield Beach, Fla.; Health Communications, 1988), 234, 236.

[5] An Anthology of Modern Philosophy,  Comp. D.S. Robinson (New York: Thomas Crowell, 1931). 508.

[6] Nathaniel Branden, Honoring The Self: Personal Integrity and the Heroic Potentials of Human Nature (Boston: Houghton Mifflin, 1983), 4.

[7] On Religion: Speeches to Its Cultured Despisers (New York: Harper & Row, 1965), 106.

[8] Los Angeles Times, July 29, 1995, F2.

[9] Soren Kierkegaard, The Point of View for my Work as an Author: A report to History (New York: Harper & Row, 1962), 74.

[10] Abraham Maslow, Toward a Psichology of Being (New York: Van Nostrand, 1968), 21.

[11] Robert Hemfelt, Frank Minirth, y Paul Meier, Love Is a Choice (Nashville: Nelson, 1989), 34.

[12] Ver Welch, “Who are we? Needs, Longings, and the Image of God in Man” The Journal of Biblical Counseling, 13 (1994): 25-38

[13] The Economist, February 26, 1994, 15.

[14] Philip Cushman, “Why the Self Is Empty,” American Psychologist (May 1990), 599.